A 47 años de su boda en San Benito de Palermo -el primer casamiento televisado de la Argentina-, repasan sus vidas y hablan de los hijos, los nietos y las críticas
Al abrir la puerta del amplísimo piso de estilo francés que comparte con Ramón "Palito" Ortega (73) –su único hombre, el amor de su vida, desde hace algo más de cuarenta y siete años–, Evangelina Salazar (68) nos recibe con una sonrisa. Despliega sus encantos de anfitriona y enseguida nos hace sentir como en casa. Entonces, llega él –el "Rey", el creador de "La felicidad", "Media novia" y "Camelia", el que hacía delirar a las mujeres en el Club del Clan, el galán de treinta y tres películas– y se sienta a su lado. Se miran a los ojos, sonríen y se disponen a la charla con ¡Hola! Argentina con mucha calidez.
–¿Cómo definirían su historia de amor?
Palito: Es muy difícil encontrar una definición. En esta historia no tengo dudas de que la que más puso de los dos fue Evangelina. La gran protagonista es ella: crio seis hijos en medio de muchos viajes, shows y ausencias de mi parte. Desde chico, yo siempre escuché aquella frase de que "el matrimonio es una lotería", pero nunca estuve de acuerdo. Yo creo en la voluntad, en las ganas que tiene cada uno y esto es lo que yo anhelé toda mi vida.
–Evangelina, cuando conociste a Ramón, ¿sentiste que era para toda la vida?
–Totalmente. El fue mi primer amor, mi primer hombre. Yo no tenía una teoría al respecto, simplemente sentía que Ramón era mi camino, el amor, lo que estaba esperando.
–¿Cómo vivieron la noticia del primer embarazo?
Evangelina: Me dieron la noticia por teléfono y esperé a que Ramón regresara para decírselo. Antes él era menos expresivo que ahora, entonces yo no esperaba una explosión, pero era algo que anhelábamos, lo buscamos desde el primer día y quedé embarazada al año y tres meses de casados.
–¿Es cierto que quien tenía más ganas de una familia numerosa era Ramón?
Evangelina: ¡Es cierto! Cuando nació Martín, me mostró la libreta matrimonial en el sanatorio y me dijo: "Mirá, vamos a llegar hasta acá". Marcó cinco hijos más.
–¿Hay una fórmula para un matrimonio de tantos años?
Evangelina: Creo que me encontré con una persona que tenía muy claro lo que anhelaba para su vida, y él se encontró con una mujer que también sabía lo que quería. Después hubo mucho respeto mutuo. Nuestros hijos son testigos de que nunca peleamos, ni discutimos a los gritos aunque tengamos nuestras diferencias. Tal vez somos más de silenciarnos, sabemos que algo pasó y esperamos que el otro recapacite. Ramón no es de profundizar demasiado y yo me acostumbré a él. Con los chicos hablamos muchísimo y nos contamos todo, pero Ramón es callado por naturaleza.
–¿Eso también te enamora de él?
–Eso me enamoró al principio, después lo entendí y se hizo parte de nuestro amor.
–Palito, ¿qué te sigue hechizando de Evangelina?
–Solo sé que sigo tan enamorado de ella como el primer día. Si pienso que puede no estar a mi lado en algún momento, me pierdo, ni siquiera lo puedo evaluar. Evangelina es esencial para mi existencia. Mi actitud ante la vida es nunca parar y buscar desafíos, y siempre fue ella la que tuvo que ceder ante mis decisiones. Es de una incondicionalidad impresionante.
–¿Nunca vivieron una crisis fuerte, nunca se separaron?
Evangelina: Nunca.
–¿Quién es más celoso de los dos?
Palito: Yo.
Evangelina: Estaba esperando que lo dijeras, Ramón… [Se ríe]. Es cierto, él es muy celoso.
–¿Y vos, Evangelina? Todas querían que Ramón les cantara…
Evangelina: Quizás era muy inconsciente...
Palito: Bueno, en realidad ya me conociste así.
Evangelina: Sí, te conocí así, pero tenía la convicción de que eso que nosotros habíamos formado era indestructible. Yo sabía perfectamente que mis hijos y yo éramos lo más importante de su vida, entonces no pensaba en que podíamos tener problemas.
–¿Qué admirás de Ramón?
–La fuerza de voluntad, la paz interior, su generosidad con sus amigos y su familia. Mi madre sufrió un ACV hace siete años y lo primero que me dijo Ramón fue: "Se viene a vivir con nosotros". Es como un hijo para ella, de hecho es al que más reconoce. Así como yo puse el hombro para que esta familia salga adelante también encontré un hombre dadivoso en todo sentido.
–Palito, te toca hablar de Evangelina.
–Lo más admirable de ella es que siempre tomó sus decisiones como adivinando qué era lo que yo deseaba. Nos casamos en la plenitud de su carrera y ella eligió dejar todo. No hizo falta que se lo pidiera. Reconozco mi egoísmo, pero yo no me imaginaba estar cruzándome todo el tiempo con mi mujer en los sets de filmación o en la televisión. Evangelina me evitó el disgusto de tener que pedirle eso. Yo no tuve una madre presente y quizás quería eso para mí y para mis hijos, esa protección que no había tenido. La fragilidad que ella tiene en apariencia desaparece cuando uno piensa en los seis hijos que crió.
–Ellos dicen que en esta familia se hace lo que Evangelina dice…
Palito: Sí, porque en realidad es la que llevó y lleva la casa adelante.
Evangelina: En realidad, Ramón es la locomotora del tren porque él determinó y decidió siempre cómo salir adelante. Primero cuando nos fuimos a vivir a Estados Unidos después de la gran pérdida material que sufrimos cuando trajo a Frank Sinatra a Argentina, luego cuando volvimos porque quería ser gobernador de Tucumán… Entonces yo me ocupaba de lo cotidiano: montar una casa nueva, el colegio de los chicos… Por supuesto que íbamos juntos a muchas reuniones de colegio y demás, pero la más presente y quien tomaba las decisiones sin consultar era yo... El condujo de una manera y yo, de otra.
–¿Cómo se reconocen en su rol de padres?
Palito: Yo no estuve tan presente ni soy tan exigente como para decir: "Los chicos son así porque yo me lo propuse". Siempre me enteré un poco después lo que elegían. Los chicos siempre han tenido una comunicación estupenda con su madre y a mí me veían llegar y salir con una valija. Como padres, siento que les hemos dado toda la libertad que necesitaron en cada momento importante de sus vidas.
Evangelina: Por ejemplo, Julieta quería ir a estudiar a Los Angeles para convertirse en actriz y Ramón le dio la libertad y la facilidad económica para elegir, sobre todo siendo menor de edad. Nuestros hijos eligieron todo, no les hemos impuesto nada… Sebastián tardó mucho en descubrir qué quería hacer de su vida y supimos esperarlo. Siempre los apoyamos. Nosotros armamos una familia bastante conservadora y, a pesar de eso, dos de nuestros hijos (Julieta y Sebastián) están separados y Rosario tiene 27 años y se siente una adolescente que no piensa en casarse, ni en tener hijos todavía...
–¿Te cuesta adaptarte a los tiempos modernos?
–Es que todo cambió. Me río mucho, no me queda otra, me causa mucha gracia cómo viven, cómo piensan y les doy la libertad de que se rían de mí también. Me gusta que Julieta sea bien diferente a mí, me pone orgullosa no haber influenciado en ella y que tenga la capacidad de decir: "No funcionó, me separo". Viviendo en Estados Unidos, ella se tomó muchas libertades y, juro, yo me escandalicé un poquito…, aunque después lo fui asumiendo y acompañándola. Al día de hoy, este hogar significa "el" centro para los chicos: a Sebastián le pasa algo bueno o algo malo y son las 2 de la mañana y llama por teléfono porque tiene que hacer catarsis.
–¿Qué cambió con la llegada de los nietos?
Palito: Yo estoy descubriendo lo que no descubrí con mis hijos. A mí no me causaba mucho placer ir al colegio de ellos y ahora muero de amor cuando voy a buscar a mis nietos.
Evengelina: Bueno, tal vez porque en aquel momento era una época de demasiada popularidad...
Palito: También, pero uno desarrolla ciertos sentimientos con el correr de los años. El otro día me llamó Benito [el hijo de Julieta] y me dijo: "Abuelo, ¿me venís a buscar para ver el partido con vos?", y salí como un tiro.
Evangelina: Ramón no tuvo una vida como la mía, de una mamá y un papá muy presentes, de mucha protección, de mucho cuidado, entonces él no pudo repetir ese modelo con los chicos. ¿Qué iba a profundizar con los chicos si en el lugar donde vivían los niños eran como animalitos, no se les hablaba, solo se les ordenaba?
Palito: Este camino que recorrimos juntos durante cuarenta y siete años me dio muchas herramientas emocionales para estar listo cuando apareciera el primer nieto.
–¿Los llaman "abuelos"?
Palito: Sí, somos "abuelo" y "abuela"... ¡Y con mucho orgullo! Ser abuelo es el sueño más maravilloso que te puede pasar, algo extraordinario. Quiero tener salud para verlos crecer, me encantaría verlos entrar a una iglesia casándose.
Evangelina: A mí me gusta mucho que me digan "abuelita".
Palito: Mis nietos son un capital muy, muy grande, una gran inyección de vida. Cada cosa que me dicen, cada cosa que me hacen descubrir es un mimo al alma. Con mis nietos más grandes, Dante y Bautista, ya tengo otro diálogo, incluso un diálogo que no tuve con mis hijos.
Evangelina: ¿Te acordás de que el otro día ibas a llevar a Dante a su casa y antes de salir quiso hablar en privado con vos para consultarte algo?
Palito: Sí, de hecho, me planteó una cosa y la hablamos en privado. Morí de amor, lo confieso.
–¿Ya tienen pensado cómo van a celebrar sus Bodas de Oro?
Palito: Nos vamos a casar de vuelta en una ceremonia familiar. Yo siempre digo que cuando nos casamos solo me acuerdo del tremendo barullo que había, gritos, gritos y más gritos… Casi ni escuché al cura cuando dijo: "¿Quiere por esposa…?".
Evangelina: Es que había tantos fotógrafos en el altar que hasta se daban trompadas. ¿Te acordás de que a Pipo Mancera le dieron una patada en los riñones para sacarlo del medio y estar más cerca?
Palito: ¡Por eso mismo! Siento que es necesario casarnos más serenamente, celebrar esta gran historia de amor. Sería una hermosa hazaña, ¿no?
–¿Qué más pueden adelantar de esta ceremonia?
Palito: Queremos que estén nuestros hijos, nuestros nietos, todos los amigos. Quiero que sea en la capilla que yo mismo construí en el campo de Luján. O quizá repetimos San Benito de Palermo. Todavía no está decidido.
Evangelina: ¡Qué suerte extraordinaria poder planear una cosa así!, ¿no?
–¿Cómo viven las críticas?
Evangelina: Cuando tocan a los chicos, como cualquier madre, me duele muchísimo... Yo sufrí mucho en la época de la política, no en Tucumán, porque eso fue más bien grato, pero cuando Ramón tuvo la mala idea de seguir en política en Buenos Aires –el error más grande que cometió– se lo comieron vivo.
Palito: Yo también fui muy criticado por mi música, como si ser popular fuese algo malo. Por suerte, eso se superó, pero lo sufrí. Recuerdo haber pensado que la crítica era como para que yo volviera a la pensión y saliera corriendo a Tucumán, pero yo elegí quedarme y pelearla. Lo importante en la vida no es lo que se cuenta, lo que se escribe o lo que se dice de una persona, lo importante es –dentro de algunos años– que tus hijos o tus nietos revisen la historia y digan: "Hizo esto, hizo aquello, hizo esto otro". Ese el verdadero triunfo.
–¿Les molesta que se hable del "clan Ortega"?
Evangelina: A mí no, pero a los chicos sí les molesta, porque suena como algo cerrado, donde hay secretos... Acá todos compartimos todo, todos nos ocupamos de todo, nos damos una mano cuando es necesario. Nos cuidamos mucho.
Palito: Somos un clan en el afecto, en la unión cuando nos atacan y me parece bien. Si cada familia se considerara un clan sería fantástico. Cuando tocan a Evangelina, especialmente los varones, te saltan a la yugular. Cuando le pasa algo a alguno de ellos, se juntan para ver cómo resolverlo. Si eso es ser un clan, me parece fantástico. •
Texto: Sebastián Fernández Zini
Fotos: Sebastián Arpesella
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