La Academia no está hecha de robots
La reacción de quienes estábamos en Los Ángeles fue de shock. Si hay algo que caracterizó siempre a la Academia fue la transparencia y el orden en los procesos con los que se otorgan los Oscar. Lo que pasó fue algo insólito. Hay leyendas de otras situaciones similares a la de anteanoche, como la de Marisa Tomei, que se cree que recibió una estatuilla porque Jack Palance, encargado de anunciar el premio, se lo entregó a ella porque quiso. Pero eso es algo no comprobado, un mito.
En mi opinión, más allá de las responsabilidades que quepan por el error, este hecho humaniza los premios. Demuestra que no son fruto de un proceso gestionado a control remoto por robots y eso los hace más interesantes para los espectadores.
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