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A las cinco de la tarde del primero de julio, en el Salón del Trono del Palacio Grimaldi, la nadadora olímpica sudafricana Charlene Wittstock fue distinguida con el título de Su Alteza Serenísima, princesa de Mónaco, duquesa de Valentinois, marquesa de Baux y condesa de Carladès. Su unión con Alberto II le dio los mismos títulos que ostentó la bellísima Grace Kelly durante los veintiséis años de matrimonio con el príncipe Rainiero III. El esplendor de una de las monarquías más emblemáticas de Europa aguarda la oportunidad de subrayar el glamour de antaño, cuando Mónaco parecía Hollywood y el clan Grimaldi estaba en su momento más elevado de prestigio y popularidad. Pero aún queda mucho por saber de la protagonista de este sueño.
LA INFANCIA DE LA PRINCESA
Charlene Lynette Wittstock nació el 25 de enero de 1978 en Zimbabue (Africa), pero a los 12 años se mudó con su familia a Sudáfrica. Su padre, Michael Wittstock, es director comercial en una multinacional de equipos de impresión, y tiene dos hermanos: Gareth, técnico informático, y Sean, empresario. Pero seguramente su madre, Lynette, profesora de natación ya retirada, fue la responsable de la pasión que la llevó a los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, sino que la condujo a su destino: Mónaco. A los 3 años ya nadaba en la piscina familiar. A los 18 años, en 1996, ganó varios campeonatos en Sudáfrica, y en el año 2000, clasificó con su equipo en quinto lugar durante una prueba de relevos en los Juegos Olímpicos de Sidney.
Fue en el Marenostrum, el Encuentro Internacional de Natación de Mónaco, cuando conoció al príncipe Alberto, y se llevó la medalla de oro en los 200 metros de espalda. ''Después de verme nadar, Alberto le pidió permiso a mi manager para concertar una cita. Estuvimos toda la velada riendo y hablando'', dijo.
''Tenía 22 años, vivía concentrada en mi carrera y no estaba en una situación emocional para una relación. Pero en el momento en que nos conocimos, sentí una profunda sensación de predestinación. Se ha dicho que sentí que las rodillas me temblaban. Es un modo de expresarlo, aunque cierto. Supe que era mi hombre ideal'', dijo en una entrevista con la revista Tatler. Cinco años más tarde, en 2005, se reencontraron en Ciudad del Cabo y salieron por primera vez en Año Nuevo. Durante casi un año, Alberto y Charlene lograron mantener su relación en secreto y ella no tenía intenciones de abandonar Sudáfrica. Su primera aparición pública juntos fue durante los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín, en febrero de 2006. Pero luego de varias conquistas deportivas, en 2007, la sudafricana abandonó su carrera por una lesión en el hombro y así renunció a los Juegos Olímpicos de Pekín. También se trató de un acto de fe: en ese momento no tenía ningún rol oficial asociado a la familia Grimaldi, sólo el compromiso de un hombre enamorado.
Su confianza no fue en vano, y en junio de 2010, el príncipe pidió un permiso especial para que su novia pudiera acompañarlo al casamiento de la princesa Victoria de Suecia. Y recién luego de una de las bodas de ensueño, comenzó a planear la suya. ''Me propuso matrimonio el día en que volvimos de la fiesta'', dijo Charlene.
EMBAJADORA DE ESTILO
La transformación de Charlene de una joven deportista en una princesa de la moda fue paulatina: en cuatro años, abandonó el traje de baño y comenzó a lucir lo mejor de la alta costura. ''Mi primer Baile de la Cruz Roja fue un bautismo de fuego. Estaba acostumbrada a vivir llevando una malla y no tenía ni idea de moda. El día del baile había estado jugando al vóley en la playa y no pensé en arreglarme hasta última hora. Le pedí prestado un traje verde a una amiga, me peiné yo misma y me pinté las uñas de rojo. Parecía un árbol de navidad'', bromea hoy Charlene.
Pronto, sus looks deportivos e informales dejaron lugar a los trajes y los vestidos, asesorada por el mejor: Giorgio Armani. En 2009, el modisto italiano la eligió como embajadora de su marca y de sus diseños de haute couture: ''Es un placer, tiene una elegancia innata'', dijo. De hecho, Charlene confía en Armani para todas sus apariciones públicas más importantes. Suele elegir vestidos corte sirena y escotes asimétricos y, por supuesto, ya convertida en un ícono de estilo a nivel europeo, decidió confiar también en él también para el día más importante de su vida: la gran boda de Mónaco.
''Cuando el señor Armani acudió a mí para que me convirtiera en su embajadora fue un gran honor: ha sido extraordinariamente amable y me enseñó mucho sobre el arte de vestir con estilo. La experiencia de trabajar con Armani abrió mi mente a la moda. Ahora sé lo que me conviene. Pero adquirir mi look ha llevado tiempo. Tengo los hombros anchos y lo que mejor me sientan son las líneas simples, sencillas y elegantes'', asegura Charlene.
Esta alianza no sorprende en una familia muy cercana a la moda: Carolina de Mónaco está estrechamente ligada a la etiqueta Chanel, y es amiga de Karl Lagerfeld: siempre luce los zapatos bicolor, los trajes de tweed y las perlas que inmortalizaron a Gabrielle. Mientras que su heredera, Charlotte Casiraghi, se ha convertido en la joven embajadora de la maison, aunque también luce Armani, Valentino y Gucci (Frida Giannini produce diseños exclusivos para ella).
De hecho, Karl Lagerfeld es otro de los custodios de su estilo: ''Karl me llevó a su taller en París y me dijo: ‘Vas a ser un ícono de estilo. Le das un soplo de aire fresco y de glamour moderno a Mónaco´. Después, me preguntó si había alguna prenda con la que siempre me habría gustado experimentar, y contesté: ‘Una chaqueta de smoking´. Volvió a su apartamento y me trajo una camisa blanca y una chaqueta de su propio armario'', contó.
LA ACTIVIDAD HUMANITARIA
Las causas sociales son un interés en común con su futuro marido. Charlene pasó su infancia en Africa, por eso siempre está atenta a los problemas de los niños de su país. ''Mis orígenes como nadadora y mi excepcional posición como futura princesa se presentan como una inmensa plataforma desde la que puedo devolver algo de lo mucho que he recibido'', contó durante un viaje a Sudáfrica en el que participó de la 38a edición de la Milla Midmar, una carrera que tiene como objetivo recaudar fondos para las Olimpíadas Especiales de Sudáfrica (SOSA).
Desde 2009, Charlene es presidenta de honor del Ladies Lunch de Montecarlo, también es madrina de las Olimpíadas Especiales y de la fundación Virginia McKenna´s Born Free, y está estrechamente ligada a la Fundación Mandela: ''Admiro mucho a Nelson Mandela por su coraje. Ha cambiado el curso de la historia. El sufrimiento que soportó hizo de él una persona única. Por eso estoy tan orgullosa de aportar mi contribución a su fundación'', explica.
Además, junto con el príncipe Alberto, están unidos por su compromiso con el medio ambiente. Conocido como el Príncipe Verde, Alberto II planea convertir a Mónaco en un ejemplo de políticas medioambientales y tecnología aplicada a la sostenibilidad. ''Estamos muy comprometidos en preservar nuestro ecosistema'', explica.
En una espectacular ceremonia a la que asistirá la realeza y grandes celebrities internacionales, Charlene, la pequeña nacida y criada en Zimbabue, recorrerá el camino al altar para casarse con uno de los últimos solteros codiciados. De ese modo sellará el mismo destino que forjó en 1956 otra mujer nacida en Philadelphia, cuando su unión con el príncipe Rainiero III la convirtió en una de las princesas más bellas, queridas y admiradas de todos los tiempos: Grace Kelly. El sueño ya está en marcha.
Texto: Mariana Riveiro
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