The Darkness
1 minuto de lectura'
Otra sobredosis de metal espectacular
"Hay una delgada linea entre la estupidez y la inteligencia", dice el cantante y guitarrista David St. Hubbins en This Is Spinal Tap. Justin Hawkins –cantante y guitarrista de la banda metalera inglesa The Darkness– baila sobre esa línea con sorprendente aplomo en "Bald", un hilarante melodrama acerca de la peor pesadilla de un dios del rock y la mejor canción del excéntrico segundo álbum de Darkness. Rodeado de guitarras que pelean como gatos, clonadas del LP de Thin Lizzy, Jailbreak (1976), Hawkins destila terror en rimas descaradas y apila las armonías vocales convirtiendo su chillido de ánima en una horda guerrera de Kate Bush. Hawkins tiembla dentro de su traje a rayas como si estuviera esquivando balas, con su voz más alta que nunca.
Ojalá todas las canciones fueran así de punzantes, concentradas y graciosas. One Way Ticket to Hell... and Back es el típico caso de una buena banda con un debut exitoso –Permission to Land, de 2003– entrando de cabeza en la maldición del segundo disco. Las primeras sesiones para este álbum fueron tensas; Hawkins, su hermano, el guitarrista Dan Hawkins, el baterista Ed Graham y el bajista Frankie Poullain, en un momento, se separaron. Justin entró en una terapia por un tiempo. Poullain grabó en junio pasado, y después fue reemplazado en el bajo por el técnico en guitarra Richie Edwards.
Producido por el ícono del rock clásico Roy Thomas Baker, el disco deja ver esa tensión. Las buenas ideas sobran –orquestas hinchadas, guitarras infladas como gaitas, ejércitos de Justins haciendo saltar la pintura del cielorraso con su falsete– pero su efecto es malogrado demasiadas veces. "Girlfriend" es un tema liviano y glam pero sobrecargado de cuerdas y bronces. "Hazel Eyes" es confuso: rock escocés con un giro vocal de ópera china. "Dinner Lady Arms" parece un pedacito de "I Believe in a Thing Called Love", de Permission, pero la mezcla mata el ritmo. Las guitarras cortan como navajas, no como sables, y los juegos vocales de Justin parecen estar lejos del estallido de la banda.
Baker sabe hacer rock monstruoso sólo con bajo, batería, un pianito, unas guitarras fuertemente enroscadas y una alta actitud vocal: él produjo los primeros cuatro lps de Queen. Por eso es difícil imaginar qué lo hizo aplacar las aspiraciones de Justin por ser un Freddy Mercury en el estallido filarmónico de "Seemed Like a Good Idea at the Time" y "Blind Man". ¿Y por qué, en el tema del título del disco, poner una cítara eléctrica cuando una guitarra habría sonado mucho mejor? El infierno no debería sonar como un restorán hindú.
"English Country Garden" es un descarado homenaje a Queen y es casi tan divertido como "Bald": guitarras sopranos extremas y Justin en su modo Mercury a tope. Uno se ríe, con él, o de él. Pero se ríe. "One Way Ticket", un recuerdo de la cocaína con un toque autobiográfico, es la suma de todo lo sólido, aunque no necesariamente acertado, de este álbum. La bravuconería es inconfundible –estribillo con la fuerza de Def Leppard, descripciones merqueras explícitas– pero también lo es la inseguridad que subyace. Las bandas de metal generalmente esperan unos cuatro o cinco álbumes antes de cantar con toda honestidad acerca del alto precio de fisurar. A los dos discos de su carrera, Justin no parece querer cantar acerca de ninguna otra cosa, o sólo regodearse en la autocompasión de "Seemed Like a Good Idea at the Time". Habiendo pasado por el infierno para poder hacer este álbum, los Darkness no sacan el provecho suficiente de la experiencia. Para la próxima, un consejo: menos preocupaciones y nada de cuerdas.
- 1
Ca7riel y Paco Amoroso postergaron la salida de su nuevo álbum: “Hoy decidimos frenar”
2Martín Demichelis le dedicó una canción muy emotiva a Facundo, su hijo mayor, y sorprendió a todos
3Federico Moura, en sus inicios: buen rugbier, mejor futbolista, diseñador de ropa y bajista de una banda que pudo haber hecho historia
4El lujoso auto que le regaló Mauro Icardi a la China Suárez para Navidad





