
Melero, un cantante de fin de siglo
Recital de Daniel Melero, el miércoles último, en el teatro Margarita Xirgú. Presentación de su disco "Piano" junto a Diego Vainer. Nuestra opinión: muy bueno.
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El escenario en penumbras, un clásico piano negro en un costado, un asiento circular en el centro y un micrófono. Con esta sencilla puesta, Daniel Melero recreó, el miércoles último, un show que rasguña el minimalismo con alma de melodías pop intimistas.
La excusa fue la presentación de "Piano", el disco que recorre la trayectoria de este ecléctico músico pero en formato despojado (solo el piano de Diego Vainer y la voz de Melero), que fue editado primero en Chile y en España y que sólo un año después, con más de un rechazo por parte de las compañías discográficas locales, llegó a las bateas argentinas.
Dos de los representantes más comprometidos con la escena electrónica, como músicos y como productores, al frente de una propuesta clásica. No hubo vanguardia, ni modernidad, ni chiches sonoros extraídos de Internet. Sólo un cantante de aspecto crooner y un delicado pianista al servicio de hermosas melodías.
Durante poco más de una hora, Melero hipnotizó al público con las mismas palabras de sus viejas canciones que, en esta nueva propuesta, toman mayor relevancia y se transforman en la esencia del show.
Como los versos de "Cielo", que el músico interpreta con suavidad y una carga de emoción aún mayor en estas presentaciones: "Después de tanta soledad/ tanto tiempo sin saberte encontrar/ Si es que hay un más allá/ lejos de toda voluntad/ improbable como este lugar/ Quiero verte en el cielo/ te quiero volver a encontrar".
Con personalidad
Camuflado tras unos lentes oscuros, de riguroso traje negro, camisa blanca y sin más armas en la mano que un micrófono, Melero sube al escenario y enfrenta una situación poco común en su ya larga y por demás respetable carrera musical: convertirse, al menos durante la extensión del concierto, en cantante y nada más. Y lo hace bien, con personalidad.
"Herirte" es el tema elegido para abrir la noche y el que precede a dos composiciones, a esta altura, imbatibles: "Trátame suavemente" y "No dejes que llueva". La primera, inmortalizada por Soda Stereo en su primer álbum, allá por 1984. La segunda, del disco debut como solista de Melero, "Conga", de 1988. Ambas han pasado por el filtro de varias versiones y aún mantienen ese aire que sólo poseen las buenas canciones. Esas que con los años suenan aún mejor.
Clasicismo puro
A su lado, Vainer no parece el mismo que les inculcó las máquinas y los chiches electrónicos de última generación a la música de El Otro Yo. Si no todo lo contrario. Clasicismo puro, del mismo que aprendió cuando era apenas un niño.
La lista de temas pasea al público que llenó el teatro -entre los que se encontraban desde artistas como Carca, Rosario Bléfari y María Gabriela Epúmer hasta el flamante secretario de Medios del país, Darío Lopérfido- por los distintos discos del músico.
"Quiero estar entre tus cosas", "Cielo", "Música lenta", "Habitantes". Pero todas confluyen en el cuidado de la melodía y la interpretación pasional de Melero.
Como un romántico de estos tiempos, el músico se esfuerza en cada fraseo para transmitir el sentir de esta relectura de sus letras.
Cuando se acerca el final, aparecen las dos composiciones más nuevas -"Dejaré que el tiempo me alcance" y "Buenas noches"- las únicas registradas bajo ambas firmas de este peculiar dúo.
Casi sin dialogar con la gente que se acercó para escucharlo, Melero se despide con "Descansa en mis brazos", extraído de lo que quizá sea su mejor trabajo, "Rocío", y completa un concierto corto pero de mucha intensidad.
Porque no hace falta pirotecnia sonora ni verbal para conmover. Sino que sólo se necesitan buenas canciones. Y, por supuesto, Melero las tiene, y de a montones.




