La bella del tango

El teatro musical despierta pasiones. Genera verdaderos militantes de una disciplina compleja que tan pocas oportunidades tiene en una plaza teatral como Buenos Aires. Los espectáculos de ese tipo suelen estar encabezados por nombres de convocatoria que, para su lucimiento, siempre requieren de una troupe de artistas dispuestos a dejar todo en un escenario.

Ellos, la camada de la segunda línea, pocas veces tienen sus propias oportunidades. Será por eso que están acostumbrados a crearlas, a pelearlas. A grandes rasgos, ésa podría ser la historia de Alejandra Radano y Diego Bros. Actualmente están trabajando en "La Bella y la Bestia", pero, seguramente, necesitaban hacer algo más porque les sobraba energía. De ese impulso creador es que habrá nacido "Tango Reviú". El musical transita la ruta del tango en un recorrido que va desde la reelaboración de escenas del cine argentino hasta la revista porteña, pasando por la versión del tango for export .

A lo largo de las 27 canciones que componen el espectáculo, la pareja propone una visión no exenta de comicidad, hecha a todo pulmón. Porque en el mínimo escenario del Foro Gandhi los dos artistas se las ingenian para proponer nuevas imágenes todo el tiempo. En esto, el rico vestuario y la compaginación musical cumplen papeles fundamentales.

Radano, actriz completa

Alejandra Radano demuestra ser una actriz completa que maneja a la perfección la cuerda de la ironía. En algunos cuadros, sus personajes hacen recordar a la maravillosa Niní Marshall (casi nada). Bros prefiere la cuerda de la comicidad basada en gags, muecas y remates. Sus personajes son más planos, sin tantos vericuetos. Será por eso que su trabajo no alcanza el brillo que tiene su partenaire. A lo sumo, su labor como coreógrafo adquiere mayor lucimiento. En cuadros como Cascarita, Julio y Margarita o Fiebre de Tango alcanzan momentos de excelente nivel. Algo parecido al recitado que Radano hace de "La Reina del Plata". Pero "Tango-Reviú" tiene varios problemas de estructura que debilitan al resultado. El montaje es innecesariamente extenso y posee varios baches, la mayoría de ellos cuando el pianista Gaby Goldman queda solo en la escena intentando disimular los tiempos muertos que generan los cambios de vestuario.

En este proyecto da la impresión de que primó el entusiasmo de mostrar todo el talento disponible (que no es poco) antes de cuidar el todo. Si se ajustara el trabajo, se logrará un producto mucho más contundente.

Por Alejandro Cruz

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