
Independiente
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"Tataralí", la apertura del tercer disco de Onda Vaga, tiene todo el encanto de una canción milenaria descubierta por un niño. Es una especie de taquirari cannábico que, sin querer, pone al desnudo la clave del asunto: tomar las tradiciones que están al alcance de la mano para, citando a Bob Dylan, cantarlas en un idioma nuevo. "En cueros", por ejemplo, es un reggaetón con arreglo para trío de guitarras criollas y "Rendición", la marchinha de Nacho Rodríguez, tiende un puente desde Leblon hacia la bohemia porteña del siglo XXI. Nada suena forzado: su mapa mestizo de América latina fluye porque la identidad de los vagos es un junco tan profundo como elástico. Dos partes esenciales de ese lenguaje son, como sabemos, el ensamble instrumental (entre los grupos del boom folclórico, los Decadentes y el tablao flamenco) y su característico registro vocal. En Magma elemental, ambos están enriquecidos sutilmente. Por un lado, a los timbres habituales les suman ukelele tahitiano, piano, alguna guitarra con reverb y una idea más moderna de la producción. Por otro lado, está el triángulo que forman los cantantes invitados: Adrián Dárgelos —el pop como subversión sensual—, Moreno Veloso —la conexión continental— y Pablo Dacal (una conciencia de época). Los resultados tienen alma de leyenda. Con el público entregado a la celebración ("estás en la ronda/ ella es la madre de todos"), Onda Vaga lo arenga y lo desafía con su disco más paciente y musical. Con su disco mejor.
Martín E. Graziano



