Boris Rubaja y cómo es el día a día en Israel luego de declararse la guerra
El actor argentino hace 22 años que vive en ese país y aseguró que ahora la situación es muy difícil y que se siente “impotente” por todo lo que está pasando tras el ataque terrorista de Hamas
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Hace 22 años que Boris Rubaja vive en Israel, país en el que recaló en pleno auge de Chiquititas, novela gracias a la cual enseguida consiguió trabajo. LA NACION habló con el actor argentino que reside en Ramat Gan, muy cerca de Tel Aviv, con sus hijos Lior y Sol, de 19 años, para saber cómo está viviendo estos días, luego de que Israel se declarara en estado de guerra pocas horas después de los ataques de la organización terrorista Hamas. “La situación está muy tensa, difícil. Estoy muy preocupado, triste y angustiado, en especial por los más de mil jóvenes israelíes que participaban en un festival de música al aire libre y fueron sorprendidos por Hamas, matados a mansalva, secuestrados. Me siento impotente. Veo opiniones del mundo y hay algo básico que aún muchos no entienden. Esto no es solo contra Israel... Estos fundamentalistas quieren que el mundo entero sea islámico, que las mujeres sean sumisas y usen velo, y todos vivan como ellos quieren. Irán se enojó porque se otorgó el premio Nobel a una mujer iraní...”, detalla Rubaja.
-¿Cómo es el día a día en Tel Aviv, hoy?
-La vida no es normal. No hay bancos, no hay escuelas ni oficinas públicas. Yo estoy en casa y cada vez que suena la alarma corremos todos al refugio, a cualquier hora. Estamos todos mal dormidos. Hoy fui al supermercado y en medio del pago sonó la alarma y todos corrimos al sótano- depósito del súper. Los camiones no circulan por lo que los supermercados no tienen abastecimiento. Lentamente se van vaciando las góndolas. Dentro de la dura y triste situación, estamos bien por ahora.
Festejando un nuevo cumple de papi.............
Posted by Boris Rubaja on Friday, July 8, 2016
En una entrevista con LA NACION hace dos años, Rubaja había contado cómo era la rutina en una zona de conflicto: “Israel es un país en guerra desde hace 71 años. El sistema de seguridad es impresionante. Mi padre me enseñó la buena costumbre de caminar después de cenar y hago eso todos los días como lo hacía en la Argentina, pero allá iba con miedo, mirando para todos lados y acá a esa hora hay nenes jugando en las plazas. Acá no hay robos, la gente deja los autos con las ventanillas abiertas, las puertas de la casa sin llave. Uno de los trabajos que hice en mis primeros años en Israel fue repartir diarios y me daba un entrenamiento físico y mental tremendo porque caminaba cuatro horas diarias sin parar. Haciendo eso vi muchas veces departamentos con las llaves puestas, y nadie toca nada. Podés caminar tranquilo por la calle, a cualquier hora. No existe que te roben, pero sí existe que, de golpe, te caiga un misil”.
Y había sumado: “Viví esa situación varias veces. La última vez cayó una bomba a diez cuadras de mi casa, frente a donde voy a comprar la miel. Suenan las alarmas y tenés hasta dos minutos para ir a un refugio, que hay en todos lados. Se muere gente y te da una pena tremenda. Es una vida totalmente distinta y después de 22 años, me acostumbré. Yo no estaba bien en la Argentina y no por falta de trabajo, que tuve hasta una semana antes de venirme. Estaba haciendo Los buscas en televisión y ese año también filmé Apasionados, de Juan José Jusid. En teatro estaba haciendo una experiencia muy linda con Pablo Machado recorriendo las escuelas de todo el país con El acompañamiento, de Carlos Gorostiza, y un debate posterior. Entonces no me vine por falta de trabajo sino por una necesidad de cambio”.
También confesaba: “En ese momento, Israel no era una opción. Tenía tres alternativas: México, Venezuela y Colombia”. En esa decisión estaba cuando lo convocaron para dirigir una obra de teatro en una escuela hebrea, la Scholem Aleijem, en Palermo. Y fue una maestra la que le sugirió ir a Israel: “Yo ni lo había pensado porque lo mío es la palabra y acá se habla hebreo. Me respondió que siendo judío el Estado te enseña el idioma, te da un lugar dónde vivir y te paga un pequeño subsidio durante un tiempo. Le pedí que me enseñara hebreo y decidí inscribirme en la Agencia Judía para la Absorción (SOJNUT), que en Buenos Aires funciona en la AMIA. Así fue. Llegué a Israel y fui a lo que se llama un Centro de Absorción, un lugar enorme con muchos departamentos con ventanas chiquitas, pintados de gris y todo para que no te quieras quedar ahí. Durante seis meses te pagan un dinero mínimo para que vivas. En ese tiempo vas a la escuela todos los días de 8 a 12 para aprender el idioma, de domingo a jueves, porque el sábado es el séptimo día, el que se descansa y todo está cerrado”.
La suerte estuvo de su lado porque cuando llegó a ese país, Chiquititas era un éxito y la gente lo reconocía en la calle. Empezaron a hacerle notas y lo convocaron para hacer teatro en español y para dar clases de actuación. Todavía se gana la vida de esa manera, aunque en este momento todo está suspendido y la vida es minuto a minuto.
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