Madeleine Stowe: el regreso de una misteriosa y cálida actriz retirada de Hollywood, de la mano de un argentino
La protagonista de films como Revancha, El último de los mohicanos y 12 monos, cumple un rol fundamental en la serie It: Bienvenidos a Derry, de Disney+
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No todos recordarán a la mujer de la cruel venganza de Anthony Quinn en Revancha, uno de los vehículos que consagró a Kevin Costner en los años 90. O a la Cora de El último de los mohicanos de Michael Mann, junto a un pelilargo Daniel Day Lewis en sus años de aventura y rebeldía. Y menos a la violinista ciega de Testigo, un ejercicio de giallo posmoderno con el que Michael Apted reimaginó el legado de directores como Mario Bava o Dario Argento. Ese tiempo quedó atesorado en la memoria de cierta cinefilia más afecta a los sábados de VHS que a las salas de arte y ensayo; un tiempo “de película” que definió la temprana carrera actoral de Madeleine Stowe como una aprendiz de femme fatale, a veces de apariencia frágil y semblante vital, otras escondida en las sombras, capaz de tejer ardides como en Luna de porcelana o en la secuela de Barrio Chino bajo la dirección de Jack Nicholson, o de convertirse en habitante de un mundo devastado como en la distópica 12 monos. Distante y luminosa, aún en la más espesa de las penumbras.
Su rastro parecía haberse perdido luego de años de retiro, primero en el norte de Texas, luego en Memphis, hasta que reapareció hace poco más de una década como la matriarca implacable en la novelesca Revenge (2011-2015) de la cadena ABC, y ahora vuelve a sorprender convertida en la hija escondida de Pennywise en una Derry reinventada por Andy Muschietti para la nueva serie It: Bienvenidos a Derry. “Me dijeron que Andy quería hablar conmigo sobre este proyecto”, revelaba en una reciente entrevista con The New York Times. “Sin embargo, no quería que viera los guiones con antelación. Dedicó una hora a explicarme el proceso y, si bien no pretendió darme una conferencia sobre política, me quedó claro que la serie dialoga con este tiempo particular en el que vivimos”.
Su personaje es parte de esa oscuridad que subyace en el mundo creado por Stephen King, alguien que convive con las huellas de una tragedia, que intenta sobrevivir a ella y eso la convierte en una mancha voraz que se esparce por Derry como la entidad que habita en el corazón de la ciudad.

Ingrid Kersh (Stowe) no es cualquier personaje, es una enfermera de apariencia cálida y bondadosa que aparece en el psiquiátrico Juniper Hill donde internan a Lilly Bainbridge (Clara Stack) luego de la macabra muerte de su padre. Ingrid es capaz de comprender ese dolor que atormenta a una hija porque ella misma convive con él desde que era niña y su familia llegó a Derry para trabajar en la feria. Bob Gray era un artista circense y actuaba como Pennywise, el payaso bailarín, antes de quedar atrapado en el disfraz cuando la entidad maléfica de la ciudad se apoderó de él. Entonces Ingrid era una niña y brillaba como su asistente, Periwinkle, fachada que ya de adulta utiliza para comandar una turba racista que amenaza el club nocturno donde se esconde Hank (Stephen Rider), acusado de asesinato. Las raíces de Ingrid la atan al presente y al pasado de Derry, la unen a Lilly y Hank, dos de los protagonistas claves de la serie, y la convierten en heredera de la maldición que se apoderó de su padre y el destino de tragedia que ella intenta torcer.

“Andy [Muschietti] me habló con mucho cariño de Ingrid”, explica Stowe entre risas. “Siente que, en el fondo, es alguien de buen corazón, por ello no fue difícil retratarla. Ingrid está atrapada en la época en la que ocurrió la tragedia de su padre, y ha permanecido en un estado de suspensión todos estos años, esperando lo imposible, esperando que su padre fuera rescatado. Descubre algo especial en Lilly, y su compasión por ella es real. Pero también hay algo sombrío que en definitiva la impulsa, y tiene que ver con las artimañas de Pennywise, con la ilusión que él le ha creado”, concluye. El misterioso vínculo de Ingrid y su padre con “Eso” ha sido objeto de especulación desde que Stephen King publicó la novela en 1986. En el libro, aparece una versión envejecida de Ingrid, conocida como “Mrs. Kersh”, una de las posibles manifestaciones de “Eso”. Luego, su aparición en la película It: Capítulo Dos (2019), de Muschietti -entonces interpretada por Joan Gregson- alimentó nuevos interrogantes. ¿Cuál es la verdadera motivación de Ingrid para ponerse al servicio de quien fue el verdugo de ese padre tan amado?
La exploración de esa extraña magia que asoma en el vínculo de Ingrid y su padre en el pasado, y que ella intenta recrear como una forma de resurrección, fue clave para la interpretación de Madeleine Stowe y resultó una forma efectiva de acercarse a un personaje tan esquivo. Su afinidad con lo sobrenatural la convertía en una criatura enigmática, indescifrable, sin demasiados puntos en común con aquellas a las que la actriz había dado vida en el pasado, la mayoría habitantes de mundos reales aún siendo turbulentos. Por ello Ingrid se convirtió en alguien a quien temer, pero también en alguien que podía ser cálido con una huérfana como Lilly, o que podía sentirse atraída por Hank, corroído por la locura de su persecución. “Sus sentimientos por él [Hank] son muy reales -continúa Stowe-, pero está viendo cómo empiezan a suceder estas cosas sobrenaturales, y su amor por su padre siempre es mayor (…). En la mente de Ingrid, cree que puede sacar a su padre de ‘Eso’ y devolverlo a sí mismo, y todo lo demás terminará. Es una situación donde el fin justifica los medios”, destaca.

Medios y fines forjaron una ecuación habitual en el cine que definió el debut de Madeleine Stowe. El neo noir de los tardíos 80 resultó el universo perfecto para su desembarco en Hollywood luego de dar sus primeros pasos en la televisión, en series como Barnaby Jones, La familia Ingalls, y Crónica de gángsters, una especie de saga de mafiosos en la que permaneció varios episodios interpretando a Ruth Lasker, esposa del personaje ficticio Michael Lasker (una disimulada evocación del inefable Meyer Lansky). Por entonces Stowe todavía estudiaba en la Universidad del Sur de California y fantaseaba con ser crítica de cine. “Pensé que toda esa gente era increíblemente exótica”, recordaba en una entrevista con Roger Ebert hace más de dos décadas. “Tenían una capacidad de expresión que nunca antes había visto. Empecé a faltar a clases para pasar más tiempo con ellos”. Pero eso nunca ocurrió, el agente de un amigo la descubrió en el hall de un cine y la convocó para una audición. “Ahí empezó todo”.

El neo noir todavía gozaba de cierto esplendor en los años 90 y su rol fue menos el de la tradicional femme fatale, aquel que le quedó reservado a actrices más voraces como Kathleen Turner, Linda Fiorentino o la recién surgida Sharon Stone, que el de una mujer misteriosa y elusiva, dotada de una inusual calidez en un mundo de amenazas y cuentas pendientes. De hecho, su primer papel importante llegó con la comedia Dos policías al acecho (1987), junto a Richard Dreyfuss y Emilio Estevez, parodiando de alguna manera la explosión del thriller de persecución en clave de buddy movie. Recién después de ese inesperado éxito llegarían la Miryea de Revancha (1990), una mujer deseada y convertida en trofeo por su poderoso marido, para luego convertirse en el blanco de la crueldad más despiadada; la sorpresa en Obsesión mortal (1992), donde formaba un matrimonio perfecto con Kurt Russell, eje de una creciente obsesión que consume al policía que interpreta Ray Liotta; y la mejor aproximación a la oscuridad del noir en Luna de porcelana (1994), donde vuelve a ser la esposa infiel de un banquero al que fantasea asesinar en sociedad con el detective privado que interpreta Ed Harris. Menor es su papel en la olvidada Barrio chino II (1990), dirigida por Jack Nicholson y donde J. J. Gittes vuelve a enredarse con un magnate inmobiliario de Los Ángeles y la sombra de Evelyn Murray reaparece como un fantasma.

Su apariencia fue perfecta entonces para la remake de Espera en la oscuridad, aquel thriller en el que Audrey Hepburn interpretada a una mujer ciega asediada por un psicópata en su propia casa. Bajo el nuevo título de Testigo (1994) -con ese afiche encendido en rojo que mostraba el contorno del rostro de Stowe como un espejismo bañado de sangre-, la nueva versión introduce un detalle atractivo: Stowe es una violinista ciega que toca en una banda irlandesa de Chicago y se somete a una operación que le devuelve la vista, pero bajo la modalidad de una ‘visión demorada’ debido al lento accionar de su cerebro. Esa anomalía es funcional a la trama: la vecina de arriba es asesinada y recién al día siguiente Emma Brody (Stowe) “ve” al asesino salir del departamento. “¿Es posible semejante fenómeno?”, se preguntaba Ebert en la charla con la actriz. “Solo en parte”, le confesó ella. “Las personas que recuperan la vista tras largos periodos de ceguera suelen tener dificultades para procesar lo que ven, así que partimos de ahí. La película funciona porque siempre es la imagen de una realidad distorsionada”.

Después de tantos thrillers –“Estuve a punto de no aceptar Testigo porque entonces ya no creía en el género. Su debilidad es que tiende a caer rápido en las más evidentes convenciones”- probó suerte con un cine más personal, de artistas con aspiraciones lindantes al autorismo, aún en los contornos de géneros populares. Algo de ello representó su aparición en El último de los mohicanos (1992) de Michael Mann, en Ciudad de ángeles (1993) de Robert Altman -basada en una serie de relatos de Raymond Carver-, y en 12 monos (1995), del británico Terry Gilliam, ex Monthy Phyton. Ésta última fue pionera en la moda de distopías sobre un futuro incierto -con guion de una figura atípica como Chris Marker, pieza clave del contexto de la nueva ola francesa y artífice de obras de contenido político como La jetté y Sans solei- y marcó quizás el último gran suceso en la carrera de la actriz.

“Muchos personajes femeninos simplemente existen como excusa para que los hombres tengan sus peleas, superen sus conflictos y conserven su estatus heroico. Yo había sido parte fundamental de esa estrategia en algunas de mis primeras películas. Y aunque fue agradable trabajar con muchas de esas personas, al final no me satisfacía interpretar siempre a la misma víctima. Me di cuenta de que ya no podía. Que tenía que parar”. Su respuesta a Ebert respecto al futuro de su carrera resultaba ya entonces premonitoria. No solo el cuestionamiento de ciertos personajes femeninos apenas concebidos como un engranaje para el lucimiento de su partenaire, sino el mismo agotamiento del neo noir como recorrido del policial en esos años.
La referencia al western Perseguidas: Cuatro mujeres y un destino (1994) como próximo proyecto -junto a actrices como Andy McDowell, Mary Stuart Masterson y Drew Barrymore- anticipa su retiro venidero, que se concretaría hacia el final de esa década después de algunos fracasos como Corazones apasionados (1999), junto a un elenco multiestelar que sumaba a Sean Connery, Gena Rowlands, Ellen Burstein y Angelina Jolie, y La hija del general (1999), con John Travolta.

“Voy a mudarme de ciudad. Tengo una casa en el norte de Texas. Quiero mudarme a una región montañosa. Quiero practicar rodeo y tocar el violín”. Esa era la última frase de la entrevista con Roger Ebert realizada a mediados de los 90. Después de esa confesión, cumplió su palabra: se trasladó a Texas con su esposo, el actor Brian Edward Benben (con quien está casada desde los 80), y su hija May, lugar donde vivió hasta su reciente mudanza a Memphis, en Tennessee. Pocas películas la sacaron de aquel paraíso -la mejor, aún con ciertas reservas, es Fuimos soldados (2002), junto a Mel Gibson-, y la terea humanitaria en Haití fue el eje de sus apariciones públicas.
El regreso a la televisión con Revenge fue una sorpresa: se convirtió en la altanera Victoria Grayson, matriarca de un clan familiar que recuerda a los tiempos de Dinastía, y que le permitió acercarse a un nuevo público durante cuatro largas temporadas. Pese a esa renovada fama nunca rompió las barreas que separan la ficción de su intimidad. No ha regresado a Los Ángeles, aparece en público apenas para contados eventos y presentaciones, da sus entrevistas desde Memphis, y no tiene redes sociales. “Lo he intentado pero no me gusta romper ese muro. No quiero hacerle eso al público”, declaraba en la charla con The New York Times apenas hace unos días.

La convocatoria de Andy Muschietti fue la oportunidad para el regreso y el reencuentro con ciertas formas de la ficción contemporánea que desde hacía tiempo observaba apenas como espectadora. Más allá del rol de Stephen King en la cultura popular y de la importancia de It en el retrato de aquel enclave regular en su narrativa, como suele ser el condado de Maine, Stowe está convencida que la nueva serie de HBO dialoga con el presente actual de Estados Unidos, y quizás el de la propia condición humana en esta era. Hay algo que asoma en su reflexión, que excede al propio Pennywise como agente del mal, y es el rol de la comunidad que permite con su silencio la permanencia de la entidad en Derry. “Creo que esa conveniente ignorancia que asoma en Derry ilumina sucesos preocupantes de la América actual”, repite en la entrevista. “Sin embargo, voy a extrañar al pueblo del payaso asesino. Solo quiero una cosa, una de esas postales que asegura ‘Bienvenido a Derry’”.

Todos parecen tener sus razones para estar y permanecer, todos quieren verse como los buenos de la historia, todos infligen sobre los demás aquello que creen que puede salvarlos. Ingrid lo hace cuando planea un derramamiento de sangre que convoque a Pennywise, y que finalmente haga presente a ese padre que ha perdido. Aún cuando la reunión familiar sea solo un espejismo, aún cuando las esperanzas de reconciliación sean efímeras. “El sadismo realmente ha salido del armario”, concluye la actriz. “Vivimos en una época en la que el sadismo parece estar aceptado. Pennywise encarna ese sadismo, esa crueldad por la crueldad misma. Hay algo en la naturaleza humana que hace que nunca sea suficiente. No puedes deshacerte de ello, pero puedes controlarlo y puedes contenerlo. De hecho, se necesita mucha valentía para conseguirlo”.
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