
Murga para este fin de siglo
Recital de "Pinocho" Routin. Los músicos: Carlos Quintana (guitarra, voz y dirección musical), Gustavo Montemurro (teclados), Andrés Ibarburu (bajo), Andrés Litjmaer (platillos), Freddy Bessio (bombo y voz), Ronald Arizmendi (redoblante), Alvaro Borsalino (voz), Benjamín Medina (voz) y Enrique Rivero (voz). En La Trastienda. Nuestra opinión: bueno.
1 minuto de lectura'
"Pinocho" Routin tiene dos características que definen un mismo origen: la murga. Puede ser en estado puro o fusionada a los tiempos de encuentro con otras gentes, otro mundo y otras calles.
El carnaval no es el mismo, aunque mantenga su espíritu. Así lo entiende y lo vive Routin. Su canto se liga a la nostálgica mirada de los festejos de antaño o estalla más verborrágica, imbuida de los tiempos de hoy. En su música conviven imágenes románticas ("Ruidos de camiones") y el lado más salvaje de la murga ("Hay que remar"). En esos dos lugares se ubica Pinocho, conocido por su prodigiosa garganta y su alma de pierrot que lo llevó de Falta y Resto a los Curtidores de Hongos y a la banda de Jaime Roos. Para despegar como solista con dos discos con los que ganó su propio lugar dentro del nuevo panorama de la murga uruguaya y con una propuesta que está buscando madurez.
La eficacia y contundencia de su grupo Peligro de Murga (un verdadero seleccionado) escapa de los esquemas más rígidos de la murga convencional. Aires de rap, funk, rock, fusión y jazz y hasta algún scratch en "Tablado de Layva" (incluidos los guiños a Charly García y a los Auténticos Decadentes en "La esperanza") se funden con el candombe beat y la murga de estirpe carnavalera. En esa amplitud, Pinocho y compañía pierden y ganan cosas.
La búsqueda de un sonido más osado, propuesto por el guitarrista Carlos Quintana, condimenta las canciones con el lucimiento de los buenos músicos que lo acompañan, pero a veces desvían la atención sobre el verdadero potencial de Routin.
Si bien las posibilidades armónicas que el grupo pone en escena son más sustanciosas, no golpean tan directamente como cuando Pinocho se pinta la cara y hace valer su voz, la experiencia en los carnavales montevideanos y los arreglos de coros de Benjamín Medina para apuntar directamente a su propia esencia.
Como lo decía el mismo Pinocho, la murga como género acepta otras influencias, se puede hasta globalizar, pero también tiene una increíble fuerza apenas con platillo, bombo y redoblante, como queda demostrado en vivo.
Con letra y música
Las letras son otra parte importante de la propuesta. Mantienen una poética pintoresca, de amor o protesta -infaltable en toda banda de murga- y con un formato de canción, que va por buen camino.
Sin embargo, Pinocho deja la sensación de que está para mucho más, que los temas tienen más tela para cortar, y que más allá de otras estéticas, el joven cantante consigue sus mejores resultados -tanto en el público como arriba del escenario- cuando en su discurso aflora el tablado como en "Volveré por ti".
Ni hablar cuando invita al baile y la percusión rompe los parches en "La gente" de la Falta y Resto. O desconcierta cuando los estridentes coros y los teclados de Montemurro imponen un swing infernal en la versión virulenta de "El loco", de Fernando Cabrera, otro notable autor de la nueva generación en Uruguay.
Es otro, en cambio, cuando el tono murguero le brilla en la voz, en la demoledora "Baile de más caras", de Jorge Lazaroff, y consigue plasmar un buen resumen de una murga políticamente incorrecta.
La apuesta es válida, porque en la experimentación se van encontrando otros atractivos lenguajes para la murga. Parte de ese riesgo y la apertura a otros sonidos conforman el proyecto de Pablo "Pinocho" Routin.
El cantante aparece como una revelación, con una frescura y un atrevimiento que a veces lo pueden mostrar inmaduro en cuanto al resultado final. Pero tiene a su favor canciones como "Nos vemos", que pueden imponerse como clásicos en el futuro del otro lado del Río de la Plata.




