
Eros Ramazzotti, un 9 que juega de 10
Recital del cantante Eros Ramazzotti. Con Flavio Scopaz (bajo y guitarra), Gabriele Melotti (batería), Luca Scarpa y Fabrizio Lamberti (teclados), Paul Warren y Giorgio Secco (guitarras), Marco Scaglione (saxo y percusión), Roberta Graná y Antonella Buccigrossi (coros). Estadio Luna Park.
Nuestra opinión: bueno
Eros Ramazzotti entona una de esas baladas que derriten a las chicas. Esconde sus canas bajo el pañuelo negro que lleva en la cabeza y dice: "Esta es una canción vieja, parecida a mí", para provocar gestos de desaprobación de la platea. Después tira un solo de guitarra. Más tarde se sienta detrás de la batería y exhibe los bíceps que pueden, o no, ser resultado del paso por el gimnasio. Muestra el número 9 que lleva en la espalda, porque así se llama su último CD, que está presentando en su gira latinoamericana. Camina el escenario con actitud arrogante, de ganador.
Y sí: quien recorre el escenario es un tano canchero. Si en Buenos Aires se lo puede describir de ese modo es porque algunas de sus actitudes son también las que se encuentran como rasgos de una identidad cultural heredada en más de un porteño.
El problema de una actitud canchera es que no siempre viene acompañada de buenas credenciales. Hay que tener con qué. Y al parecer, Ramazzotti tiene con qué. Lo pone sobre el escenario con un poco de desenfado y otro tanto del profesionalismo de un cantante que alcanzó cifras millonarias en ventas de discos. Con esa voz nasal, rápidamente identificable aunque propensa a la monotonía, que gracias a varios hits, leves cambios en el acompañamiento instrumental y una puesta en escena simple logra un recital entretenido.
Ese es el Ramazzotti que pasó por Buenos Aires, el que salió a escena en dos funciones, de domingo y de lunes. Fue un rato después de que los vendedores de gaseosas, panchos y champán hicieran unos pesos mientras Leticia Brédice mostraba, junto a su banda, algunos de los temas de su disco "Actriz".
Siempre con tres monitores que sirvieron para apuntar las letras que interpreta en castellano, Ramazzotti cantó durante más de una hora y media una selección de temas de los álbumes que publicó en la última década. De su última placa se escuchó menos de la mitad del repertorio. Quizá por eso el espectáculo haya resultado ameno y complaciente para el público que lo conoció a principios de los noventa y no lo veía en la Argentina desde hace más de un lustro.
Eros arrancó su show con mucha fuerza, casi como una fiesta dance que propuso para los primeros minutos. Además, durante todo el show, el cantante y sus músicos supieron darle participación al amplio stock de guitarras y bajos que antes del recital estaban alineadas a un costado del escenario, como si fueran parte de una góndola de casa de instrumentos.
Sin embargo, los temas que entran en la categoría de "lentos", o los que suenan a tempo medio, fueron los favoritos del público. "Una emoción para siempre" o los hits de otras épocas, como "La cosa más bella", "Si bastaran un par de canciones" y "Cosas de la vida".
No menos protagonismo tuvieron las cámaras que registraron la presentación. La pantalla del fondo del escenario permitió ver el recital como si fuera uno de esos especiales ya grabados y editados que se emiten por televisión una semana después de un concierto. Gran lucimiento tuvo una cámara que se movía por una guía velozmente. También se destacó la grúa: desde las imágenes de todo el grupo hasta los planos cortos para captar los ojos entreabiertos o achinados de Ramazzotti, al momento de largar el verso más tierno: "Nunca habrá cosa más bella que tú (...). Gracias por existir".
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