
Plácido Domingo, estrella de "Parsifal" en el Real de Madrid
La ópera se repuso después de 80 años
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Inexplicablemente, cuatro generaciones de madrileños no vieron "Parsifal" en vivo, en su ciudad, hasta que, finalmente, el último sábado subió al escenario del Teatro Real de Madrid, después de 80 años de ausencia y protagonizado por la estrella más rutilante de la actualidad lírica. Es cierto que el mismo Richard Wagner había prohibido que este festival escénico sacro fuera representado en su teatro de Bayreuth hasta 1914, pero, obviamente, nada de esto era extensivo a España, donde siempre hubo una importante comunidad de oyentes wagnerianos.
De todos modos, la compensación alcanzó niveles de calidad nada habituales (según lo que pudo verse aquí, por cable), y así fue subrayado anteayer y ayer por todos los medios internacionales. El Teatro Real presentó la obra en coproducción con el Covent Garden, de Londres, basada en el montaje original de la Nederlandse Opera de Amsterdam.
Con la Orquesta y el Coro del Real, la dirección musical de García Navarro y la régie de Klaus Michael Grüber, cantó un elenco integrado por las figuras wagnerianas más destacadas de estos años, especialmente el bajo Matti Salminen, que cargó de gran intensidad emocional el papel de "Gurnemanz". También se destacó especialmente el barítono Franz Grundheber en "Amfortas", jefe de los Caballeros del Santo Grial y con menores atractivos vocales que ellos, la mezzo griega Agnes Baltsa como "Kundry", quien apareció poco segura y con cierta rigidez vocal.
Al margen de la fervorosa versión orquestal de García Navarro y la sencilla, poco retórica pero impresionante puesta escénica de Grüber, el triunfo de la noche quedó en manos de Plácido Domingo, de quien es necesario destacar la comunicativa nobleza expresiva impresa al protagonista. Además exhibió un estado vocal de gran lozanía (sobre todo en el registro central) que permite hacer las más optimistas previsiones sobre este excepcional tenor, que en enero último cumplió los 60 años.
Durante las cinco horas y media que duró el espectáculo (poco más de cuatro netas de música) el público del Real vivió una experiencia artística que puede asimilarse a los momentos mas trascendentes del teatro madrileño. Asimismo, al abrir su escenario a esta puesta (tan respetuosa del carácter literario de los dos poemas medievales de Eschenbach en que se basó Wagner), la primera sala lírica española se ubicó entre las más actualizadas de Europa y, al mismo tiempo, entre las más respetuosas de la gran tradición wagneriana que reclama para esta obra un enfoque despojado de inútil aparato decorativo.





