
"Los pueblos inteligentes cuidan los murciélagos"
Por Luis Aubele
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"Mi interés por los bichos nació cuando Humberto, mi padre, me regaló dos pequeños libros: El maravilloso mundo de los insectos y El mar . Tendría 9 años y los devoré. Además, pasé a ser una de las extravagancias de las fiestas familiares: todos querían escuchar de mis labios cosas sorprendentes como cuántas veces por segundo movía las alas una mosca o qué era una estrella de mar o una hormiga león", recuerda Luis Cappozzo, biólogo marino y autor de Agua salada y sangre caliente y La sal de la vida .
"Desde entonces nunca dejé de estudiar e investigar. De maravillarme y sorprenderme cada vez que observaba los movimientos de un microorganismo en el microscopio. Creo que eso es la base de la vida de un científico, porque cuando uno deja de maravillarse se transforma en un burócrata", agrega.
Cappozzo es el responsable del laboratorio de ecología, comportamiento y mamíferos marinos del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y director de la Estación Hidrobiológica de Puerto Quequén. Tiene dos doctorados, uno de la Universidad de Buenos Aires y otro de la Universidad de Barcelona.
"Es difícil aburrirse investigando la naturaleza. Conocemos sólo el 15% de los seres vivos que nos rodean, seres vivos que son producto de largos procesos de prueba y error, los mejor adaptados para interactuar. Un error común es creer que en la evolución sobreviven únicamente los organismos más fuertes y no es así. Sobreviven los que mejor se adaptan a un medio natural siempre cambiante. Otro error, producto del miedo y la falta de conocimiento (¡algo terrible!), hizo a los seres humanos imaginar que hay animales buenos y malos", apunta.
-¿Animales malos?
-A través del tiempo fuimos inventando una lista negra que incluía gorilas, tiburones, murciélagos, lobos, orcas, a las que rebautizamos ballenas asesinas, etcétera. Hay pueblos que cuando capturan un murciélago lo queman vivo porque su tradición lo relaciona con lo crepuscular, lo demoníaco. Pero los pueblos inteligentes cuidan los murciélagos porque mantienen el equilibrio ambiental al alimentarse de insectos nocivos para al hombre. Y existen muchos mitos sobre los ataques de tiburones al hombre.
-¿Los tiburones no son peligrosos?
-No es que sean inofensivos, pero no son más peligrosos que un león en su hábitat de la sabana africana. ¿Leyó Moby Dick ? En la novela se narran las aventuras del extraño capitán Ahab para capturar la ballena blanca, un monstruo metafísico. Pero Moby Dick era un cachalote albino, y los cachalotes son cetáceos muy sociables que cazan en grupos a grandes profundidades, entre otras cosas, calamares gigantes.
-¿Explotamos a los animales?
-Sí, pero el problema es que el hombre siempre utilizó un sistema irracional. Cuando descubre una especie que le resulta útil y fácil de capturar, como las ballenas, la explota de manera irresponsable. Hasta que comienza a desaparecer y sólo entonces empieza a estudiar la forma de conservarla, ¡cuando tendría que ser al revés! Ya que hablamos de ballenas, cuando el hombre las descubre como fuente de grasa y sus derivados, caza intensamente la especie más grande, la ballena azul. Una vez que la ballena azul está casi extinguida pasa a explotar la segunda especie en tamaño, y así. De todos modos, hoy, la mayoría de los productos que se extraían de la ballena son tomados de otras fuentes. Se ha progresado en la protección y el cuidado de las especies, pero seguimos teniendo un criterio parcial. Entendemos la necesidad de proteger ballenas y delfines, animales emblemáticos, pero nos desentendemos de la suerte de un gusano que vive entre el lodo del fondo del océano. Y en la naturaleza todos los seres vivos son importantes, porque forman parte de un todo.
-¿Algo para recordar?
-Hace unos años me encontraba realizando estudios en una zona de islas de la Patagonia cuando, cerca del atardecer, notamos un movimiento en la quietud del agua: eran cuatro delfines australes, ¡fabulosos! Uno de ellos se acercó al bote, el agua cristalina permitía observar cómo se inclinaba para poder mirarnos desde debajo del agua. Lentamente introduje la mano en el agua y el delfín se acercó y restregó su vientre a todo lo largo ¡como buscando un mimo!




