
Mike Nichols: el director amado por todos los actores
Ni siquiera en sus obras más crudas y cargadas de dramatismo Mike Nichols renunció a la idea de que el verdadero actor debía ser, ante todo, un gran comediante. "Todo lo que es verdadero siempre guarda en su interior algo de gracioso", solía repetir como máxima este maestro de la ironía y la mordacidad, fallecido en las últimas horas de anteanoche poco después de sufrir un ataque cardíaco. Tenía 83 años y una obra teatral y cinematográfica que disfrutó por varias décadas del éxito, del reconocimiento de la crítica y del público y, en algún caso, hasta nos dejó la convicción de que Nichols había inaugurado, tal vez casi sin proponérselo, un nuevo paradigma.
Algo así ocurrió en 1967, cuando dejó de lado a un galán como Robert Redford y optó en cambio por el retraído Dustin Hoffman para interpretar a Benjamin Braddock en El graduado. Esa decisión, que luego fue saludada como una de las decisiones más revolucionarias en materia de casting jamás tomadas en la historia de Hollywood, le brindó a Nichols el Oscar al mejor director en su segunda película. Un año antes, con su ópera prima (la adaptación al cine de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, con Richard Burton y Elizabeth Taylor), ya había cosechado la primera nominación al máximo premio de la industria.
Las dos claves de la carrera de Nichols aparecen con nitidez en este par de episodios. En primer lugar podría decirse que no hubo director mejor dotado para moverse con igual destreza y talento en esa delgada y compleja línea que separa al teatro del cine. Nichols disfrutaba ambos desafíos y logró altísimos logros en la pantalla grande y en los escenarios de Broadway, cuyas luces se apagarán esta noche durante un minuto en su memoria.
Al mismo tiempo, ese brillante primer paso en el cine ratificó allí lo que Nichols mostraba una y otra vez en sus puestas teatrales previas: talento y perspicacia en dosis inusuales, francamente extraordinarias, para sacar lo mejor de cada uno de sus actores. Eran tan fuertes los lazos que el director estableció con sus intérpretes (casi siempre figuras estelares, de fama mundial) que la noticia del fallecimiento de Nichols produjo ayer en Hollywood y en Broadway la mayor expresión colectiva de tristeza y pesar de los últimos tiempos. "Perdí un amigo irreemplazable, sin el cual no hubiese podido entender el mundo", dijo Meryl Streep. "Mike cambió la vida de todos los que tuvimos la dicha de conocerlo", agregó Tom Hanks.
Varias de esas estrellas decían que Nichols no hacía más que llevar al máximo con ellos sus propias y tempranas experiencias como actor, especialmente en el terreno de la comedia. Antes de convertirse en director de renombre ya era una figura muy popular gracias a las improvisaciones y los números que llevaba adelante junto a la gran Elaine May. A ellos se los identificaba como "los actores más rápidos del mundo", por su talento para la réplica veloz y ácida. En esos shows fue forjando su mirada sobre el mundo, que se dirigía sobre todo a la exploración mordaz y satírica de las relaciones humanas en la sociedad estadounidense, muchas veces enfocada en lo que ocurría, según sus propias palabras, "alrededor de la cama". De esa mirada, además de El graduado y ¿Quién le teme...? también surgieron Conocimiento carnal y Aprendiendo a ser hombre, una de las tantas adaptaciones de la obra de Neil Simon, más frecuentes por cierto en el teatro que en el cine.
Sin haber alcanzado la estatura de autor en sentido estricto, hay que reconocerle a Nichols un talento especial para explorar los efectos del éxito y los riesgos de la fama y del exceso tanto en el terreno del showbiz (basta ver Recuerdos de Hollywood, magnífica adaptación para el cine de las descarnadas memorias de la actriz Carrie Fisher, y la muy exitosa Secretaria ejecutiva, por la que obtuvo otra nominación al Oscar) como en el mundo de la política (Colores primarios, Juego de poder). La misma mirada corrosiva, aunque con una impronta mucho más testimonial, le brindó su cuarta candidatura al Oscar gracias a Silkwood, película inspirada en una historia real en la que una brillante Meryl Streep interpretaba a una mujer contaminada por plutonio en la planta en la que trabajaba.
Cerca y lejos de Hollywood
El mundo de Hollywood le era muy familiar, pero nunca quiso instalarse allí. Prefería Nueva York, su lugar en el mundo, la ciudad a la que llegó con tres años junto a su familia de origen judío, que huía del nazismo (había nacido en Berlín el 6 de noviembre de 1931 como Michael Igor Peschkowski). Siempre recordaba que al llegar sólo sabía dos frases en inglés: "No hablo inglés" y "No quiero que me besen". Con el tiempo, ese idioma se convirtió en la herramienta fundamental de su trabajo artístico, primero como improvisador nato en el mundo de la comedia, y más tarde como director, y uno de los pocos artistas en integrar la privilegada lista (menos de diez personas) en obtener el Oscar, el Emmy, el Grammy y el Tony.
Este último fue el premio que más lo gratificaba, sobre todo porque sentía a través del teatro la posibilidad máxima de trabajar a pleno con los actores. Desde que se inició como puestista, en 1964, con Descalzos en el parque, siempre eligió trabajar con obras muy reconocidas y desarrollarlas en compañía de grandes intérpretes. La última fue una puesta de Muerte de un viajante, con Philip Seymour Hoffman como Willy Loman, en donde se animó a conectar el clásico texto de Arthur Miller con la crisis de las hipotecas y los indignados de Wall Street y la compleja situación económica que por entonces atravesaba Estados Unidos.
Aun sus trabajos menos logrados (El difícil arte de amar, Una segunda oportunidad, Lobo) le dejaban al público siempre algo para disfrutar. Y a Nichols le servían como medicina contra sus males: una infancia poco feliz por los efectos del desarraigo, algunos episodios depresivos, cierta adicción a una medicina contra el insomnio. Al morir trabajaba en una puesta teatral de Master Class, con Meryl Streep como Maria Callas. Difícilmente quede en otras manos. Nadie como Mike Nichols podría haberla llevado adelante.
Las relaciones entre sexos, su gran obsesión
Tres films clave en la larga carrera del cineasta
El graduado (1967)
Retrato de un mundo en el que cambian las costumbres y las relaciones entre los sexos. Consagratoria aparición de Dustin Hoffman (brillante elección de casting), inolvidable soundtrack y el único Oscar como director para Mike Nichols.
Secretaria ejecutiva (1988)
Las apariencias y la realidad en un juego que muestra a Nichols en su mejor forma, hablando de los excesos de la fama y del poder. Otra nominación al Oscar y el mejor papel en toda la carrera de Melanie Griffith.
Juegos de poder (2007)
La mirada ácida y mordaz del cineasta, esta vez planteada en clave política, inspirada en una historia real, en la que políticos con nombre y apellido se mueven en terrenos muy resbaladizos. Se lucen Tom Hanks y Julia Roberts.
1
2Winona Ryder: la historia de amor con Scott Mackinlay Hahn que intentó mantener en secreto y lo que siente cuando mira para atrás
3Navidad: de los looks de Kim Kardashian y Sofía Vergara a la felicidad de Mariah Carey, los famosos se preparan para celebrar
- 4
Ca7riel & Paco Amoroso y Miranda! dijeron que no: el detrás de escena de un negocio implacable



