El fin del "paraíso del catálogo"
Semivacíos, penumbrosos y con el personal mínimo para atender a quienes se perdieron los mejores días de una liquidación final que no rebajó demasiado, los noventa locales norteamericanos de Tower Records permanecerán abiertos hasta fin de año. Después, sin llegar a cumplir medio siglo, la fabulosa cadena de los sellos independientes y la música alternativa -"el paraíso del catálogo", como la llamaban- sólo quedará en unos pocos rincones del planeta y como un sitio más en Internet.
Aunque aquí les fue mal con la franquicia, sería injusto cargarle otra culpa a la economía argentina de la década pasada y considerar ese único fracaso sudamericano -se atrevieron también en Colombia y Ecuador, donde funcionan todavía, pero no en Brasil- como el inicio de la debacle que los ha hecho desaparecer.
Tower Records inauguró en la primavera de 1997 la primera de las cuatro sucursales autorizadas que llegó a tener en Buenos Aires, donde la marca y sus clásicas bolsas amarillas con letras coloradas habían sido usurpadas tiempo atrás, y si bien nunca se había visto y tampoco se ha repetido en la ciudad semejante cantidad y variedad de discos, en los tres años y pico que funcionó, no alcanzó a completar un surtido parecido al de sus mejores filiales ni a mantener disponibles los títulos básicos de ningún género.
De todas maneras, fue un período inolvidable en el que mucha gente inició o completó la discoteca soñada a precios razonables y sirvió para entender la fórmula que había convertido a la empresa en un suceso internacional y terminó mandándola a la quiebra: locales de varios pisos ubicados en los mejores barrios, abiertos la mayor parte del día, con vendedores especializados y sin dejar de lado ningún estilo o música regional, aunque se tratara de países más fáciles de ubicar en sus bateas que en el mapa.
* * *
La fundación, llevada a cabo en 1960 por un adicto al disco llamado Russ Solomon, fue modesta -un quiosco dentro del Tower Theatre, "palacio plebeyo" que todavía sigue funcionando como cine en Sacramento- y demoró varios años en extenderse por toda la costa californiana con enormes galpones de chapa y piso de cemento que no impresionaban por su arquitectura, sino por la cantidad de material exhibido y la sensación de que hacía falta una vida para revisarlo.
Cuesta imaginarlo, pero durante el medio siglo que el disco fue una placa frágil y breve, no estaba al alcance de la mano; se lo vendía de persona a persona por encima de un mostrador, igual que lo siguen haciendo en Casa Piscitelli, de la calle San Martín, y la llegada del vinilo, pocos menos que irrompible, no cambió de inmediato el sistema.
La novedad que diferenció a Tower Records de cualquier otra cadena no fue el autoservicio -entre otros, Sam Goody en Nueva York y las Galerías Broadway de Buenos Aires lo habían adoptado antes- sino la impresión de que allí se amaba más la música que el negocio, por eso se la ofrecía durante todo el día en espacios inmensos, sin restricciones de repertorio, con conocedores al frente de cada sección, muy buen surtido de pequeños sellos y abundancia de discos importados, no sólo las apetecidas ediciones japonesas en las que no tenía rival.
Por ignorante que se fuera en determinado género musical, bastaba hurgar media hora en el sector correspondiente de Tower para salir con una noción de cuáles eran las tendencias y los artistas para escuchar, se tratara de ópera minimalista, indie rock o tango electrónico. Además estaba Pulse , la revista gratuita que editaban y que fue durante bastante tiempo la mejor publicación en la materia, por la amplitud de temas, la calidad de los colaboradores y la independencia crítica, a pesar de que se financiaba con publicidad de las grandes grabadoras.
Por la ruina de lo que llegó a ser una disquería ejemplar están culpando a la piratería, a la venta por Internet -ciertos títulos se compraban en Amazon por la mitad- y a la negativa de volcarse, igual que Virgin, Fnac y HMV, a productos sonoros con más demanda. Su error, entonces, ha sido mantenerse fiel a la ilusión inicial de vender sólo discos, todo tipo de discos, aun los invendibles.
Temas
Más leídas de Espectáculos
Cómo afecta a Alec Baldwin. Sentencia máxima para la armera del rodaje en el que Alec Baldwin mató a una mujer de un disparo
¡Lo hizo otra vez! Batió su propio récord en Los 8 escalones al ganar $21.000.000 y tomó una tajante decisión
"Quiso cambiar trabajo por sexo". Patricia Palmer: el acoso de un director, el gesto de Romay que no olvida y su compromiso con "la tribu"