
Murió Rocío Jurado
Los españoles despiden a la cantante
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MADRID.- La pasión también se mide en cosas como éstas: no importaron los 32 grados que mentía el termómetro, porque en el cuerpo eran muchos más; ni tampoco el sol implacable.
Nada impidió que, con el corazón apretado entre la pena, el morbo y la nostalgia anticipada por el miedo a perder algo propio con la muerte ajena, miles de españoles formaran cola para decir adiós a la "más grande de todas", la cantante Rocío Jurado, capaz de despertar, hasta en su final, esa España cañí y folklórica que subsiste bajo la pátina de Primer Mundo. Y, en un raro fenómeno, hasta quienes
reniegan de eso, los que hablan con cierto desdén de la "España de charanga y pandereta" estaban allí, bajo el sol, en la cola para decir adiós a ella, a la "Folklórica". El primero en llegar: Mariano, un DJ de 35 años que no vivió, ni creció ni se enamoró con sus canciones, pero que dijo que la respetaba profundamente.
Entre abanicos y con otras voces, el coro de la pena se sumó, espontáneo, para dar testimonio del pesar colectivo. "Se ha ido la más grande Ya no habrá quien defienda la copla No nos damos aún cuenta de lo que hemos perdido El dolor no me cabe en el cuerpo Era una gran mujer", se escuchaba en la fila. Una hilera mayoritariamente femenina y mayor, pero en la que también formaron los más jóvenes. El impacto fue más el funeral que la noticia de la muerte: hacía días que España seguía con obsesión la agonía de la tonadillera; la mujer que luchó contra el cáncer de páncreas que se la terminó llevando a los 61 años. El final se intuía desde horas antes, cuando los españoles se fueron a dormir sabiendo que ella estaba ya en coma profundo.
Y hasta lo que en España no se detienen ni se atrasa nunca -las corridas de toros que en feria comienzan religiosamente a las 19- tuvieron ayer su homenaje para la mujer que hacía arte con una copla.
Un modo de tributar desde la arena a la mujer que paladeó la alquimia que aquí es como un cóctel irresistible para el divismo: flamenco y toros. Toros y flamenco: era ayer su marido, el ex torero José Ortega Cano, la cabeza del funeral, el encargado de recibir a las autoridades que llegaron muy pronto a la capilla ardiente montada en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, uno de los teatros municipales más importantes de la capital.
La gente de a pie, en cambio, formaba cola bajo el sol y esperaba su turno de apenas treinta segundos frente al féretro. "Yo me puse de nuevo en la fila; es que no he tenido tiempo de nada", dijo una mujer que desempolvó su mantilla. Cerca, una florista que se recorrió especialmente las treinta cuadras que la separaban de su puesto habitual, en el cementerio de La Almudena, vendía claveles rojos y blancos a precio de oro: un euro cada uno. "Es para ayudar al dolor", decía. Pero las flores no llegaban al féretro: de negro, una recepcionista las recibía de la gente y las ponía no se sabe dónde.
Como el de una heroína y cerrado, el féretro estaba adelante, cubierto por la bandera colorada y oro de España y por la verde y blanca de Andalucía. Imposible ignorar esa imagen final: la televisión abierta la transmitió en directo durante las doce horas en que se mantuvo abierta la capilla ardiente. Y el diario gratuito ADN produjo una edición especial dedicada sólo a la cantante.
"¿Vendrá el rey?", se preguntaban algunos, convencidos de que más que un luto se vivía una conmoción nacional. No, no. Juan Carlos de Borbón no asistió, pero figuró entre los primeros en emitir una nota de pésame y en comunicarse por teléfono con el torero viudo para lamentar como "una pérdida para la cultura popular" el deceso de la cantante.
Sí desfilaron ministros del gobierno nacional, hubo palabras del presidente José Luis Rodríguez Zapatero desde La Moncloa y, también, del líder de oposición, Mariano Rajoy. El mundo del espectáculo se volcó entero: Pedro Almodóvar, Carmen Sevilla, Concha Velasco, Rosario Flores Y la lista de la "España profunda" seguía.
Ella murió como había vivido: frente a las cámaras. "Era de las pocas divas capaces de darte un buen reportaje sin cobrar", se sinceró un veterano periodista de la prensa rosa, esa que medra en el chisme y que aquí es industria nacional. Y recordó entonces una nutrida conferencia de prensa que la Jurado dio en su casa al regresar de una hospitalización. "Tuvo que abrir el jardín porque no cabíamos", dijo.
Hoy será el entierro en Chipiona, el pueblo gaditano de 18.000 habitantes en el que tiene su casa de siempre y en la que ya algunas cosas cambiaron. Por lo pronto, la cerca está saturada de mensajes de admiración, el último piropo de quienes la adoraron. Como a una artista que vivió cada día con el mismo empeño de su primera vez en el escenario.Desfile: Pedro Almodóvar y Bibí Andersen dieron presente en la despedida, en la que tampoco faltaron Joan Manuel Serrat ni las demostraciones de la genteLa más grande: "Ya no habrá quien defienda la copla", fue una de las expresiones que se escucharon durante el día.



