A 20 años de su separación, el dúo formado en Madrid por Roberto Pettinato y Guillermo Piccolini, espantó la nostalgia del regreso a puro acid-rock y electrónica de choque
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En un fin de semana con la agenda cargada de visitas internacionales, Pachuco Cadáver revivió como esos emblemas sagrados del under de aquí o de allá: áspero y desafiante, el dúo formado por Roberto Pettinato y Guillermo Piccolini ofreció un concierto tan ecléctico como la variedad de estilos que integran su módica discografía, tan sólo dos discos, 3 huevos bajo tierra (1991) y Life in La Pampa (1992). El regreso tuvo una consigna, "volver antes de que se mueran sus fans", y una intención, probar 20 años después cómo suena aquella invención que muy pocos escucharon en tiempo. Vale la pena sacudir la memoria, sobre todo para las nuevas generaciones que tienen a Pettinato como una estrella televisiva y, en menor medida, como un ex Sumo. De aquella diáspora que provocó la muerte de Luca Prodan, Pachuco Cadáver fue el nombre menos aceptado por los devotos de la banda: el origen madrileño, la propuesta para nada rockera y sus intenciones experimentales cantadas en su mayoría en inglés, convirtieron al dúo en una marca de culto que supo meterse en las giras del Nuevo Rock Argentino a principios de los 90 (junto a Todos Tus Muertos y Peligrosos Gorriones) y fascinar a un montón de adictos a la piscodelia de Barrett, la electrónica chamuscada de Suicide o el after-punk elegante de los Wire. Muchas referencias para arribar a un sonido original y de libres pensadores totalmente imbuidos por un humor ácido, que en vivo era pura energía junto a los servicios de Willy Crook y Gillespi (en aquella época todavía conocido como Marcelo Rodríguez). Pachuco se quedó con la parte intelectual y el objetivo de riesgo que trajo Luca. Una formación de existencia efímera que a fines del 92 se disolvió casi de la misma manera en que había nacido, oculta y esquiva.
Dos décadas después todos esos experimentos clase B suenan actuales y los dueños de esas ideas de laboratorio parecen estar de vuelta de todo. Pettinato sube al escenario del ND/Ateneo luciendo una máscara blanca, mezcla de monstruo marino y luchador de catch, a su derecha Piccolini ocupa su lugar detrás de sus teclados y sintetizadores que están tapizados de papel plateado al igual que los retornos; la escena tiene algo de las escenografías bizarras de los films de Ed Wood. El primer tema es casi una prueba de sonido, una señal de ajuste, la canción deforme no está incluida en ningún disco, "La nariz y la bestia" suena orquestal y destartalado con Petti preguntándole a su guitarra por donde van a ir los ruidos. Al toque, "Deadly Town" propone un ritmo juguetón y la primera referencia al sonido Pachuco, eclecticismo y desgano vocal, psicodelia 80 y cuelgue para bancar una melodía pop. En "Trippers" sube Gillespie y Sr. Flavio para agregar más sonoridades a ese menjunje de lisergia y jazz intoxicado. Todo va a seguir en esa sintonía, imprevisible y cambiante, muy volador arriba y abajo del escenario, con el enmascarado cantando mejor que hace 20 años y su coequiper manejando todos los hilos de esas frecuencias que crecen entre ruiditos de otro planeta y delicadas notas de piano cuando la canción pide melodía ("Don’t See You"). Hay claros en la platea, pero los que estuvieron allí van a recordar por siempre cuando suena "Happy Fly" y una larga figura toma la guitarra para flotar junto a los colgados, es Sky Beilinson y su sonrisa conjuga perfectamente con el ambiente de disfrute. Luego suena "Insectos", hit marciano y uno de los pocos temas en la lengua de Cervantes, con los bichitos haciendo ruido por la sala. Aquí Piccolini vuelve a mostrarse como un patrón del detalle, pasa del sonido de órgano a los sintetizadores en la escuela económica fundada por Neu! y difundida por Brian Eno.
Lo que sigue es explosión en frecuencia freak-power: "Rock N’ Roll Vermellion" con el bajo de Flavio al servicio del minimalismo y su pequeño hijo Astor (tan sólo 14 años) desde la batería, la ausencia de Fernando Samalea ni se notó. Más sueltos y totalmente lanzados, el dúo y asociados paseó por las diferentes estaciones de un viaje en el tiempo que por no tener competidores se volvió atemporal y tan vigente como las versiones adulteradas de "Sunshine of your Love" (Cream) o "I’m The Fly" (Wire). Más oscuro sonó el cover de Sumo, "Estallando desde el océano", la cita no guarda ninguna relación con el tema original: el piano martillante de Piccolini recuerda a John Cale en su etapa más furiosa mientras Pettinato lanza alaridos en medio de una tormenta cercana al free-jazz que impone Gillespi.
León Gieco festeja desde los palcos, la plana mayor de Expreso Imaginario, encabezada por Pipo Lernoud, hace lo propio en la platea, y los más anónimos confirmamos que no había mejor opción en la agenda porteña del sábado al noche. El bis es emotivo, se escucha el tema que cierra "Life in la Pampa", "My Heart is Gone", una canción acústica dedica a Luca. "Mi corazón ya partió, déjenme en paz", canta Pettinato visiblemente emocionado, aunque la máscara no deja ver señales de lágrimas. Es el final amigos y el ex Sumo se despide lacónico: "Gracias por recordar".
Por Oscar Jalil
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