Los crímenes de Åre, dos historias de la nueva camada literaria del scandi-noir
La serie creada por la escritora y abogada sueca Viveca Sten inspira el nuevo estreno de Netflix, que concentra en sus cinco episodios las dos primeras novelas de la autora
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Los crímenes de Åre (Suecia/2025). Dirección: Alain Darborg, Joakim Elliasson. Guion: Karin Gidfors, Jimmy Lindgren, Viveca Sten. Elenco: Carla Sehn, Kardo Razzazi, Amalia Holm, Charlie Gustafsson, Moa Stefansdotter. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
La vigencia del scandi-noir -también conocido como nordic noir- se afirma en la capacidad de su universo de absorber temas de la agenda contemporánea -violencia de género, trata de personas, crisis migrante- bajo las coordenadas de un estilo autóctono, definido por el ambiente y la climatología. Y el mérito del streaming ha consistido en apropiarse desde las imágenes de un mundo nacido en la literatura, desplegado en esta reinvención de la ‘serie negra’ que encararon los nórdicos, y en la gestación de sagas literarias adictivas. Viveca Sten es una de las escritoras de esta corriente -cuya serie literaria Los crímenes de Sandhamm fue la que le dio el mayor éxito- y su nueva creación, Los crímenes de Åre -ambientada en esa región al centro-oeste de Suecia-, inspiró el nuevo estreno de Netflix, concentrando en sus cinco episodios las dos primeras novelas de la serie: Oculto en la nieve (2020) y Oculto en las sombras (2021). Las dos historias se amalgaman de manera un tanto arbitraria, unidas por la continuidad del mismo equipo de investigación, y ese concepto unitario permite explorar -más allá de la anécdota de cada crimen- el corazón de este género literario que se ha convertido ya en un clásico del streaming.
El scandi- noir tiene varias constantes que Los crímenes de Åre respeta a rajatabla. La primera es su ambientación en una zona rural, alejada de las grandes urbes, signada por cierto aislamiento y definida por una comunidad pequeña y algo cerrada. Eso es Åre, un centro de esquí en Suecia, rodeado de bosques de coníferas, con rutas angostas que recorren el paisaje nevado y una población en la que todos se conocen, salvo los empleados temporales que llegan a la estación turística. La segunda es el clima invernal, con nieve permanente, entornos helados y tormentas que se avecinan. Ambas constantes son utilizadas por las tramas que en general aprovechan el aislamiento y el clima hostil como alimento del suspenso. La tercera es la definición del investigador o investigadora como un personaje atribulado, con un trauma reciente, laboral o familiar, que alimenta su heterodoxo compromiso emocional en la pesquisa de los crímenes. Como cuarto componente podríamos pensar al trasfondo del crimen, a menudo arraigado en secretos ocultos en la comunidad, historias familiares, abusos sexuales, negocios turbios o entramados de corrupción.

Con la intervención de la propia Sten en los guiones y un gran trabajo de dirección en los exteriores, Los crímenes de Åre cumple con las constantes en sus dos historias y profundiza el alma oscura que las une, definida por algo más que la emergencia del crimen: la latencia de un mal interior. La primera historia, titulada ‘Muerte en las montañas’, comienza con la desaparición de Amanda (Fredie Moston-Jacob), una adolescente cuyas últimas horas de vida transcurren en una fiesta con sus amigos, un viaje en bicicleta de regreso a casa, y un encuentro con un auto en la ruta desierta durante la noche. A partir de allí, la narrativa se bifurca entre el trabajo de investigación, comandado por policías de la zona primero y luego por el liderazgo intuitivo de Hanna Ahlander (Carla Sehn), una oficial de la policía de Estocolmo, con un engaño amoroso en el pasado y una investigación de asuntos internos a cuestas, dispuesta a desafiar su baja por licencia e involucrarse en el caso.
La segunda línea narrativa incluye a los posibles sospechosos, partiendo de la propia familia de Amanda, los compañeros del colegio, el entorno laboral de la comunidad y los amores pasados de la víctima. A diferencia de otras series, más preocupadas en ocultar sus cartas y en esconder las dobleces de la trama, Los crímenes de Åre es directa y se dirige a lo esencial, pensar al crimen como retrato de lo que anida en las entrañas de la comunidad, síntoma de sus contradicciones y revelación de la apariencia engañosa de esa armonía provinciana. La puesta en escena aprovecha la oscuridad y el entorno hostil e inclemente; la celebración de Santa Lucía en diciembre es el marco de la fiesta del comienzo y de la desaparición de Amanda, y hacia la resolución una feroz tormenta de nieve envuelve una persecución electrizante.

La segunda de las historias, Muerte en las sombras, que ocupa los dos últimos episodios, decrece en tensión, despeja a la figura de Hanna como centro y se concentra en su compañero de investigación, el detective Daniel Lindskog (Kardo Razzazi), quien estaba a punto de obtener una licencia por paternidad cuando aparece un cadáver desmembrado bajo el llamado “puente de los suicidios” en Åre. El inicial recelo que despertaba Hanna en Daniel, luego transformado en cierta tensión sexual hacia el final del primer caso, ahora se convierte en el compañerismo habitual, seco y operativo -aunque con toques de humor-, que une a las parejas de detectives en el scandi-noir. Sin levantar la apuesta de la primera historia, Muerte en las sombras tiene un claro espíritu de continuidad sobre la tradición del género y su astuta reformulación del policial.
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