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La boda real tuvo tanta difusión desde que se dio a conocer el compromiso, en noviembre del año pasado, que pocos eran los secretos que quedaban por develar. Los detalles se fueron conociendo paso a paso en los últimos meses y sólo el vestido de la novia era un misterio aún.
A las 6.50 a.m hora argentina, se pudo conocer: un diseño elaborado por Sarah Burton para Alexander McQueen, que supo combinar la sobriedad requerida para un acontecimiento tan protocolar, con un toque juvenil y moderno. Largo hasta el piso, con una cola larguísima, mangas largas de encaje y un pequeño escote en v que le aportó femineidad y belleza.
La novia entró con un velo de tul que retiró al llegar al altar y encontrarse con su marido. Llevaba también una tiara, obsequio de la reina Isabel II, quien posee la colección de joyas reales más grande del mundo. Se trata de una corona Cartier, de 1936, que el rey Jorge VI le regaló a su hija, la actual reina, para su cumpleaños de 18.
Unos pequeños aros de brillantes que apenas se percibían bajo el brillo de la corona, completaron los accesorios.
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