La música y la palabra de Rodolfo Mederos
Las ediciones del disco Soledad y del DVD de la película El otro camino hacen, aunque no se publiquen juntas, un buen combo sobre la actualidad del bandoneonista Rodolfo Mederos.
Soledad es un joyita de bandoneón solo (a pesar de que hay sobregrabaciones del instrumento, una cantante y un cuarteto de fuelles) que forma parte de una serie de tres discos. La idea de tríptico que pensó Mederos comenzó a concretarse con una grabación de su propia orquesta típica. A ese disco lo llamó Comunidad . El segundo fue Intimidad y estuvo dedicado a una formación de trío. Allí lo acompañaron Armando de la Vega en guitarra y Sergio Rivas en contrabajo.
Soledad es un disco cerebral en su construcción y visceral en la interpretación. Porque esa sencillez que parecen transmitir los arreglos debe ser, posiblemente, algo muy meditado por este hombre que pasó por las vanguardias de la música ciudadana de los setenta y que luego volvió a las fuentes del género. Lo visceral de la interpretaciones tiene que ver con que, a pesar de los juegos estilísticos que propone el artista y de ciertas evocaciones a la génesis del tango (o a sus años mozos), en el discurso siempre se escucha a Rodolfo Mederos tocando el bandoneón. Un Mederos que se detiene en las notas, que disfruta de las acentuaciones, de la simpleza y la síntesis.
La placa incluye clásicos como "Soledad", "Sur", "Palomita blanca" y el centenario "Don Juan" (casi como un ejercicio de memoria heredada) y rarezas -dentro de este repertorio- como "Over The Rainbow", una fuga de Bach y el "Himno Nacional Argentino" en una interesantísima versión.
Reflexiones
La película El otro camino , de Gabriel Szollosy, también apunta a la actualidad de Rodolfo Mederos porque exhibe su pensamiento de hoy, además de su música. No es una biografía del músico sino una entrevista fragmentada y editada a lo largo de 55 minutos, junto a sesiones de grabación y conciertos, siempre con muy buen audio y calidad de imagen.
Para cualquiera que quiera saber lo que Mederos opina sobre el tango, el bandoneón o la transmisión de conocimientos este puede ser un buen material. Sin embargo, como película termina siendo un trabajo muy lineal y un tanto acartonado. La cámara lo sigue o lo lleva por distintos lugares, pero la edición posterior le quita espontaneidad al relato porque todo lo que se escucha de la voz de Mederos suena serio, importante. Casi no hay distensión.
Entre tantas ideas y conceptos, el matiz aparece con un par de anécdotas. Un día, mientras tocaba con instrumentistas muy jóvenes de una escuela de música vio como alguna gente comenzaba a bailar. "Vi eso y dije: esto es maravilloso. Esta gente baila. Y baila conmigo. Está reinterpretando lo mismo que yo. Yo estoy tocando esa melodía, ellos la están tocando con los pies. Y cuando comprendí que esos bailarines estaban más cerca de mí que esa gente que me aplaude por los acordes raros que uno puede hacer, dije: Hay que recuperar el baile".
No hay nada inventado aquí. Mederos realmente es un tipo serio, reflexivo y a veces provocador con sus ideas en torno al tango. Sin embargo, en casi una hora de película las declaraciones van conformando una acumulación de citas del compositor.
En cambio, la música fluye. Ocurre en todas esas intervenciones en las que aparece con su orquesta, con su trío, con el Cuarteto Iturriaga y con cantores como Miguel Poveda y Ariel Ardit, para ofrecer un trabajo de finísima factura.
Como el disco Soledad , en esta película la música queda por encima de la palabra.
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