Buenos Aires Trap: a pura intensidad, diversidad y autotune
Es más de la una de la madrugada en el Hipódromo de Palermo. La segunda edición del Buenos Aires Trap está llegando a su fin y la grilla lleva una hora y media de atraso. Ya es diciembre, sopla un viento fuera de contexto y muchos padres abandonan el lugar con sus hijos porque el horario los venció: pero Duki tira un estribillo, y otro, y otro, y otro... "Rockstar", "Te traje flores" y "Sigo Fresh". Entre tema y tema, dice que en su casa se escuchaba rock, que el trap es lo más importante que le pasó a la música argentina en los últimos años, que Buenos Aires es la capital del género y que cuiden al de al lado. Que si quieren saltar, salten. Que si quieren cabecearse con el de al lado, que se cabeceen con el de al lado. Pero que se respeten. Todo lo dice con intensidad y autotune, sus dos grandes marcas de estilo a la hora de cantar. Porque si el autotune es el recurso estético por excelencia del trap, Duki lo maneja como nadie. Y si la intensidad es la única forma posible para quienes se encuentran en una franja etaria que va, aproximadamente, desde los 7 años a los veintipico, Duki tiene más que cualquiera.
Y así es que fue capaz de sostener todo su show, tanto en los momentos regulares ("La jefatura" e "It's a Vibe" no tuvieron la consistencia que sí tienen en el disco) como en el final implacable (She Don't Give a FO" y "Goteo" antes de los bises y "Hitboy" y "Tumbando el club" para cerrar con el escenario repleto de invitados). Con menos flow pero con un sentido de la melodía cada vez más afinado, Duki volvió a demostrar su talento innato para entretener a las masas incluso cuando no está en su mejor noche. Tiene hits, tiene carisma y tiene ganado su lugar en lo más alto del trap argentino. Algo que ya no sorprende a extraños pero mucho menos a propios. "Estoy donde les dije que iba a estar", cantó en "Goteo", y, anoche, ese lugar fue lo más alto de la grilla del Buenos Aires Trap.
Pero si la edición anterior del festival se había caracterizado por su intransigencia, esta vez la apertura hacia distintas ramas de la llamada música urbana fue el elemento distintivo. Bien temprano, Sara Hebe se plantó como representante de la vieja escuela pero también apeló a la infaltable "El marginal", la canción de la serie del mismo nombre, que sirvió como credencial de actualización constante. Más tarde, Nicki Nicole, una de las artistas más esperadas de toda la grilla, venció los desperfectos de sonido para entregar sus hits que se ubican en algún punto entre el r&b, el neo soul, la música urbana, el reggaetón y la frescura pop. Con banda en vivo y sin pistas vocales de apoyo, la rosarina de apenas 19 años, se paró sobre una tarima en medio del escenario cual diva (tiene un tema titulado así, de hecho) de Motown. Sólo que en lugar de vestidos largos y pelo batido, lució un short y una camisa con dólares estampados. En la espalda, una inscripción bien en contra de los estereotipos del género: "Fuck money, son sólo papeles". El final esperado, con "Wapo traketero", uno de los temas del año, la tuvo desplegando todo su fraseo con tanto de timidez como de encanto. Apenas dejó el escenario para la coda instrumental, otra rareza del festival: un solo de guitarra.
"Sacame el autotune", dijo C.R.O. en medio de su show. Casi como una declaración de principios, lo que siguió fue un mini set de hip hop clásico con Homer El Mero Mero, su compañero en Bardero$. Para "Esperanza", entre la base boom bap y el piano, el calendario del rap parecía haber viajado hacia atrás a visitar los años de Wu-Tang Clan. Flow, barras duras y mensaje: "Cantando para los chicos que perdieron la fe". Otros que funcionaron en dúo y por fuera del trap ortodoxo, fueron Ca7riel & Paco Amoroso. "Jalajala"y "Ola mina xd" fueron los puntos altos de un set que, como acostumbran, tuvo iguales dosis de desparpajo que de precisión. Siempre con el trap como punto de partida, los límites se extendieron del vaporwave a los gritos guturales propios del metal extremo. "Ella dice que no soy uno más / en un solo nervioso de jazz", cantaron en "Ouke". Y tal vez de eso se trate.
Por contraste, la variedad de estilos sirvió también para evitar la monotonía y que los traperos más puristas delimitaran su campo de acción. C. Tangana echó mano a su experiencia sobre las tablas para ganarse a un público que en mayor medida desconocía su repertorio; Neo Pistea, por el contrario, no ofreció mucho más que el éxito asegurado de "Tumbando el club" con la introducción del Himno Nacional Argentino como guiño y reclamo de un trono que ganó hace rato; Khea echó mano a su costado festivo con "B.U.H.O." y "Tengo 30"; y Lucho SSJ demostró que es la gran promesa del género aunque la falta de rodaje en vivo le haya jugado en contra.
Con mayor o menor cercanía al género, la segunda edición del Buenos Aires Trap fue un muestrario de la gran cantidad de exponentes que tiene en la Argentina la música urbana. Más acá o más allá del trap, del reggaetón, del hip hop o de la música urbana, hay un lenguaje común que atraviesa a jóvenes que no se fijan en etiquetas, ni en cuanto de lo que se escucha está realmente cantado y tocado en vivo. Si arriba del escenario el flow fue la constante, debajo del escenario fluir fue la conducta. Y cuando así no sucedió, en el único momento tenso de la jornada, Paco Amoroso esquivó el botellazo de agua que le tiraron, miró fijo al agresor y, minutos después, le puso punto final a su show con Ca7riel borrando todo tipo de fronteras: "Aguante la música", dijo.