
El tango, con tono íntimo
Recital del cantante Ariel Ardit. Músico: Hernán Reinaudo (guitarra). Viernes, a las 23. Perro Andaluz, Defensa 1660.
Nuestra opinión: muy bueno
Dentro de la orquesta El Arranque, el cantor Ariel Ardit es una de las piezas fundamentales. Pero fuera de la orquesta, el intérprete se está transformado en una de las voces más destacadas de la nueva escena tanguera argentina.
Dos shows más
En el espacio que ofrece Perro Andaluz -donde el artista se presentará hoy y el viernes próximo- Ardit se reencuentra con su propio estilo, formado, de alguna manera, al calor de personalidades como Carlos Gardel, Raúl Berón, Luis Cardei y Osvaldo Peredo (cantor oficial de El Bar de Roberto que aquí cantó como invitado "Como dos extraños"). A ellos, y a la orquesta, Ardit les debe el pulimiento de un estilo de interpretación que tiene expresividad, romanticismo y también cierta dosis de picardía barrial, que el músico luce en el repertorio más lunfardo.
Ardit -conocido en el ambiente como Gardelito por su cabellera engominada y su sonrisa, y que en realidad recuerda más a Perón cuando era joven-, logró adueñarse de una forma interpretativa en la que la letra cobra dimensión, y su voz se transforma en un instrumento preciso y emotivo, sin histrionismos ni los conocidos clisés de los cantores.
En Ardit, la sutileza, los matices, el volumen y la cadencia son las herrramientas preferidas para encarar una interpretación en la que su voz logra ser el canal para que las obras circulen con la fidelidad y la fluidez que imaginaron sus creadores, sin ninguna coma, punto o gesto de más.
El repertorio es otro punto a favor del show. Aparecen temas clave del género, pero poco transitados en los últimos años. La recreación de tangos como "Pompas de jabón", "Tabaco", "Sueño querido", "Viejo smoking", o la versión que Ardit hace de "Moneda de cobre", muestran a un cantor joven en proceso de maduración. Con la interpretación de estos tangos el cantor logra la recreación de una época en que los cantores se dedicaban a tocar la fibra íntima del público más que a buscar el impacto en la audiencia desplegando un excesivo histrionismo.
El concierto pasó por distintas atmósferas. En la primera parte, Ardit tuvo que luchar con el ruido de una murga que se colaba en el local, desde la calle.
Con profesional elegancia y humor, logró sortear el momento, captó la atención del público y pudo desarrollar todas sus cualidades interpretativas, manejando los climas del recital y jugando con los silencios y la intensidad del fraseo.
Tocando la guitarra criolla o acompañado por el guitarrista Hernán Reinaudo, que se luce en sus arreglos de "A don Agustín Bardi", de Horacio Salgán, el cantor consigue dotar de frescura canciones de antaño como "Después", "Carnaval" y "Mariposita", cuya versión con la orquesta supo dejar deslumbrado al mismísimo Wynton Marsalis.
Ardit es un nuevo tipo de cantor, despegado de todos esos malos arquetipos del género y fiel a una generación que busca recuperar la frescura de los tangos con un toque intimista y un sentimiento auténticamente gardeliano.



