
La Fenix sigue sonando
Tiene 28 años de existencia y un récord difícil de igualar: desde 1978 toca en el mismo escenario
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Es evidente que Buenos Aires es un reservorio del jazz tradicional. Quizá como en ninguna otra ciudad, las bandas de hot jazz o dixieland encuentran un público tan presto a disfrutar de la música sincopada como el que en la década del 20 se desvivía por el gran director de orquesta y cornetista King Oliver, por su discípulo Louis Armstrong y por el álter ego blanco, Bix Beiderbecke.
De la variada gama de grupos que los fines de semana aparecen, básicamente, en el centro del jazz tradicional, el Café Tortoni, se destaca la Fenix Jazz Bad, no sólo por tener una existencia a prueba de balas, 28 años desde su creación, sino por su increíble continuidad. Desde 1978 el septeto, que aún conserva a cuatro de sus integrantes originales, sube al escenario de la bodega del histórico café de Avenida de Mayo al 900. El encuentro en la redacción de La Nación fue con Guillermo Riportella, Héctor García y Ezequiel Pallejá, banjo, tuba y piano, respectivamente. Los dos primeros, además, son miembros fundadores del combo.
"La Fenix nació en mi casa de Ramos Mejía; hacia comienzos de 1973 nos reuníamos para zapar; éramos un grupo de jóvenes inquietos con muchos deseos de tocar", señala Riportella, aunque admite que al comienzo no había mucho jazz en su repertorio. Según el tubista Héctor García, después de algún tiempo quienes se reunían en la casa de Riportella comenzaron a recorrer el intenso camino que lleva a Nueva Orleáns.
"Tanto mis hermanos mayores como mi padre escuchaban jazz. Era una presencia permanente la música de Nueva Orleáns. De ahí surgió nuestra inclinación por el dixieland", agrega Riportella.
Tras los primeros ensayos, el grupo se siente listo y comienza a transitar por boliches y clubes. Por entonces, nadie hubiera dicho que llegarían a realizar diez giras por festivales internacionales, en los cuales no sólo ganaron un apreciado prestigio dentro de la música dixie, sino que también consolidaron una fuerte personalidad musical.
El desembarco
Cansada de un circuito virtualmente inexistente en la Argentina, la Fenix decidió producir sus propios shows, una actitud inédita, pues hasta ese momento los grupos actuaban con cachet y no se soñaba con que las propias bandas asumiesen la producción de los espectáculos. En la actualidad, desde los Redondos de Ricota hasta las bandas de barrio, de cualquier género, tratan de producir sus propios shows.
"Es que las condiciones eran absurdas; actuábamos en lugares imposibles y donde no se respetaban los horarios. Clubes con nombres históricos, todos referidos al jazz, en los que faltaba por completo el respeto hacia el público y a los artistas. Ahí dijimos basta", añade García, que desempeña en el grupo el papel de comunicador. En realidad, cada integrante cumple alguna función técnica. Desde dar a conocer los shows hasta buscar lugares de ensayo, ampliar el repertorio, relacionarse con el exterior son tareas designadas de antemano, lo cual evita inconvenientes y desgastantes superposiciones. "Esta división del trabajo hizo mucho por nuestra unidad", agrega Pallejá.
Y así la Fenix, junto con Ulises Barrera (h.), se reunió con los Fanego, propietarios del Tortoni. Riportella recuerda que, hasta ese momento, hacia 1978, en el café había tango y poesía y el clima estaba bastante caído, pero la relación que establecieron con los dueños determinó que se quedasen.
"Fue bastante charlado en el grupo si era conveniente o no tocar en el Tortoni, y nos decidimos en vista del prestigio que tenía su nombre. Desde ese momento el ciclo se llamó Sábado a la noche ... jazz", señala este banjoísta elegido para participar de la All Stars de la aldea global en el Festival de Dixie de Sacramento, en 1984.
Tras este comentario, la charla toma otro rumbo, el de las participaciones de la Fenix en el exterior.
"A fines de 1983, un periodista norteamericano nos escucha en el Tortoni y decide gestionar nuestra participación en el festival Sacramento Dixieland Jubilee, el más famoso del jazz tradicional blanco. Fueron encuentros importantes, pues nos permitieron asentarnos como músicos", señala García.
Después de Sacramento vendrían participaciones en los festivales de Los Angeles, de Central City, en Colorado, en San Diego, en Salem, en Oregon, nuevamente en Sacramento y en Vancouver.
"Mientras que en Buenos Aires sólo nos presentamos en el Tortoni, y esto significa un show semanal de dos horas, en los festivales hemos llegado a tener tres entradas de dos horas cada una. Son entradas o sets en los que el grupo debe rápidamente alcanzar su mejor nivel. El público conoce mucho sobre esta música y es especialmente exigente", señala Riportella.
Sin duda, los shows en los festivales permitieron al grupo compararse con otras agrupaciones y buscar una forma personal en su modo de expresarse. "Bueno, en realidad nuestra sección rítmica sin contrabajo, pues la tuba lleva ese papel, y banjo, que desempeña el lugar de una ágil guitarra, crea un sonido particular, personal, que es quizá nuestro sello", señala García .
Entre sus anecdotas, relatan la del cierre de unas de sus participaciones en Sacramento. "No sabíamos si cerrar con "Cuando desfilan los santos" (jamás pronuncian los títulos en su idioma original) o el "Gloria, gloria, aleluya", y elegimos este último. La gente lloraba con este tema. El aplauso fue tan fuerte y sentido que duró horas en mi cabeza. Aún hoy lo sigo escuchando", se relame Riportella.
El grupo tiene un estilo basado en la intuición, pues allí nadie lee música. Su sonido acelerado, algo adelante del beat, al revés de la tradición negra, donde la banda cae suavemente detrás del acento rítmico, muestra toda una forma de sentir el dixie.
"Los fundamentalistas del jazz tradicional (un grupo que aunque no es numeroso, presiona para que la tradición no se bastardee) nos atacaron cuando grabamos nada menos que "Summertime", de Gershwin, diciendo que éramos traidores a la causa, pero lo que no entienden es que al público le gusta", sonríe Pallejá.
La realidad es que la Fenix es una de las agrupaciones más vista en la historia del jazz en la Argentina y este fenómeno ha generado en el grupo un fuerte compromiso con su audiencia.
Y aquí retoman su historia en el Tortoni, pues por causa de su fidelidad con el local éste terminó por ser el reducto del jazz tradicional en la Buenos Aires.
Ciertamente, cuando el jazz estaba de capa caída en la ciudad, hace unos años, los grupos como la Fenix sostuvieron el género, pues cada fin de semana recordaban que el jazz seguía vivo, aunque dolorosamente dormido. En la actualidad, la convivencia entre distintos estilos hace de la Perla del Plata uno de los lugares más interesantes para quienes aman esta música.
"Buscamos que el público se sienta cómodo con nuestra música. Existen reales prejuicios respecto del jazz por ser un género complicado para escuchar. Pues bien, nuestra actitud es exactamente la contraria. Nuestro show quiere mostrar lo sencillo que es disfrutar de esta música, tan rítmica y comprensible para el auditorio", añade García, que hizo famosa la frase con que abren el show: "Queremos que ustedes escuchando se diviertan tanto como nosotros nos vamos a divertir tocando..."
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