
Mijalkov, todo un show
El gran director ruso logró seducir al público, pero se fue molesto por las críticas a su película
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MAR DEL PLATA.- El día después de la proyección de "El barbero de Siberia", del cineasta ruso Nikita Mijalkov, tuvo algo de parecido al final de un platónico amor a la distancia consumado en un corto verano. El apuro por tomar su vuelo de regreso a Rusia, la falta de tiempo (y de voluntad) para hablar con la prensa contrastaron con su humor, su amor para con el público y su energía deportiva desplegada desde el momento en que aterrizó en esta ciudad. Es que Nikita Mijalkov, como un amigo ruso que llega del extranjero, se hizo tiempo para jugar al tenis, impulsó un picadito de fútbol con artistas argentinos y brilló finalmente anoche en la presentación de su ambiciosa película de época "a la americana", la más cara en la historia del cine ruso, que el año último abrió con duras críticas el Festival de Cannes.
Anteanoche, orgulloso hasta por lucir su renquera después del partido, el director de "Ojos negros" dejó enrollada en una butaca una camiseta de la selección argentina y subió al escenario del Teatro Colón, mientras un equipo de filmación iraní a cargo de Mahmoud Kalarí registraba sus pasos para su futura película "Danza con los sueños".
Antes de la proyección de "El barbero de Siberia" -película que él mismo escribió, dirigió, produjo y en la que actúa-, su histrionismo encontró las palabras justas, y en español, para saludar a un teatro colmado de artistas argentinos y buena parte de la comunidad rusa, entre ellos el embajador de ese país. "¿Por qué estoy cojeando? Porque jugué al fútbol en la Argentina ¿Por qué estoy contento de cojear? Porque jugué al fútbol con argentinos", dijo ante la platea exaltada. Faltaban los papelitos. Pero inmediatamente trasladó su inquietud sobre cuál sería la reacción de los espectadores argentinos frente a las duras críticas que su película recibió en su país y en el extranjero: "Lo que espero es que cuando termine no haya menos espectadores que en este momento. Sólo me jactaré de una cosa: a 25 meses de su estreno, "El barbero de Siberia" continúa en cartel en Rusia (se olvidó decir que venció en la concurrencia a "Titanic" y duplicó a "Matrix"). Me salvaron mis espectadores. Porque después de todas las cosas deplorables que se han escrito sobre mí y sobre esta película, si el público no me acompañara sería una catástrofe. Muchos piensan que es un film sobre cómo transcurrió la vida en Rusia a fines del siglo XIX. En realidad, yo hice una película sobre cómo yo quisiera que fuera la vida en Rusia. No es sobre el zar Alejandro III, sobre los juegos o el vodka, sino que trata sobre el hecho de sentirse parte de un todo muy grande y de revivir esa sensación de dignidad y pertenencia a ese todo". Mijalkov permaneció durante el proyección de la película que protagonizan la norteamericana Julia Ormond y el ruso Oleg Menshikov, si bien durante esas tres horas hubo unas cuantas bajas en la platea.
¿Todo el poder?
Al día siguiente, en la conferencia de prensa, el admirado amigo ruso ya no lucía su talante entusiasta. Sus frecuentes críticas al periodismo dejan entrever que las libres opiniones no le caen muy bien. "Cuando en un rodaje alguien me pregunta sobre qué trata una película yo les digo: Los periodistas se lo van a explicar. Uno no elige a qué sector pertenece porque son ellos quienes formulan las reglas", dijo en la conferencia el director de "Sol ardiente", la película merecedora de un Oscar al mejor film extranjero.
La proyección de "El barbero de Siberia" en la apertura de Cannes disparó la controversia. Gran parte de la crítica consideró esta superproducción de 45 millones de dólares, hablada casi totalmente en inglés, "una propaganda" de Rusia para Occidente mediante la exhibición de los más tradicionales clisés rusos en impactantes escenarios, con grandiosos vestuarios y miles de extras. Inclusive se criticó su falta de rigor histórico ante determinados hechos, una "manipulación" que él libremente admitió ante la prensa francesa en pos del "efecto dramático". También sorprendió su admiración por el zar Alejandro III, papel que él mismo interpreta.
Ante la pregunta acerca de si filmó "la película más yanqui en la historia del cine ruso", Mijalkov contestó: "Cuando los periodistas rusos me preguntaron si la había filmado para el extranjero, yo respondí que sí, que lo había hecho para los 150 millones de extranjeros que habitan Rusia. Esto produjo una reacción negativa. Por desgracia olvidamos pronto la dignidad de la historia de nuestro país".
El cineasta ruso es un personaje central de la cultura y la política de su país. No sólo es el presidente de la Russian Cultural Fundation, sino que también dirige la Union of Russian Cinematographers (una especie de Incaa ruso). Y hasta corrieron los rumores de una posible candidatura como presidente de su país. Ante la pregunta de La Nación , Mijalkov dijo que no se considera "un hombre tan ambicioso, con tantas aspiraciones. Pero si puedo ser útil a mi país en cualquier lugar haré lo que corresponda. En Rusia decimos que "el hombre propone y Dios dispone", así que no sé qué sucederá con respecto a eso. En realidad, mi lugar está dentro del cine y en el arte. Y ayudar para la reconstrucción de mi país no me parece mal".
Mijalkov no tiene demasiado tiempo para responder sobre qué ha cambiado en la producción de cine ruso con la perestroika. "Es una larga conversación -admite- que no se puede analizar como un antes y un después, porque está todo interrelacionado. Mucha gente interpretó la palabra libertad como libertad para cualquier cosa. Se acabó la censura, pero también perdimos otras cosas sin las cuales no se puede hacer cine. Muchos empezaron a hacer películas comerciales, pero cuando se acaba el dinero, ¿qué queda? Nada. Creo que no tenemos que caer deslumbrados por esa nueva libertad. En estos años hice "Anna", "Sol ardiente", "Urga" y "El barbero de Siberia", de las cuales no siento ninguna vergüenza. Y no porque sean buenas, sino porque nunca las hice sólo por el éxito, el poder o el dinero. Filmé lo que me parecía y hoy respondo por cada una de ellas."
Al frente de la Unión de Cineastas Rusos, Mijalkov quiere estimular películas que contengan "menos sexo y menos violencia". Y no se muestra muy entusiasta ante las nuevas corrientes cinematográficas en su país, que presentan una versión más descarnada de la situación actual frente a su deseo de impulsar una Rusia digna, fuerte y fiel a sus valores nacionales.
"Durante muchos años nos obligaron a hacer películas sobre cosas buenas y entonces ahora todos quieren hacer películas sobre lo malo. Considero que el cine debe ayudar a sobrevivir en los momentos difíciles, como lo hizo en Italia después de la guerra el neorrealismo. En Rusia muchos quieren denunciar los problemas. Pero ese análisis lo hacen sin sentimientos. Y es imposible hacer arte así. No es arte ruso."
Durante el encuentro con la prensa, Mijalkov se distendió un poco cuando se le recordó a Marcello Mastroianni, el protagonista de "Ojos negros". Sonrió y lo recordó "genial, pero como un niño. Se enojaba y reía como un niño. Cuando el rodaje ya estaba promediando, no necesitábamos hablar, nos entendíamos como lo hacen los perros, con el olfato. El me regaló el mayor halago que he recibido en mi carrera. Me dijo: "Tú no me dejas envejecer. Contigo me siento como me sentía con Fellini". Tengo tantas historias con él en Rusia que lo más probable es que termine el festival y yo siga contándolas. Cada una de esas historias es una película terminada".
También contó que está preparando la secuela de "Sol ardiente". "Será la historia de una chica de 15 años en medio de la guerra. Es una posibilidad maravillosa. Imagínense, retomar la historia de una chica de 6 años cuando ya sea casi una mujer de 15. Se pueden lograr flashbacks muy impactantes". Y prometió volver a la Argentina, con más tiempo para los quehaceres cinematográficos y para dictar "un seminario dirigido a los actores". Pero como ya no tenía más tiempo que para armar su valija, Nikita Mijalkov sonrió con sus ojos grandes y se despidió rumbo al ascensor del hotel.






