Lo mejor de la clásica en 2025: grandes nombres, virtuosismo y promesas cumplidas
Con una temporada lírica pareja y figuras muy destacadas en el panorama musical internacional, de Nadine Sierra a Yuja Wang y Michael Barenboim, el año culmina con las expectativas satisfechas
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La evaluación de una temporada de música se parece bastante a la evaluación que algunos -íntimamente, más bien- hacen cada fin de año entre la expectativa y su cumplimiento. La diferencia reside en que el cumplimiento de aquello que un individuo admite haberse prometido queda engañosamente confinado en 12 meses, aunque venga de antes y siga después, mientras que a una temporada no le queda otra que un año; es lo único que tiene.
Para decirlo de otra manera, el solista ese por el que se optó para 2025, ¿estuvo a la altura de esa opción?; la ópera que se programó, ¿encontró sus oyentes? La enumeración podría continuar. En febrero o en marzo de 2025, tuvimos esas promesas; ahora, en diciembre, hay que ver cuántas y cuáles se cumplieron.
Podemos empezar por la primera de las preguntas, la de si el solista cumplió. Un caso: hacia mediados de junio, actuó en el Teatro Colón Yuja Wang. No es un caso difícil, porque a Yuja Wang los antecedentes le juegan a favor: hace lo que quiere, y lo que quiere le sale bien. Esta vez, sin embargo, fue más audaz, si cabe. Nadie tocaría en una sola y misma noche el Concierto para piano y orquesta n°2, de Chopin, y el Primer concierto para piano y orquesta, de Tchaikovsky. Nadie, salvo Yuja Wang, y ella lo hizo, esta vez con la Mahler Chamber Orchestra. Lo que volvió a quedar demostrado es que, más allá del linde del virtuosismo, Wang tiene una sensibilidad que brilla en los detalles.
Algo no muy diferente de lo que pasó con la violinista alemana Antje Weithaas en su presentación junto con la Orquesta de Cámara del Concertgebouw de Ámsterdam, dirigida por Alessandro Di Giacomo, para el Mozarteum Argentino. La actuación de Weithaas fue memorable en dos piezas muy diferentes: Tzigane, de Maurice Ravel, y el Concierto para violín y orquesta de cuerdas en re menor, de Mendelssohn. Tan diferentes como los virtuosismos que demanda.
No hay realmente un virtuosismo unilateral, se diría. No lo hubo en Wang ni en Weithaas, ni tampoco en Nadine Sierra ni en Nelson Goerner, otros dos músicos fuera de serie de la temporada que se fue. En su recital, la soprano norteamericana, adoptada ya como propia por el público de Buenos Aires, se deslizó de Rossini a Villa-Lobos pasando por Verdi y Puccini, sin hiatos de estilo, pero a la vez haciendo suyo cada estilo. Goerner, por su lado, con la agrupación Festival Strings Lucerne, exhumó el clasicismo latente -y no tan latente- en el Chopin del Segundo concierto para piano. Quedó así habilitada la comparación de la lectura de Goerner con la de Yuja Wang, en el mismo idioma, se diría.

A estos nombres -a estas variedades del virtuosismo- podrían añadirse otras de 2025; podríamos pensar en un virtuosismo de cámara como el que desplegaron los miembros de la Orquesta del Diván, con Michael Barenboim al frente (ofrecieron una versión inspiradísima del Octeto de Schubert), o la del Fauré Quartett, con su programa brahmsiano.
Ópera
Resultó muy pareja la temporada lírica. El arco que se abrió con Aida y concluyó con La Traviata tuvo dos momentos que no se pueden pasar por alto: la vuelta al Colón de Salomé, de Richard Strauss (en una puesta de Bárbara Lluch y con dirección musical de Philippe Augin), y, muy singularmente, el estreno local de Billy Budd, de Benjamin Britten; esta ópera es de 1951 y resulta verdaderamente rarísimo que tuviera que pasar tanto tiempo. En todo caso, la espera fue compensada generosamente por la régie de Marcelo Lombardero, la dirección de Erik Nielsen y las voces de Toby Spence y Sean Michael Plumb. Se suman con justicia a estos títulos I Puritani, en las manos de Maurizio Benini y la soprano Jessica Pratt, y la fiesta barroca que Verónica Cangemi armó con el maestro Andrea Marcon.
Como hace ya un buen tiempo, los rendimientos de la Orquesta Estable y del Coro Estable fueron parejamente sólidos en toda la temporada lírica. Conviene insistir en esto cuando termina un año en que se celebró el centenario de los cuerpos estables del Colón, y que en el caso de la orquesta tiene ahora a Alejo Pérez como director titular.
En su Historia del Teatro Colón, Roberto Caamaño observaba que la creación de los cuerpos estables eran “la cristalización de una de las aspiraciones que desde 1908 se hacían sentir como fundamentales para que el Colón se convirtiera en una institución de funcionamiento regular y permanente”. Ésta sí que es una de esas expectativas cuyo cumplimiento no cabe en una temporada, pero sin el cual no son posibles ni las temporadas ni sus promesas.
Los elegidos de 2025*
Nadine Sierra, solista, cierre del Ciclo Aura en el Teatro Colón.
Yuja Wang (piano y dirección) con la Mahler Chamber Orchestra, en el Teatro Colón.
Antje Weithaas (violín y dirección) con la Orquesta de Cámara del Concertgebouw. Mozarteum Argentino, en el Teatro Colón.
Nelson Goerner (piano) y la Festival Strings Lucerne. Mozarteum Argentino, en el Teatro Colón.
Billy Budd (ópera de Benjamin Britten. Dirección musical: Erik Nielsen. Dirección de escena: Marcelo Lombardero). En el Teatro Colón.
* Según los críticos Pablo Gianera, Cecilia Scalisi, Pablo Kohan y Helena Brillembourg.
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