
Bullying
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Fue una top model que compartió pasarela con Araceli González. También fue notera de Videomatch y su popularidad la hizo una de las preferidas del programa de Marcelo Tinelli, en los ’90. Se casó y, cuando fue mamá, decidió dar un paso al costado y desapareció de los medios. Con el tiempo se dedicó a la divulgación de contenido educativo y prevención de bullying. Y el año pasado publicó el libro Yo disléxica, cómo vivir con una dificultad invisible. Porque a Marina Vollmann la diagnosticaron de dislexia a los 40 años y, además, sus dos hijos también la tienen.
“Es un texto totalmente autorreferencial donde cuento lo que me sucedió a mí en la escuela y lo que viví con mis hijos y el acompañamiento que tuve que hacer”, le relata a LA NACION. La exmodelo y periodista recuerda además el beso que le dio a Luis Miguel, confiesa que nunca se sintió actriz y que hoy no tendría lugar en la tele.

-Gracias a las dificultades de aprendizaje de tus hijos supiste que sos disléxica, ¿fue así?
-Sí... Y en el colegio sufrí un montón, sin saber qué era lo que me pasaba porque en esa época no se hablaba de dificultades de aprendizaje. En ese entonces, o eras burro o eras inteligente. Hoy a un papá no se le ocurre decir esa palabra. Y sí, gracias a que empecé a acompañar a mis hijos me diagnosticaron dislexia, a los 40. Rufina Pilson, psicopedagoga de mis dos hijos, tenía que dar un testimonio en un congreso y no podía hacerlo sin mi diagnóstico también. Fui pensando que iba a ser una pavada y el resultado fue que soy disléxica. Pensé que no me iba a importar, pero fue como un antes y un después para mí porque recordé lo que me ha pasado en la escuela. Fue como un volver a nacer y la oportunidad de sentirme útil, inteligente, cosas que yo no había sentido nunca y creí que no podía lograr.
-¿Qué recuerdos tenés de la escuela?
-La primaria me costó un montón porque iba a un colegio bilingüe y era tremendo para mí. Si bien hablaba muy bien inglés oralmente, me costaba mucho la escritura. Mi mamá se daba cuenta que salía muy triste, inclusive las otras mamás se lo decían. Me cambió de escuela y ahí empecé a lograr algunas cosas, pero seguía sin ningún tipo de diagnóstico. Me llevó a un neurólogo para ver qué pasaba que me iba mal en matemática, lengua… Y me acuerdo en esa época los neurólogos trabajaban con unos cables y una pasta que te ponían en la cabeza, y no tiene nada que ver. No había la información que hoy hay.
-Tus hijos no tuvieron que sufrir lo que sufriste vos…
-Sí, pero tampoco fue fácil, por ejemplo, encontrar un colegio para mi hijo mayor, Simón, que hoy tiene 21 años. Ya desde jardín de infantes había cosas que no lograba, como estar quieto, sentarse, prestar atención. En salita de cinco me decían que no se quedaba quieto en la ronda o no presta atención al cuento. Y yo pensaba que lo único que quieren los chicos es moverse. No tenía diagnóstico en ese momento, y lo cambié de escuela. No fue nada fácil hasta que llegué a Disfam Argentina, que es una organización internacional de dislexia y familia. Y el doctor Gustavo Abichacra, presidente en ese momento de la Asociación, entendió perfectamente la problemática de mi hijo.
-¿Sentiste alivio?
-Sí. Me cobijaron de alguna manera, porque hasta ese momento la angustia era tremenda. A partir de ahí empecé a trabajar socialmente, ayudando Difama Argentina como mamá voluntaria. En ese momento no existía la ley 27.306 que ampara a los chicos con dificultades en el aprendizaje dentro de la escuela. Cuando entré a Disfam empezamos a luchar para que se sancione esa ley y me acuerdo de ir con los bombos y con las mamás a la plaza.
-Tu hijo menor también tiene dislexia, ¿es hereditaria?
-Sí, Teo tiene 16 años y es disléxico. Con él fue más fácil porque ya tenía herramientas. Es hereditaria, sí. Tiene un gran componente genético. Porque yo tengo dos hijos de dos papás distintos y los dos son disléxicos. A mi marido, Daniel que es el papá de Teo, lo conocí cuando Simón era chiquito. Hace 20 años que estamos juntos y fue un gran compañero en este camino. También el papá de Simón acompañó; el soporte de la familia es fundamental porque un chico con problemas de aprendizaje tiene muchas actividades fuera de la escuela, como fonoaudióloga, psicopedagoga, psicóloga en muchos casos, terapia ocupacional. Ya con un diagnóstico es diferente, porque hay un tratamiento y podés avanzar. Mucha gente dice que no, que es como etiquetar. Eso es una mentira, al contrario. Si vos no tenés un diagnóstico podés ir con diferentes profesionales que quizás no le peguen a lo que está pasando y el chico sigue en la escuela tratando de avanzar y no puede.
-De alguna manera, tus hijos te inspiraron y cambiaron tu camino que quizá no pensabas recorrer...
-Tal cual. Trabajo con bullying también, y soy parte de la Asociación Anti-Bullying Argentina (@vinculossinbullying). Arranqué con la dislexia ayudando a Disfam, y encontré un lugar en mi vida. Siempre quise ayudar, pero no sabía cómo ni a quién. Y la manera se me presentó en la peluquería, charlando con Lulú Cahen D’Anvers. Ella me sugirió ir a ver el doctor Abichara, y pude ayudarme a mí misma y a los demás porque el camino se abrió solo.
-De chica, ¿tenías estos mismos intereses?
-Cuando era chica quería ser abogada, como en las películas. Hice el ciclo básico, pero enseguida empecé a trabajar como modelo y a ganar muy bien. Fue en la época de Araceli González. Mi padre había muerto hacía siete años, y cuando terminé la escuela mi mamá nunca más me dio un peso y yo quería tener mi plata.
-¿Cómo llegaste a las pasarelas?
-Por Karina Rabolini, que me vio en un bar. Yo tenía el pelo muy cortito, tipo francesita, que no se usaba en ese momento. Se acercó y me preguntó si quería trabajar como modelo y me dio la tarjeta de Ricardo Piñeyro. Lo llamé, me hizo el casting y enseguida empecé a trabajar.
-¿La tele también se dio por casualidad?
-Estaban buscando chicas porque Marcelo Tinelli no quería seguir con Videomatch a las 12 de la noche. Querían hacer un Videomatch de mujeres que se llamó Arriba las gomas, y durante dos meses lo condujo Adriana Salgueiro. Pero no funcionó. Yo estuve ahí y después Gustavo Yankelevich me propuso quedarme y seguir como notera en Videomatch. Le dije que sí, casi sin pensarlo. Era muy suelta para las notas, me salían muy natural. Nada guionado.
-Y fue un boom...
-¡Sí! Y me pareció muy raro... No podía ir a un shopping, todos se me acercaban, me pedían fotos, autógrafos. Fue una linda época y tenía la mejor onda con Tinelli y con todos los chicos. Pasaba muchas horas en Telefe, desde la mañana hasta la medianoche, cuando terminaba el programa. Ganaba plata, me divertía, me iba súper bien.
-Después trabajaste como actriz, ¿te gustó?
-No tanto porque nunca me sentí actriz. Trabajé con Juan Alberto Mateyko y a los dos años me llamaron de Canal 13 para trabajar con Carlín Calvo en Hola papi. El programa fue un golazo. Me formé con Roxana Randón, pero no me sentía actriz y me costaba mucho recordar los libretos de memoria. Con el diagnóstico en la mano entiendo por qué me costaba tanto. No me sentía en mi lugar. Así que lo hice porque tenía que ganarme la vida. Vivía sola, necesitaba pagar mis cuentas, pero no era lo que más me hacía feliz. Igual seguí trabajando con Guillermo Francella en Los Benvenutto, y estuve en una novela con Sebastián Estevanez. Al tiempo abrí una productora chiquitita y empecé a producir obras de teatro off, y me subí al escenario también y trabajé con Marcelo Mazzarello. Me gustaba más producir, estar en “el detrás”. Lo último que hice fue Tendencia, con Viviana Zocco. Y quedé embarazada de Simón.
-¿Te alejaste del medio para ser mamá?
-Primero fue por eso y después porque ya no quise la exposición de Videomatch, porque era tal el boom que no estaba preparada para eso. Marcelo me presentó un lunes y al día siguiente fui a Unicenter con una amiga y me corrían por el shopping para pedirme autógrafos. Yo no estaba acostumbrada a eso. Me asustó un poco. De todas maneras, lo disfruté y le hice notas a Ricky Martin, a Luis Miguel…
-Le diste un beso a Luis Miguel…
-Sí, en el medio de una nota. Me acuerdo que le dije “no me mires así que te voy a dar un beso”. Y él me respondió “si querés, dame un beso”. Después las fans me querían matar (risas). Esa parte no era muy agradable y tenía que salir medio escondida del canal. Hoy la tele es totalmente diferente, ya no hay tanto respeto. Yo trabajé en otra época, donde el respeto existía. Ahora siento que se dice cualquier cosa.
-Entonces, la maternidad cambió tu rumbo…
-Sí. Fui mamá y también hice radio y eso me interesó mucho. Estuve tres años en Radio Belgrano con Anita Martínez y después con El Cholo Gómez Castañón. Me sentí muy cobijada. Era un trabajo ordenado que me venía bien porque mi hijo era chiquito. Ahora hay alguna oportunidad de volver a hacer radio. Cuando miro hacia atrás siento que trabajo desde muy chica, porque a los 17 años ya estaba viajando a Chile para desfilar. Me gustaba más ser modelo que actriz… Ya no me acuerdo ni cómo posar, pero soy muy coqueta y saqué muchas cosas de esa época que hoy las tengo incorporadas. Hice cosas que disfruté mucho y recorrí varios caminos. El año que viene voy a hacer un ciclo de entrevistas con gente relacionada a la educación.

-¿Volverías a la tele?
-Siento que no hay lugar para mí en la tele. Y no volvería como una panelista. Y no por desmerecer a las panelistas, pero no es lo mío. Si sueño en voz alta me gustaría tener un programa relacionado a la educación donde pueda aportar lo mío desde otro lugar. Me gusta hablar de lo que pasé y de lo que pude lograr, y en el medio salió una ley. Y además estoy trabajando en mi segundo libro, más enfocado en el bullying y adolescentes.



