La recibieron al grito de “te amamos” y estuvo nueve días en la cárcel: a diez años de Moria Casán presa en Paraguay
Ocurrió en 2015, cuando La One viajó a hacerle frente a una denuncia realizada por un joyero; compartió celda en el penal del Buen Pastor y escribió, así, una de las páginas más bizarras de su carrera
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Cuando Moria Casán cruzó el portón del penal de mujeres del Buen Pastor, en Asunción, no hubo silencio ni hostilidad. Al contrario: aplausos, gritos y una bienvenida inesperada la acompañaron hasta el pabellón. “¡Moria, te queremos!”, la vivaron las internas y futuras compañeras de pabellón. Era el martes 15 de diciembre de 2015 y la diva argentina acababa de quedar registrada como la detenida número 453. Así comenzaban nueve días de encierro que, diez años después, siguen siendo uno de los capítulos más insólitos de su vida pública.
Había viajado convencida de que todo se resolvería rápido. Su intención era cerrar definitivamente una causa abierta desde 2012 por la desaparición de un collar que un joyero paraguayo, Armando Benítez, le había prestado para un evento realizado en el edificio de la Conmebol. La gargantilla, según la denuncia, estaba valuada en 80 mil dólares. Para Moria, en cambio, el valor del objeto era discutible y, la acusación, injusta.
Días antes del viaje, sus abogados, Víctor Stinfale y Matías Morla, intentaron que analizara muy bien la decisión. Sabían que su llegada podía provocar un cimbronazo judicial. Morla explicaría tiempo después la estrategia que implementaron: “Apenas nos enteramos que desde Paraguay existía un pedido de extradición nos presentamos en el Juzgado de Morón y logramos que se declarara la no extradición de Moria. Aun así, ella decidió presentarse voluntariamente en Asunción. Demostró una valentía que nadie hubiese tenido”. Y agregó: “Sabía perfectamente a lo que se exponía, pero le sobró coraje porque quería resolver la situación de una vez por todas”.

El lunes 14 de diciembre, apenas aterrizó en el aeropuerto Silvio Pettirossi, fue detenida por efectivos del Departamento de Investigación de Delitos. Pasó primero por el Hospital de Policía para los controles médicos y luego quedó alojada en la Comisaría de Mujeres, a la espera de la audiencia judicial. La defensa paraguaya, a cargo de la doctora Miriam Areco Amaral, solicitó prisión domiciliaria y ofreció una fianza de 210 mil dólares, pero la jueza Dina Marchuk rechazó el pedido y ordenó su traslado al penal, al argumentar que la imputada no tenía arraigo en el país.

El clima judicial ya estaba cargado. Declaraciones irónicas que Moria había hecho en una visita anterior —incluida una broma donde habló de una “sobredosis de tereré”— no habían caído bien en ciertos sectores. La prensa local amplificaba el escándalo con titulares que contrastaban el glamour de la vedette con la crudeza del encierro.

La One, pase lo que pase
En el Buen Pastor, una cárcel antigua y superpoblada, con pabellones precarios y talleres de oficio, Moria intentó atravesar la situación sin dramatizar. Se adaptó a la rutina y recibió la ayuda de sus compañeras, que la atendieron en la peluquería del penal. “Me hicieron las manos, los pies, me peinaron, se portaron como unas reinas”, contó después. Un informe pericial determinó su impecable estado de salud: “Se encontraba vigil, orientada y colaboradora”.

La causa que la había llevado hasta allí se remontaba al 27 de julio de 2012, cuando encabezó el llamado “Moria Fashion Show” en Luque. Benítez le había facilitado un juego de alhajas para lucir en escena. Según el joyero, existía un acuerdo económico; según Casán, no. Al finalizar el evento, las joyas no aparecieron. Su asistente, Aldo “Galo” Soto, declaró que se las quitó porque le provocaban alergia. Benítez reclamó, no las encontró y denunció el hecho al día siguiente.

En aquel momento, Moria fue demorada, declaró ante la fiscal Celeste Campos Ross y quedó en libertad. Regresó a Buenos Aires mientras el expediente seguía abierto. Tres años después, la causa volvió a activarse de la manera más inesperada.
Desde la Argentina, sus abogados seguían cada paso. Morla explicó que la tarea jurídica en Paraguay no fue sencilla: “Había que intervenir respetando las leyes de otro país, atender las urgencias de la imputada y hacerlo todo contrarreloj. Estar detenida no es fácil para nadie, y menos siendo extranjero”. “No todos logran atravesar esa experiencia y salir sin problemas. Moria lo soportó con valentía, pero también con alegría”, señaló.
Según el abogado, su actitud fue clave: “Esperó sin apurarse, se sometió al proceso sin pedir privilegios y cumplió con cada exigencia judicial. Fue una más de las internas. Todas la miraban con respeto y devoción, y eso nos permitió a nosotros trabajar con tranquilidad”. El objetivo era claro: lograr la libertad condicional antes de las Fiestas. Paraguay, sin embargo, imponía trabas constantes.
Finalmente, el 23 de diciembre de 2015, tras nueve días detenida, Moria recuperó la libertad y volvió a la Argentina. Más adelante, con escritos, presentaciones técnicas y nuevas audiencias, la defensa comandada por Stinfale y Morla -con la colaboración de sus colegas paraguayas- consiguieron cerrar definitivamente la causa en febrero de 2018. Así, dejaron a Casán en plena libertad para moverse sin restricciones.
Diez años después, el episodio sigue funcionando como una postal improbable: una diva del espectáculo argentino detenida en el extranjero por un collar de valor discutido, atravesando una cárcel histórica, sostenida por su carácter, el respaldo popular y una estrategia legal que, contra todos los pronósticos, la devolvió a casa antes de que terminara el año.
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