La banda con base en Massachusetts hizo bailar a todos con alta dosis de pop sintético; crónica y fotos de su show en Groove
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Ya promediando la recta final del mes que seguramente va a quedar en la historia local como el que más conciertos internacionales tuvo, apareció sorpresivamente Passion Pit, la banda que comenzó convirtiendo una carta de amor en su primer EP, Chunk of change, en el que se encontraba el infaltable “Sleepyhead”. Liderada por Michael Angelakos y en su versión más orgánica (batería, 7 teclados, percusión, guitarra y bajo que se sumaban a las pistas) esta banda oriunda de Cambridge, Massachussets, se anotó en la siempre estimulante lista de bandas que vinieron en el momento apropiado y no 10 años después, cuando ya están en el camino de vuelta y sólo logran ser sombras de su pasado.
La sorpresa, más allá de todo esto, apareció directamente a la noche cuando Groove se llenó de una legión de ¿fanáticos? que convirtieron en caos el acceso al evento de Converse, que resultó ser un must de la semana (hubo gente que se quedó afuera por cuestiones de capacidad). Hubo baile en todos los temas, coros siguiendo las melodías de sintes y mucho saltito que levantó unos cuantos grados la temperatura ya primaveral (muchos de ellos más cerca de la pose de lo-que-debo -hacer-en-un-recital que de una actitud real). Todo esto, musicalizado a base de pop de máquinas que hacen bailar hasta al más desprevenido.
“Muchas gracias, Buenos Aires”, o algo parecido, fue una de las cosas que dijo Angelakos que se pudieron descifrar. Una tarea bastante compleja causada un poco por un inglés algo cerrado y otro tanto (más del 90 por ciento) porque el sonido se convertía en una bola que rebotaba por todos lados y era difícil de dominar y decodificar. Más allá de este problema que dificultó el disfrute de todo el show, los de Cambridge, que cuentan únicamente con un EP y un LP (Manners) en cartera, se largaron con un setlist de 75 minutos en el que repartieron sus hits al principio (“I’ve got Your Number”,” Better Things”, “The Reeling”) y al final (“Little Secrets”, “Eyes as Candles”) dejando un pequeño bache con sus temas menos conocidos en el medio (“Folds in Your Hands”, “Live to Tell the Tale”). Pero por más que en la mitad del show la tensión bajó un escalón, no flaqueó en ningún momento gracias al bombo en negras y una dosis alta de sonidos sintéticos comandados en su mayoría por Ayad Al Adhamy que era la columna vertebral del sonido gordo que le hacía contrapeso a los falsetes de Michael.
Vestidos de un riguroso smart casual, los cinco prescindieron de grandes pantallas o juegos de luces y se valieron sólo de la música y del histrionismo de Angelakos que demostró sus dotes vocales -por momentos cercanos a Mika- y compositivos: sus canciones deambulan dentro de los límites del pop y no buscan romper barreras, sino más bien sacarle brillo a su pasta de hiteros que parece indicar que tiene larga vida. Ya al final, mientras hacían el cover de “Dreams” (The Cranberries) y antes de cerrar con su tema de mayor repercusión, “Sleepyhead”, la sensación de haber estado en el momento justo y en el lugar exacto para ver a Passion Pit sólo se veía opacada por el excitante rumor de que a la lista “punto caramelo” se une MGMT en febrero. A cruzar los dedos.
Por Gonzalo Chaves
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