En junio de 1998, en la edición número 3 de la revista, el ex cantante de Memphis se sinceró y dio su perspectiva sobre el género
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Memphis la blusera consagró sus veinte años de existencia a tocar el blues desde una perspectiva musical abierta, que la lleva a comulgar con el jazz, el boogie-woogie y un poco de rock. Con esos elementos, los músicos atravesaron su etapa fundacional, su inserción en el núcleo de bandas establecidas, el tiempo del bardo y las peleas de bar, y su momento actual, convertidos en un estándar que no se ha quedado anclado en su estética. A punto de entrar en estudios para registrar un nuevo álbum (que se llamaría Tanguito o Tangazo), Adrián Otero, el cantante de la Memphis, habla sobre qué significa tocar blues en 1998 y de los puntos de contacto de su música con el tango. Todo eso, mientras esquiva camiones conduciendo por la avenida Pueyrredón.
¿Cómo es esto del blues porteño?
Hicimos una apropiación cultural por medio del blues y extrapolamos algunos elementos que combinamos con cosas de esta ciudad, lo que derivó en algo nuevo. Es una forma de expresión que no está encerrada en doce compases. No contamos historias que tienen que ver con los afroamericanos, sino historias que llevan una marca fuertemente porteña. A lo mejor eso nos emparienta, de alguna manera, con el tango.
¿Un folklore urbano?
Sí, pero lo nuestro es blues urbano, por eso te menciono el tango. Porque tiene que ver con la cultura argentina. Yo no estoy de acuerdo con ese rock latinoamericano que apareció ahora. Pero sí podemos hablar de un blues argentino. Desde mi punto de vista porteño, eso de latinoamericanizar el rock me parece que no es real, porque nosotros tenemos poco que ver con otros pueblos hermanos. Quizá tengamos más que ver con pueblos de otros continentes. Culturalmente, Buenos Aires está en otro plano.
¿Cómo tomaste contacto con el blues?
Con los discos de papá, que escuchaba a Louis Arm-strong, Ella Fitzgerald... ése es el primer registro que tengo. Recuerdo a mi viejo en el living escuchando "Saint Louis Blues", y en esa época escuché mis primeros tangos. Yo nací en 1955 y te estoy hablando de 1959.
¿Y cómo adaptaste la esencia del blues norteamericano a tu gusto porteño?
Primero escuché a Manal y me interesó la temática urbana, un poco más costumbrista que la otra vertiente, la del rock volado. Adherí a la corriente urbana por una cuestión de temperamento y estilo; es mi manera de ver la realidad. Yo soy hincha de Roberto Arlt. ¿Por qué el blues? Creo que en esos doce compases encontré un lugar desde donde se podían contar historias urbanas fuertes. El blues es bien expresionista: hay que pelar a la hora del solo, y se sufre si hay que contar una historia triste. Y cuando llegan el ritmo y la alegría, el swing es incontenible. Yo no sé si las culturas afroamericanas conservaron eso: hoy los negros de los Estados Unidos escuchan rap y hip-hop.
Ustedes fueron los primeros en definirse como hombres de barrio. Recuerdo aquel "Mataderos blues", de 1979.
Creo que mi aporte como letrista es que, sobre la base de la descripción urbana que Javier Martínez hizo con Manal, a ese paisaje le pongo muñecos que caminan, que sufren, que ríen. "Mataderos blues" no es la descripción del barrio como lo fue "Avellaneda blues", sino que es un tipo que está sentado en un bodegón y tiene un interlocutor que le dice un piropo a una chica que trabaja en la fábrica. Ahí aparecen los personajes, los muñecotes.
¿Porqué está tan presente el alcohol en el blues? El humo, el alcohol, la noche. No sé. En mi caso, porque soy alcohólico.
¿Sos o eras?
Soy, pero me contengo. Por eso me contengo: porque soy alcohólico (risas). Hicimos un tema llamado "Gin y cerveza", trago explosivo y traidor; el protagonista de la canción lo pide y describe una situación de angustia. "La vida es dicha adversidad/ algo raro hay en el aire/ ¿qué estará por suceder?/ ¿Será algo bueno esta vez?/ ¿O va a ser todo siempre igual?" Después está "Estaño de bar", con un curda acodado en la barra. El tema del alcohol es recurrente en el tango y en la zamba, donde es más celebratorio. En el tango y en el blues el alcohol es más para olvidar y llorar. Pero se usa en todas las músicas populares: la mexicana, la boliviana. Y ni hablar del famoso "Barrilito de cerveza".
¿Hay una auténtica cultura blusera en Buenos Aires?
Creo que hay una secta que escucha blues fanáticamente y conoce mucho; sabe más que los habitantes de Chicago, a lo mejor. Y después están quienes se acercan desde el punto de vista popular, los que no saben bien si son bluseros; ellos son el sector mayoritario. Los puristas no nos vienen a escuchar, no comprenden lo popular de Memphis.
El blues argentino, ¿es sólo un fenómeno porteño?
No, siempre que fuimos al interior hemos tocado con bandas de blues del lugar. En Tucumán, en Neuquén, en Bariloche, en La Pampa, en Córdoba ni hablar, en Comodoro Rivadavia... Las de Córdoba y las de Tucumán son buenísimas. Lo que pasa es que su blues deriva un poco de lo que hacemos nosotros; hay una banda de Neuquén que se llama La Bifurcada, como nuestro tema. Pero no tiene nada de malo: nosotros también hemos aprendido de quienes nos precedieron en la vida
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