
Marikena frente al espejo
Renacer
Músicos: Marikena Monti (voz), Gringui Herrera (guitarra), Leandro Chiappe (piano y dirección musical). Dirección artística: Susana Zimmermann. Coordinación general: Marcelo Boccia y Ariel Zappone. Coordinación: Melisa Santoro. Sala: El Picadero, Pje. Enrique Santos Discépolo 1857. Concierto: el último martes. Próxima función: hoy, a las 21.
Nuestra opinión: Buena
En una sección de LA NACION llamada Autorretrato –allí los entrevistados hacían las preguntas y las respondían–, Marikena Monti escribió en 2008: "¿Cantaría hasta el último día de su vida?". Y su respuesta era: "Me gustaría que se cerrara el telón de una función y morir en el escenario a telón cerrado, como Josephine Baker". La imagen puede ser tan romántica como el título que eligió para su actual espectáculo: Renacer. Parecen opuestos, aunque probablemente sean complementarios de una misma idea y de un mismo relato.
Lo que habría que agregar sobre este show que estrenó la semana pasada en el teatro Picadero, y que tendrá una nueva función hoy, es que más que un renacimiento parece una declaración de vigencia del repertorio que seleccionó. Por un lado es, de algún modo, un recorrido por su historia artística, que este año llega al medio siglo (comenzó en 1965). Por otro es esa demostración de la vitalidad de un puñado de canciones que tienen autores y países de procedencia, pero exceden fronteras y forma parte de un acervo internacional.
Excepto por los temas de Jorge de la Vega, que llevan el sello indisoluble de Marikena, se trata de un repertorio a prueba de fallos para todo aquel que se sienta en la platea en busca de lo conocido y no quiere sorpresas ni novedades: "A un semejante", "Garganta con arena", "Volver a los 17", "La flor de la canela", "Vete de mí", "Años de soledad", "Ne me quitte pas" y "Non, Je ne regrette rien", entre otros.
Renacer no tiene ningún riesgo en cuanto a esto. La cantante y los dos músicos que la acompañan (Gringui Herrera en la guitarra y Leandro Chiappe sentado al piano, con muy buenas intervenciones) saben que esas canciones fascinarán al público. Pero la cuota de personalidad la pone Marikena, que no es cualquier cantante.
A pesar de un comienzo de espectáculo con pista grabada (nunca tiene la misma energía que la interpretación en vivo) y de alguna versión menos lograda que el resto, Marikena, con toda su extraversión, su personalidad y su tan asentado oficio de cantante, arremete con toda la potencia de su interpretación y también con las sutilezas que sabe matizar en cada tema. Da la sensación de que este repertorio es como un espejo que pone frente así y donde ve reflejada una parte de su historia (Storni, Eladia, Buarque, Brel, Piazzolla, Chabuca, Violeta, Piaf y De la Vega, por supuesto), para luego proyectarla a la platea, que le agradece de pie, al final del concierto.




