Los Stones, Oasis, Soda Stereo, Los Redondos, ¿todos plagian?

Existen un par de verdades ineludibles referidas a la originalidad en la música contemporánea. La primera de ellas es que la cantidad de acordes y notas disponibles hacen que sus combinaciones sean limitadas. La otra es que en sus seis décadas de vida, el rock ha agotado varios terrenos disponibles que hacen que cada vez sea más difícil hacer algo original que no haya sido transitado antes. Dicho esto, en la historia de la música popular moderna existieron y existen casos en donde el límite entre el guiño, el homenaje y el plagio descarado se desdibujan, con distintos grados de polémica. La semana pasada surgió un acusación improbable, que "La tonta" de Jimena Barón se parecía a "Tu falta de querer" de Mon Laferte. Pero hace 50 años que hay acusaciones, con mayor o menor veracidad.
Uno de los primeros casos que se registraron en los años iniciales del rock llegó de manos de los Beach Boys. En 1963, la banda liderada por Brian Wilson publicó Surfin USA, su segundo álbum de estudio, y su primer corte fue la canción homónima, que no tardó en escalar al tercer puesto del Billboard Hot 100. Su difusión puso en evidencia algo indiscutible: su melodía y su riff de guitarra mantenían un parecido demasiado notable con Sweet Little Sixteen, un single de Chuck Berry editado en 1958.
Del otro lado del Atlántico, un beatle tuvo un mal momento con su álbum solista más exitoso. George Harrison lanzó en 1970 All Things Must Pass, en donde estaba incluido el tema My Sweet Lord. Cuando la canción se volvió un éxito, tuvo que ir a los tribunales para afrontar una demanda por plagio de parte de Bright Tunes Music, la editorial que tenía los derechos de Hes So Fine, una canción del grupo The Chiffons. El músico intentó demostrar ante la justicia que ambas composiciones tomaban como raíz Oh, Happy Day, una pieza histórica de la música gospel, pero sus intentos fueron en vano. Para descargarse, algunos años después escribió This Song, con una letra irónica respecto al asunto (Esta canción no tiene nada engañoso, y hasta donde sé no infringe los derechos de autor de nadie).
Mick Jagger y Keith Richards también se las vieron negras, aunque un par de décadas más tarde. Cuando los Rolling Stones publicaron Bridges to Babylon, en 1997, eligieron como primer corte de difusión Anybody Seen My Baby?, cuyo estribillo tenía un parecido inegable al de Constant Craving de la cantautora canadiense K.D. Lang. En su autobiografía, Richards aseguró que ni él ni Jagger habían oído jamás la canción, pero que después de que su hija Angela y una amiga le hicieron notar la similitud entre ambas canciones, decidieron incluir a Lang y Ben Milk (co-compositor de Constant Craving) como coautores del hit stone.
Visto en el Reino Unido como uno de los herederos tanto del legado de Lennon y McCartney como del de Richards y Jagger, Noel Gallagher construyó la carrera de Oasis sostenida por referencias a la vista. Algunas pasaron de largo, como la cita explícita Get it On, de T-Rex en Cigarettes and Alcohol, el guiño a My Sweet Lord en Supersonic o las referencias a Five to One, de The Doors, en Waiting for the Rapture y a John Lennon en Dont Look Back in Anger. Otras, como la similitud notable del estribillo de Step Out con el de Uptight (Everythings Alright) o la de la coda de Hello con Hello, Hello, Im Back Again de Gary Glitter le valieron sus respectivos juicios y posteriores inclusiones en los créditos compositivos de los artistas plagiados.

En el terreno local, las referencias a otros artistas también son de larga data. La bestia pop, una de las piezas más conocidas del repertorio de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota , toma su riff de saxo del tema principal de Lawrence de Arabia, compuesto por Maurice Jarre. Incluso, algunos sostienen que la referencia llegó a Solari y Beilinson de manera indirecta a través del grupo británico de post punk Adam & the Ants, que incluyó la misma melodía en su canción Feed Me to the Lions.
Eternos rivales del mundo ricotero, Soda Stereo también armó su repertorio con varios guiños a canciones ajenas. Amén de varios samples incluidos sin consignar en varias de sus canciones y también del repertorio solista de Gustavo Cerati (las más conocidas: el yeite de guitarra de Zoom, tomado de New York Groove de los británicos Hello, y el arreglo de cuerdas de Río Babel, construido sobre una muestra de Momma, de Electric Light Orchestra), una de las muestras más claras de esas citas sin referenciar está en la versión acústica de Un misil en mi placard, cuya introducción está construida con un nivel notable de semejanza al de Chrome Waves de Ride, publicada cuatro años antes.

Más cerca en el tiempo, Turf también plagó de citas a su obra. Viene llegando, de su álbum debut Una pila de vida (1997) tiene una estructura demasiado similar a The Golden Age of Rock and Roll de los británicos Mott the Hoople, y la banda liderada por Joaquín Levinton también tuvo algún que otro problema con su hit Loco un poco después que algunos notasen el parecido evidente entre la canción y Mi chica del fan club, perteneciente a Tremendo, la respuesta local a los portorriqueños Menudo.
Siempre polemista, en abril de este año Charly García aseguró que Uptown Funk, el mega hit mundial de Mark Ronson y Bruno Mars era un plagio a su canción Fanky. No fue la primera vez que el ex Serú Girán desató un altercado similar: en el 2000 había llegado a afirmar que Prince había robado Canción para mi muerte para Purple Rain. Ni uno ni otro se parecen a las obras de García, y es difícil imaginar al productor inglés o al fallecido músico de Minneapolis hurgando en su repertorio, pero las estrategias funcionaron: con sendas declaraciones, el músico logró agitar el avispero, y de paso evitó que a alguien se le ocurriera abordar su trabajo con la misma mirada crítica y la disposición de encontrar algo que ya había escuchado antes en otro lado.