"Harry Potter" se renueva
"Harry Potter y el prisionero de Azkaban" ("Harry Potter and the Prisoner of Azkaban", Estados Unidos/2004). Dirección: Alfonso Cuarón. Con Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson, Gary Oldman, David Thewlis, Michael Gambon, Alan Rickman, Maggie Smith, Robbie Coltrane, Emma Thompson, Julie Walters y Julie Christie. Guión: Steve Kloves, basado en el libro de J. K. Rowling. Fotografía: Michael Seresin. Música: John Williams. Edición: Steven Weisberg. Presentada por Warner Bros. Duración: 136 minutos. Apta para todo público.
Nuestra opinión: muy buena
El ingreso del talentoso director mexicano Alfonso Cuarón en reemplazo del impersonal Chris Columbus ha provocado un notable salto artístico en la saga de "Harry Potter". Esta tercera entrega cinematográfica, basada en los best-sellers de J. K. Rowling, no sólo es mucho más ambiciosa y audaz en términos visuales y narrativos que sus dos predecesoras, sino que conlleva además una fuerte dosis de riesgo para una franquicia que, incluso apelando a una suerte de "piloto automático", ya tenía asegurada su llegada masiva a un público cautivo (niños y adolescentes acompañados por sus padres) que continúa en las salas el fenómeno editorial.
Cuarón ya había demostrado su osadía y su categoría como realizador tanto en sus producciones mexicanas ("Sólo con tu pareja", "Y tu mamá también") como en las transposiciones literarias que concretó para Hollywood ("Grandes esperanzas" y una excelente versión del clásico infantil "La princesita"). Pero -como ha ocurrido en la mayoría de los casos- podía esperarse que resignara buena parte de sus búsquedas y destellos autorales en pos de moldear y sostener una producción prefabricada y accesible.
Nada de eso. En un bienvenido (y brusco) giro de timón, Cuarón convirtió a "El prisionero de Azkabán" en una película oscura y exigente (casi vanguardista, si se tiene en cuenta que estamos en el reino de las multimillonarias sagas fantásticas destinadas al consumo familiar globalizado) que, por momentos, coquetea con los géneros más extremos y que, así como puede fascinar a ciertos adultos que antes se sentían completamente afuera de las aventuras más bien inocentonas del niño-mago-huérfano Harry Potter, también es capaz de provocar más de un escozor en el público más menudo por el efecto casi aterrador de varias de sus secuencias.
Desde la primera toma, vemos que algo ha cambiado de manera contundente en este tercer opus: la imagen. Lejos de los brillos y los colores fuertes con que trabajaron antes los directores de fotografía John Seale y Roger Pratt, Cuarón y el neozelandés Michael Seresin optaron por tonalidades más apagadas (pero muy elaboradas) que sintonizan a la perfección con el estado de miedo, angustia, soledad y melancolía por el que ahora atraviesa el ya adolescente Potter.
En su tercer año en la escuela de magos de Hogwarts, el protagonista no sólo debe enfrentar los desafíos de la enseñanza y los retos de sus habituales rivales de Slytherin, sino también una nueva y mayor amenaza: Sirius Black (Gary Oldman), un asesino despiadado, seguidor de Lord Voldemort, que ha sido el único en la historia en escapar, tras doce años de encierro, de la temible cárcel de Azkabán. Su único objetivo, en apariencia, es aniquilar a Harry.
Con el paso del tiempo (han transcurrido casi tres años desde el estreno de la primera entrega), los actores que interpretan al trío de inseparables amigos que conforman Harry, Hermione y Ron han crecido a la par de un público que ha seguido de cerca su evolución (maduración) física y psicológica. Ahora, gracias al interés y la sensibilidad que ha puesto Cuarón en este terreno, los personajes son mucho más ricos y complejos, incluso en sus traumas y contradicciones.
Claro que no por esa profundización en los vericuetos afectivos y existenciales "El prisionero de Azkabán" se ha convertido en un drama intimista. Más allá de las apuntadas exigencias que tiene en términos formales y estructurales (hay una larga secuencia con un exquisito juego temporal en la línea de "Terminator", con los protagonistas duplicados en pantalla), la película ofrece unas cuantas atracciones que -a partir de las posibilidades casi ilimitadas de los efectos visuales- fascinarán a los distintos segmentos de público: desde los temibles Dementores hasta Backbeak, una mezcla entre águila y caballo llamada Hipogrifo, pasando por el Autobús Nocturno, que recorre las calles a contramano.
Si a ese despliegue (para nada artificial ni ostentoso) que acentúa la tónica fantástica del relato se le agregan actores de primer nivel (en esta tercera entrega se suman al elenco Gary Oldman, David Thewlis, Michael Gambon, Emma Thompson, Julie Christie y Timothy Spall) y el desparpajo de un cineasta de la jerarquía de Cuarón, "Harry Potter y el prisionero de Azkabán" ya no sólo sobresale de manera nítida dentro de la saga, sino que se incorpora con fuerza a las grandes producciones de aventuras que han elevado en los últimos años el discreto nivel creativo que venía ofreciendo la factoría de Hollywood.
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