La actriz de 31 años comanda el thriller del realizador argentino, es considerada una figura díscola en Hollywood y tiene una carrera en la que se destaca su naturalidad interpretativa
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La vida errante le sienta bien a Shailene Woodley. En realidad, no hay otra vida que quisiese elegir, incluso con las tentaciones que brinda una industria como Hollywood, entre ellas, el regocijo de que te cuiden como a una verdadera estrella. Sin embargo, es precisamente eso lo que la actriz de 31 años rechaza: el concepto de estelaridad. Por lo tanto, cuando resurge con una entrevista para promocionar un proyecto, lo hace con plena confianza en el nivel de esa producción, y luego regresa a estudiar sus próximos pasos dentro de su burbuja.
“Yo siempre estoy en el camino”, compartió Woodley en una charla con Magazine C. “Sigo sin tener un lugar permanente, tengo pilas de cosas por todos lados y tengo un grupo de amigos muy generoso que me recibe en diferentes partes del mundo. Simplemente necesito una cocina para prepararles algo, no necesito nada demasiado extravagante para mi vida cotidiana”, expresó la actriz a quien veremos este jueves al mando del thriller del argentino Damián Szifron, Misántropo, en el que interpreta a Eleanor Falco, una atribulada detective que es reclutada por el agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) para esbozar un perfil de un asesino serial y encontrarlo lo antes posible.
Mientras más se involucra en la búsqueda, con mayor fuerza regresan vivencias de un pasado que no logró superar y que podría vincularse con ese trabajo que tiene que llevar a cabo. Se trata de uno de los roles más oscuros de la filmografía de Shailene, aquella que empezó con un film de poca trascendencia llamado Moola, hasta que en 2011 llegó Los descendientes de Alexander Payne, una gran dupla con George Clooney, una nominación al Globo de Oro y un cambio de vida que no supo, inicialmente, cómo manejar.
Una oportunidad dorada y un giro de timón
La actriz californiana supo desde muy pequeña que quería ser actriz y sus padres, una consejera escolar y el director de un colegio y psicólogo, la acompañaron en su decisión. “Supe que era algo que me atraía muchísimo y, en retrospectiva, agradezco el apoyo de mis padres, que nunca cuestionaron mi decisión, sino que la alentaron”, remarcó Woodley, quien comenzó a audicionar para comerciales a los cinco años y quien, en 2008, ya estaba protagonizando una serie juvenil, The Secret Life of the American Teenager.
Woodley tenía 15 años y admitió sentirse “abrumada” por lo que esa oportunidad significó en su carrera, pero también en su vida cotidiana y en cómo empezaba a percibirla. “De un momento a otro ganaba más dinero que mis padres, me costaba procesarlo, pero también fue mi manera de agradecerles por haberme dado una infancia y adolescencia feliz en la que no me faltó nunca nada porque ellos trabajaron mucho para que así suceda”, apuntó Shailene, quien, mientras la serie se estaba despidiendo de la cadena ABC, obtenía un rol mucho más jugoso con el que llamó la atención de Hollywood.
En Los descendientes, la actriz interpretó a Alexandra, la hija del personaje de George Clooney, una joven en duelo por el accidente de su madre y en conflicto con un padre con el que no puede comunicarse de manera exitosa. En esa irrupción en Hollywood también se notaba una forma de abordar los roles que le llegaban, y que se replicaría en sus trabajos posteriores: el profundo entendimiento de esas figuras femeninas de múltiples aristas a las que les otorga una humanidad que salta a la vista.
Las interpretaciones de Woodley no se sienten afectadas, hay una naturalidad que las reviste. En ese pico, cuando era nominada al Globo de Oro y se hablaba de una posible nominación al Oscar por el film de Payne, Shailene pudo haber elegido roles que la mantuviesen en la cresta de esa ola, pero no era ese su deseo.
Luego de Los descendientes, la actriz protagonizó el thriller de Gregg Araki, Una señal en la tormenta; y entabló una fuerte amistad con Miles Teller en El esplendoroso presente, la excelente película de James Ponsoldt basada en el libro de Tim Tharp, donde brindó una de sus mejores interpretaciones hasta la fecha. En cierta medida, el rol de Aimee Finecky, una joven que no busca pertenecer sino simplemente ser genuina consigo misma, resonaba con la experiencia de Woodley en ese mundo de Hollywood que la terminó, a su pesar, llevando a lo seguro. Y lo seguro era aceptar el protagónico de una saga distópica, Divergente, que no se hermanaba con lo que ella tenía en mente para su carrera, y en el que no se la notaba del todo cómoda.
El regreso a las fuentes, a pesar de que también partía de un bestseller, fue Bajo la misma estrella, la exitosa adaptación de la novela de John Green en la que interpretó a Hazel Grace Lancaster, una joven que batalla contra el cáncer y que se enamora en ese proceso. Si bien el realizador Josh Boone no logró darle una impronta al film (terminó siendo un largometraje visualmente genérico), Woodley, una vez más, demostró su facilidad para meterse en la piel de un rol complejo, como si lo conociera de toda la vida. Al igual que lo sucedido con el de Aimee en El esplendoroso presente, se percibía cómo la actriz estudiaba a esas jóvenes en las novelas y, luego, a través de la lectura del guion.
Por lo tanto, al momento de filmar, esos pequeños gestos, modismos, formas de enunciar frases relevantes, terminaron siendo la llave para esbozar interpretaciones memorables dentro de films que podrían ser considerados “menores”. En esa instancia de su carrera, todavía estaba el compromiso con la saga Divergente y ese compromiso la condujo a tomar una drástica decisión: “Necesitaba estar sola, después de completar esas películas le pedí a mi agente que no me mande más guiones, quería explorar otras cosas de mi vida. Yo no soy particularmente sociable, disfruto de mi propia compañía y fue eso lo que hice”, declaró. Un proyecto irresistible, en cambio, terminó alterando indefectiblemente sus planes.
Laura Dern, la amiga clave en el momento justo
Tras ese período de alejamiento de la industria, finalmente recibió un guion de una producción televisiva: Big Little Lies, la adaptación de David E. Kelley de la novela de Liane Moriarty y con dirección de Jean-Marc Vallée. A Woodley le ofrecieron el rol de Jane Chapman, una madre soltera que lucha contra una vida llena de traumas y se instala en Monterey, California, donde se hace amiga de Madeline (Reese Witherspoon) y Celeste (Nicole Kidman), dos mujeres de la alta sociedad que no solo no hacen sentir a Jane como una figura díscola en ese mundo, sino que le marcan todos los aspectos que tienen en común. Laura Dern, quien había interpretado a la madre de Woodley en Bajo la misma estrella, cumplió un rol clave para que Shailene se sume a un proyecto al que le tenía cierto temor.
“Laura fue un aspecto clave de la ecuación, siempre voy a estar agradecida de que pensó en mí para la serie, y pasé un momento increíble con esas mujeres filmando en California, un lugar que me recordaba a mi adolescencia, cuando me iba de mi casa para acampar en Big Sur”, expresó Woodley, quien volvió a interpretar el rol de Jane en una segunda temporada un tanto deslucida, muy por debajo del nivel de la primera, aquella que obtuvo el Emmy y en cuyo rodaje se forjó una gran amistad entre sus protagonistas, y también con el recordado cineasta Jean-Marc Vallée, cuya muerte impactó muchísimo a Woodley.
La enfermedad que la “paralizó” y su vuelta al ruedo
En diálogo con The Hollywood Reporter, Woodley se abrió respecto a su vida profesional y a cómo casi debió abandonarla por completo por una enfermedad de salud mental. “Nunca hablé de esto, y un día lo haré, pero estaba muy, muy enferma a mi 20. Mientras estaba haciendo las películas de Divergente y trabajando duro, también estaba luchando con una situación física profundamente personal y aterradora”, declaró. “A menos que alguien pueda ver que tenés un brazo roto o una pierna rota, es realmente difícil para las personas identificarse con el dolor que sentís, porque lo que estás experimentando es un dolor silencioso e invisible. Hubo un período enorme de tiempo en el que la ansiedad, el miedo y la competitividad estuvieron definitivamente en mi mente y mi ego en una forma en la que no estuvieron cuando era niña”, reveló.
“Ahora estoy ‘del otro lado’, muy agradecida de haber caminado esa línea de fuego porque ahora sé que no quiero volver a ella nunca más (...), aunque me hizo aprender la increíblemente difícil tarea de la vida de no importarme lo que la gente piense de mí. Cuanto más prestaba atención al ruido que me rodeaba, más tardaba mi cuerpo y mi mente en sanar porque no estaba enfocada en mí misma, estaba enfocada en una imagen de mí misma vista a través del lente de los demás”, sumó. En otra ocasión, Woodley también había contado que en su adolescencia fue diagnosticada con escoliosis, por lo que recibió tratamiento hasta los 17 años.
En la actualidad, se amigó más con los pormenores de la industria, pero juega ese juego hasta donde desea. De esta forma, cuando no está filmando, continúa disfrutando de la vida al aire libre y milita por causas medioambientales, por lo cual fue nombrada embajadora de Greenpeace. En 2016, fue arrestada cuando participaba de una protesta en contra de la construcción de un oleoducto en Dakota del Norte.
“Este oleoducto podría dañar de forma irreversible la calidad del agua potable que abastece a la comunidad y perjudicar el ecosistema”, aseguraba la actriz durante una transmisión en vivo de Facebook, minutos antes de ser detenida. Su detención recibió la atención de los medios, pero no de manera desproporcionada, ese aire de “antidiva” de Woodley, esa filosofía de no hacer concesiones, es lo que le permite conciliar su trabajo con todo lo demás que desea hacer. La actuación no la define, y es por eso que solo regresa a un set cuando un papel la motiva, como el de Daphne, en Finales, principios, el de Teresa en El Mauritano, y el flamante rol de Eleanor en el desembarco de Szifron en Hollywood.
“La autenticidad es mi lenguaje”, le manifestó a la publicación The Guardian. “Soy una persona que valora mucho la honestidad, y que observa el entorno. En algún punto, así preparo mis personajes: estudiando a las personas de carne y hueso que pasan por mi vida”, añadió. Kate Winslet, amiga de Woodley, destacó lo genuina que es la actriz: “Cuando la conocí, me pareció increíble su manera de moverse, aceptándose siempre a sí misma, ciertamente yo no tuve esa confianza en mí cuando tenía su edad, y tampoco es que muchos actores jóvenes la tienen ahora porque están muy presionados, pero Shai se aleja de todo eso y se mantiene fiel a sus convicciones”.
Misántropo, de Damian Szifron, se estrena este jueves 4 en salas comerciales.
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