
La historia hecha show
El asombroso musical de zamba con San Martín / Dirección general: Leandro Panetta / Dirección artística: Sebastián Mignogna / Dirección de actores: Martín Joab / Dirección musical: Leo Sujatovich, sobre temas de Soledad, Kevin Johansen y La Mosca y otros / Dirección de arte: Cristina Nigro / Escenografía y muñecos gigantes: Adriana Maestri / Iluminación: Pablo Alfieri / Vestuario: Laura Molina / Coreografía: Valeria Narváez / Intérpretes: Ignacio Galletti, Verónica Reinoso, Francisco Prieto, Leandro Silva, José Frías, Carlos Cécere, María Pilar Rodríguez Rey, Alejandro Szadurski, Gerardo Porión, Sebastián Barrientos y elenco / Sala: Pabellón Bicentenario, Tecnópolis / Funciones: todos los días, a las 15, hasta el 28 de julio / Entrada libre.
Nuestra opinión: muy buena
Llevar un dibujo animado al teatro es un desafío muchas veces transitado y pocas veces logrado con resultados artísticamente satisfactorios. Los éxitos de la pantalla se trasladan en general con torpeza al escenario, convirtiendo la trasposición de género en un desfile de muñecotes sin gracia. No es éste el caso. La versión de Las aventuras de Zamba , el dibujo animado del canal PakaPaka, estrenada en Tecnópolis, apela a una inteligente mixtura de múltiples recursos para sustentar una identidad propia y atractiva, sin por ello dejar de lado la referencia fiel a su formato de origen.
La gesta sanmartiniana transita escenas de batallas en las que se despliegan infantería y caballería en grandes movimientos tácticos y gran cantidad de pequeñas escenas de valentía y temor, lealtades y traiciones, de osadía temeraria y prudencia visionaria. Pasa también por el épico cruce de los Andes, en el que es el viento gélido el principal enemigo. Los soldados apenas pueden sostenerse contra las ráfagas, varios vuelan por los aires como hojas en la ventisca. Todo el amplio Pabellón Bicentenario se ve envuelto en una fina nevada.
No falta tampoco la escena de cortejo con Remedios de Escalada, marcando un contraste con el ajetreo bélico. Ni el cruce con Simón Bolívar, que irrumpe desde los aires cual rockstar, convencido de su estrellato en el firmamento de los libertadores. Siempre con la presencia del pequeño Zamba, el alumno de guardapolvo blanco que acompaña la historia, en este caso como ayudante de San Martín.
La espectacularidad no cae en falsas solemnidades. El humor es una constante. La oposición entre buenos y malos es más marcada de lo que permitiría un tratado de historia; el capitán de los españoles es un verdadero energúmeno malvado. Pero es claro que ello forma parte de los códigos del cómic, que se representa fidedignamente sobre el ancho escenario, con todo su repentismo y efectos sorprendentes.
Leandro Panetta, quien ya se había lucido con la versión teatral de El hombre araña hace unas temporadas, logró imprimirle a El asombroso musical de Zamba con San Martín un ritmo realmente asombroso, lejano a tentaciones didácticas, sin por ello torcer el rumbo de la historia tal cual se conoce por los manuales. A diferencia del dibujo, que tiene un destino escolar, el show no se detiene prácticamente en repasos explicativos. Avanza con la historia -y la música-, como si se estuviera en medio de la misma.
Los anacronismos que se mechan en la trama cumplen su funcionalidad cómica y a la vez sirven de acercamiento a la comprensión desde la actualidad, sin que ello implique que nadie tenga que creer que Bolívar realmente proclamaba su superioridad por un micrófono. La dirección de actores de Martín Joab subraya la comicidad y atiende a cada detalle de los grandes cuadros de masas, tanto como a la singularidad de las escenas protagonizadas sólo por unos pocos personajes centrales, personificados con máscaras que replican perfectamente el dibujo animado, pero con gran plasticidad de movimiento.
La utilización de dos pantallas laterales permite ampliar recortes de la escena, en una especie de zoom o al modo de los grandes recitales. La gran pantalla tras el escenario central juega, en tanto, alternativamente como dinámico fondo escenográfico o como expresivo comentario de la acción desarrollada, una especie de coro en estética del cómic. La eficaz utilización del espacio, no sólo a lo ancho y largo, sino también en altura e incluso por sobre el público, genera un efecto envolvente que incluye a todos en un show histórico sin desperdicio.
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