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El primer disco solista de Simon en cinco años (y el duodécimo de su carrera) está lleno de cuestiones trascendentes: el significado de la vida, su belleza, su brutalidad y su brevedad. Simon se está acercando a los 70; es natural que esté pensando en la mortalidad. Pero las canciones rara vez resultan pesadas. Por el contrario, combinan el folk libre y espontáneo de Paul Simon (1972) con el sofisticado trabajo de producción de Graceland. Es su mejor disco desde The Rhythm of the Saints (1990), y además resume muchas de las cosas que hacen de Simon un grande. Las fusiones de world-music suenan tan reales y concretas como siempre, lenguas comunes de un mundo moderno políglota. En "Rewrite", sobre un veterano de Vietnam que trabaja en un lavaautos mientras revisa algo que no se sabe si es un guión o sus propios recuerdos angustiosos, Simon intercambia virtuosas frases de guitarra acústica con la kora de Yacouba Sissoko (que educadamente evita opacarlo: 21 cuerdas contra seis es una competencia desigual), en lo que podría ser una zapada a la tarde en Washington Square Park. "Dazzling Blue" suena igual de orgánica, y allí mezcla melodías country-folk con percusión del sur de la India en una canción de amor que habla de ir en auto a la playa en Long Island. So Beautiful or So What es anticuado en su brevedad (diez canciones, 38 minutos) y muy gráfico a la hora de contar historias. A fin de cuentas, funciona como una meditación espiritual que se muestra incapaz de responder las grandes preguntas: ¿puede existir Dios en un mundo donde hay tanto sufrimiento y desigualdad? ¿Hay vida después de la muerte? Lo único que al parecer Simon sabe con certeza es que existe el amor y que existe la belleza; y que las grandes canciones viven eternamente.
Por Will Hermes






