
El radioteatro jamás se rinde
Fue un género menospreciado, pero recobra prestigio y actualidad: Migré vuelve al ruedo con "Permiso para imaginar"
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De repente disminuían las llamadas. Eran los años 30 y la compañía de teléfonos empezaba a preocuparse por el extraño fenómeno. Claro que su inquietud no era mayor que la de las grandes tiendas que colocaban altoparlantes para atraer a los clientes. Algo detenía el ritmo de la gente. Algo que era tan alarmante para cierta intelectualidad que hasta Homero Manzi llegó a decir que eran cosas de un "filibustero".
Ese algo era "Chispazos de tradición", el primer paso del radioteatro argentino, que daba José Andrés González Pulido, un inmigrante español, desde Radio Nacional. Tal era el éxito que la revista Antena tenía una sección de cartas de lectores dedicada al programa, y en algunos negocios se vendían las partituras para canto y piano de los números musicales de "Chispazos...".
La salud del radioteatro duró varias décadas. Logró superar los prejuicios de quienes se espantaban con su impronta a veces poco académica, y también -inicialmente- sobrevivió a la llegada de la televisión.
La década del 60 cambió el fondo en el que se recortó el género. Ya, en 1961, el inmarchitable Osvaldo Pacheco, que trabajaba en El Mundo con Alberto Migré -que a pesar de su pronta inserción televisiva nunca dejó de amar la radio-, hablaba de "jerarquizar el radioteatro y sacarlo del lugar común, que tiende a menospreciarlo".
Lo que sigue es sabido. Cuarenta años después, el radioteatro es objeto de veneración. Justamente por pertenecer a un pasado que se presiente mejor y, tal vez, como dice la canción rioplatense, porque el recuerdo lo disfrazó de santo.
Dos gestos concretos
Hoy, no carece de loas. El último 27 de agosto, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires organizó el homenaje "Aquellos tiempos del radioteatro", con la presencia de los gloriosos de otros tiempos. Pero hoy lo que le falta al radioteatro, más que sentidas celebraciones, es un material apoyo institucional, cuya excepción es el milagro de "Las dos carátulas" -teatro radial más que radioteatro-, que ha sorteado los vaivenes de cuantas administraciones hubo en Radio Nacional desde su debut, el 9 de julio de 1950.
De hecho, los dos gestos que hoy intentan revivir el género no cuentan con ninguna clase de apoyo estatal y nacieron a fuerza de coraje. Tanto "Radioteatro para ver", en la sala La Máscara, de San Telmo, como "Permiso para imaginar", el radioteatro de Alberto Migré en Radio República más que hechos artísticos aislados son el comienzo de una aventura.
Son las ocho de la noche y por los pasillos de Eter (Escuela Terciaria de Estudios Radiofónicos) van y vienen caras extrañas y a la vez familiares: Hilda Bernard, María Concepción César, Alicia Aller, Marilina Ross, Sarita Armas, Beatriz Taibo, Mabel Landó, Aldo Kaiser, Sergio Malbrán, Raúl Filipi, Aldo Barbero y tantos más están ensayando "Permiso para imaginar", el radioteatro de Alberto Migré que desde el sábado 30 de septiembre, a las 22.30, se emite por Radio República, AM 530.
Que "Permiso para imaginar" se haya vuelto realidad ha sido gracias a la tenacidad de Alberto Migré: "Nunca desistí del peregrinaje para que el radioteatro volviera a estar en el aire. Pero o no me entendían o pensaban que hablaba de un viejazo o que era caro. Yo pedía diez mil pesos mensuales para mantener un elenco, comprar discos y demás. Y diez mil pesos les parecía caro. Me pasó en todas las radios, con todos los directivos, con los avisadores que te dicen que no tienen pesos, todo esto durante varios años. Pero es como todas las cosas en la vida. Te dicen no, no, no, y un día una persona te dice que sí".
Según cuenta, tampoco desde su puesto en Argentores, Migré pudo revertir el olvido de este género. "Yo renuncié -aclara pronto-. Nunca se hizo una gestión oficial de Argentores, Migré pudo revertir el olvido de este género. "Yo renuncié -aclara pronto-. Nunca se hizo una gestión oficial de Argentores para reimplantar el radioteatro. Como nunca, Argentores mueve un dedo para evitar que chicos con verdadero talento estén colaborando en televisión por chaucha y palitos. En ese momento pedí por el radioteatro, rogué encarecidamente, pero la junta decide, ¿no? Se podría haber entrevistado a las autoridades, ofrecer ciclos..."
Migré no bajó los brazos: "La vida es para adelante -dice- y yo quiero desempolvar de nostalgia todo esto. Acá vamos a hacer historias que empiezan y terminan y que van a tocar desde la comedia brillante hasta una obra de suspenso o el hundimiento del submarino ruso o el caso del Senado, lo que se nos ocurra".
A pesar del camino solitario de tantos años, en esta patriada Migré tiene un cómplice, Eduardo Aliverti, titular de la escuela Eter. Además de poner sus instalaciones y la técnica -a cargo de Agustín Tealdo-, la escuela también funcionará como una suerte de administradora a futuro. Son varias las plazas del interior que ya llamaron para interesarse por el proyecto. Córdoba, Mar del Plata, Mendoza, Rosario, Tucumán, entre otras. Ese masivo interés no sorprendió a Aliverti: "Yo coincido conMigré en que el radioteatro está dormido, no está muerto".
En vivo y en directo
Sigue siendo sábado. Son las 21 y "Radioteatro para ver", en el teatro La Máscara, de Piedras 736 (San Telmo), está a punto de comenzar. En realidad, ya hace unos minutos que el público está atrapado por la ficción. Al entrar en la sala, desde los parlantes se escuchan las publicidades de una radio de otra época. Catita, de Niní Marshall, y Pepe Iglesias, el Zorro, desde el sonido, ofician de anfitriones.
Entonces, se asoma el relator (Daniel Guerrero), que anuncia que esa noche se emitirá "Mateo", de Armando Discépolo. Aparecen las estrellas, todas vestidas al estilo de los años 40. Antonio Grimau, el galán del elenco tipo, aparece vestido de frac porque supone que hay admiradoras de él en la platea convertida en auditorio de radio.
Onofre Lovero, Floria Bloise, Emilio Comte, Grimau (que será reemplazado en próximas funciones), Daniel Lemes y Liliana Lavalle, entre otros, forman el elenco, integrado -como antaño- por actores que pueden cubrir los papeles de padre, madre, hijo, hija, y amigos.
Esta formación de aventureros, que se presentan todos los sábados y domingos, le permitirá al teatro La Máscara cumplir un doble deseo: interpretar varias piezas del repertorio de Discépolo ("Stefano" y "Babilonia", por caso) y transmitir la función del teatro, en directo, por una radio privada, con la que ya están en conversaciones. Una vez más, el pulmón es de los particulares a pesar de que "Radioteatro para ver" es un desprendimiento de un ciclo que su director,Jorge Paccini, realizó para la Biblioteca Nacional hace dos años.
Hoy, asistir a la función de "Mateo" es un privilegio por el clima teatral, por las actuaciones y por la presencia en el escenario de un creador de efectos especiales (esa especie en extinción). A la salida, el público devuelve lo que ha recibido:"De diez espectadores -cuenta Norberto Gonzalo, actor y director de la sala- uno o dos por función te repiten: "Yo cerré los ojos. En un momento cerré los ojos". Además, el público no se va. Se queda a saludar a los actores".
Es sábado por la noche. Un elenco está a punto de salir a escena en una radio de los años 40. Otro elenco de voces transforma las palabras de Alberto Migré en historias vivas. Las instituciones les palmean la espalda, pero no les llenan las manos. Al menos no están solos. Es sábado por la noche y la gente los acompaña.
Los años pasan, las anécdotas quedan
- Desde López Lagar hasta Roberto Escalada, todos tuvieron sus momentos de gloria ante los micrófonos
- Y también protagonizaron inolvidables metidas de pata
En busca de la Mecha perdida. Armando Discépolo, autor y director de radioteatro, ordenaba una primera lectura con marcación, luego una lectura con todo el elenco, enseguida un ensayo general con micrófono y sólo después la salida al aire. Bergara Leumann recuerda una anécdota curiosa: "Un día, después del ensayo general a micrófono abierto, convencida de que ya había salido al aire, la actriz Mecha Ortiz se fue a su casa. Hubo que ir a buscarla y por poco hace peligrar la presentación del "Radio Cine" de esa noche".
Actor profundo. Guido Gorgatti recuerda, en tiempos de "Cumbres borrascosas", que "López Lagar nunca había hecho radio y se sentía muy perdido. Una de mis tareas consistía en estar parado a su lado, marcándole con un lápiz el renglón que debía leer. Igual se perdía y cada pausa los oyentes la imaginaban como un beso del actor a su dama. Cuando no sabía qué decir nombraba a la protagonista, que se llamaba Cathy. Repetía y repetía ese nombre".
Malo, pero cotizado. Héctor Maselli, autor y actor de éxitos de la radio recuerda la época familiar de "Chispazos de tradición":"El malo de ese elenco lo hacía Rafael Díaz Gallardo. Las mujeres lo odiaban y en mi casa se hablaba de él como si fuera una persona conocida, nadie lo quería, lo llamaban "el malvado". A la salida de la radio había mujeres que lo esperaban, incluso para pegarle. Pero su fama de maldito crecía paralela a su popularidad. Y él, cuando peor lo trataba el público, más aumento de sueldo pedía".
La desesperación de una tía. En un especial sobre el radioteatro, realizado en Radio Belgrano en 1985, Nelly Fernández Tiscornia contó:"Nací en el campo y luego viví en un barrio de una clase social para la cual llegar al libro era un gran sacrificio. Así que todo se aprendía por la radio. Yo escuchaba el radioteatro con mi tía, en la cocina. Y un día, en la mitad de un capítulo se empezó a escuchar una interferencia. Mi tía, desesperada, le hizo un agujero a la tela del parlante pensando que así se iba a escuchar mejor".
El superbebe. Nada fue comparable a lo que generaron "Los Pérez García". Cuenta Nina Nino (en la ficción radial Mabel, esposa de Raúl) que cuando su sobrino Cachito no había cumplido los cinco meses, salió al aire diciendo, con llamativa claridad: "Mamá, quiero la papa". Esto provocó sonrisas, suspicacias y hasta protestas por escrito, como la de una oyente que, como ofendida madre de once hijos, alegaba dirigiéndose a doña Sara: "Señora, no puede ser. Yo tuve once hijos y el primero que dijo má fue a los ocho meses".
Esos años dorados. "El día del estreno de los "Radio Cine Lux", los sábados a la noche por El Mundo, como venían los fotógrafos de las revistas, las actrices vestían de largo y los hombres de smoking. No era con público, pero si no se vestían así, después no los contrataba nadie", cuenta el actor y autor Héctor Maselli.
¡Qué momento! Nelly Láinez recuerda que "Olga Casares Pearson y Angel Walk, otra de las parejas notables, protagonizaban una escena muy dramática en donde ella le pedía a él que la salvara de una condena, e inexplicablemente le termina diciendo: "Angel, Angel, tenés la bragueta abierta"". Nelly juró que fue tan discreta que la audiencia jamás se enteró de esa intimidad.
Casting al paso. "Un día estaba en un bar, en la esquina de Radio El Mundo y el actor Francisco de Paula me escuchó hablar y le interesó mi voz grave. Ahí mismo me ofreció hacer radioteatro y yo, con la arrogancia de los jóvenes, le respondí que quería ser actriz del Cervantes. Al poco tiempo me contrataron para hacer por Radio El Mundo un radioteatro. En ése y en otros, tuve el privilegio de ser partenaire de Míguez, de Roberto Escalada, de Pedro López Lagar." Palabras de María Concepción César.
Bien alimentados. Luego de un éxito, seguía la gira por las provincias donde el público podía verles las caras a sus ídolos. "A la heroína se le podía perdonar que fuera gorda o al héroe que caminara como si tuviera callos. Pero el que siempre la ligaba era el malo de la historia. Y a los buenos, la gente del interior los colmaba de halagos: gallinas vivas, embutidos, docenas y docenas de huevos frescos", contaba Eduardo Rudy.
Galanes eran los de antes. Recuerda Roberto Escalada que, a veces, los galanes eran objetos de deseo: más de una vez, entre la correspondencia privada, el actor encontró un sobre que contenía la llave de un departamento y una notita con un nombre de mujer y una dirección.




