
El silencio de los inocentes
Por Verónica Bonacchi
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En la batalla que pelea la TV -la de aire y la de cable,- la víctima número uno es sin duda el maltrecho televidente. Al menos, desde hace meses sólo escucha el cruce de misiles entre un canal y otro, entre un conductor y otro, y entre actores también, como consecuencia de unos números que no terminan de ponerse de acuerdo. Y a eso habría que sumar, además, las pulseadas por los horarios, otra de las luchas de poder que desbordan las oficinas de programación para instalarse en el living de casa.
Atrincherada detrás de la pantalla, a la teleplatea no le queda más remedio que observar ese espectáculo o alistarse rápidamente entre los expertos en rating para entender ese lenguaje de puntos más y puntos menos que domina la escena televisiva. Y que promete mantenerla en vilo hasta que la situación de Ibope y Mercados & Tendencias aclare. Sobre todo ahora que se reproducen rumores sobre juicios contra ambas medidoras, iniciados por productoras y conductores que murieron de anemia numérica según el diagnóstico médico de M &T o Ibope.
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Como si eso fuera poco, el cable no parece un refugio pacífico. Al menos, la programación de las señales se parece cada vez más a un señuelo dispuesto para encaminarnos hacia el premium, el pay-per-view y todos aquellos servicios por los que hay que pagar aparte. Desde diciembre, cuando HBO dejó el cable, los intentos por suplir la señal de cine fueron vanos: llegaron Hallmark y, más tarde, The Film Zone. Pero la respuesta no dejó dudas: la gente ve menos cine por TV, de acuerdo con los números que arrojan aquellas sospechadas medidoras. Quizás como consecuencia de unas películas que se repiten hasta dos veces por día y una infinidad de veces al mes.
Empujados por la suba de las cuotas y la baja de la programación, muchos abonados emprendieron la retirada. Y otros se alistaron detrás de la TV satelital, pagando un precio más elevado.
Más allá de cualquier teoría conspirativa, lo cierto es que la TV paga parece dispuesta a convencernos de que no hay nada mejor que pagar más para elegir mejor.
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En el medio, el televidente asiste mudo a la batalla. En los programas no hace más que escuchar los rumores y dardos cruzados por los numeritos de la discordia o los cambios horarios que terminan enfrentando a quienes comparten la misma pantalla. Y así como están las cosas ni siquiera le queda el salvavidas del zapping. Salvo que todavía no haya visto ese film que se emite por centésima vez en el reiterativo universo del cable.





