
Un atípico y virtuoso solista en el Colón
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Concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Theo Alcántara. Solista: Robert Bonfiglio (armónica). Programa: Obertura de "Rienzi", de Richard Wagner; Concierto para armónica y orquesta, de Heitor Villa-Lobos y Sinfonía Nº 5, en Mi menor, Op. 64, de Piotr Ilich Tchaikovsky. Teatro Colón.
La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, después de transitar cuatro jueves consecutivos dedicados a las sinfonías de Antonin Dvorak incluidas en su ciclo de abono, sumó un concierto extraordinario con la dirección del español Theo Alcántara.
Tal como ocurrió con motivo de su presentación al frente de la Orquesta Estable, la sala del Colón se mantuvo en una imponente soledad, razón que presupone un error de apreciación por parte de la dirección general y artística del Teatro. Asimismo, en el concierto que se comenta, la presencia de Theo Alcántara no significó un aporte jerarquizado, ya que el interés del programa y el resultado artístico quedó limitado únicamente a la primera parte, conformada por las obras de Wagner y Villa-Lobos.
Esto fue así porque se escuchó una correcta versión de la obertura de "Rienzi", con una ejecución del conjunto sinfónico algo superior a la ofrecida durante los conciertos dedicados a las obras del compositor checo y una buena entrega de la muy agradable composición para armónica y orquesta de Heitor Villa-Lobos que tuvo en el solista norteamericano de familia italiana Robert Bonfiglio a un virtuoso excepcional.
Sonido novedoso
A la curiosidad de disfrutar por vez primera del sonido de una armónica en el Colón, se sumaron los atractivos de apreciar la habilidad incuestionable del creador de Brasil para lograr equilibrio entre el tenue sonido del instrumento y una masa orquestal con variados sectores y la demostración cabal de la condición acústica de la sala, puesta a prueba de manera poco menos que implacable.
En la obra de Villa-Lobos, agradable en el desarrollo y con esa rica orquestación del autor que crea en todas sus obras atmósferas sugerentes, el solista hizo maravillas con la armónica de tamaño normal. A la claridad de su sonido, segura afinación y un apabullante dominio para exhibir todos los recursos posibles provocados por el soplo, tanto aspirado como exhalado -el mismo principio que acciona al fuelle del bandoneón- sumó Bonfiglio prestancia, simpatía y pasión. El escasísimo público asistente fue tan receptivo y caluroso que se justificaron dos o tres agregados de simpáticas piezas para armónica de contagiosa alegría. Aquí el artista ejecutó también dos instrumentos mas pequeños, igualmente capaces de provocar admiración por su definición.
Lamentablemente, en la segunda parte, ese ramalazo quedó relegado por la prolija pero poco interesante versión que ofreció Theo Alcántara de la quinta sinfonía de Tchaikovsky, exhibiendo de manera sorprendente la contradicción del esperado temperamento latino, tan adecuado para acercarse a la pasión rusa, con la inexpresividad de su entrega.



