
Queríamos tanto a Kurt Weill
Un ecléctico grupo de intérpretes se unió para grabar un tributo al compositor
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¿Qué tiene en común la soprano Teresa Stratas con el ex punk David Johansen? Fácil, los dos son admiradores e intérpretes de la obra de Kurt Weill.
Sucede que así como el compositor alemán se destacó por su síntesis de lo culto y lo popular, hoy es reivindicado por sectores de esos dos ámbitos, sólo aparentemente irreconciliables. ¿Justicia? ¿Moda? ¿Error? Como sea -y debe ser un poco por cada una de esas variables-, Weill se suma al extenso y colorido catálogo de celebridades tardías. Así lo testifica "September Songs" (Sony), un nuevo disco con versiones de temas del autor de "La ópera de tres centavos" a cargo de músicos con raíces en terrenos diversos como el rock, el jazz y la música clásica.
Weill nació en Dessau, Alemania, en 1900. Allí creció, se educó y trabajó -especialmente a la par de su amigo Bertolt Brecht- hasta que en 1933, perseguido por el nazismo, debió emigrar primero a París y luego a Nueva York, donde murió en 1950. Sus provocativas ideas acerca de la música y el teatro, y su casi pragmática apropiación de géneros considerados menores, como el jazz, las canciones de cabaret, el tango y las marchas populares, le generaron numerosos detractores entre el academicismo de su tiempo; más aún entre el entonces creciente nacionalismo alemán. Sólo bastante más tarde su obra fue reconocida como una de las más importantes de este siglo.
"September Songs" rescata buena parte de las canciones del documental homónimo dirigido en 1994 por Larry Weinstein. Recientemente emitida por el canal Films & Arts, la notable película alterna imágenes y audio de archivo acerca de Weill con modernas interpretaciones de su música en una especie de galpón con puesta en escena a la teatro épico de Brecht. Por allí desfilan Nick Cave, Lou Reed, P.J. Harvey, David Johansen, Elvis Costello, el cuarteto vocal The Persuasions, el bajista de jazz Charlie Haden, las cantantes líricas Teresa Stratas, Mary Margaret O´Hara, e incluso Lotte Lenya, la esposa de Weill, en una antigua grabación.
No es el primer tributo a Weill con marcado acento rockero. Previamente los Doors habían hecho su cover de "Alabama Song"; Sting cantó "La ópera de tres centavos"; el grupo suizo Young Gods grabó el disco "The Y. G. Sing Kurt Weill".
Pero el antecedente fundamental es el CD "Lost In The Stars" (A&M, 1985) producido por Hal Willner, todo un "profesional" del tributo con títulos dedicados a Thelonius Monk y Nino Rota en su currículum.
Justamente Weinstein se inspiró en aquel disco de Willner para realizar su film.
Por alguna razón, existe un llamativo punto en común entre los compilados: el neoyorquino Lou Reed, que aporta sendas versiones de "September Song" en su estilo dialéctico, como si él mismo la hubiera compuesto mientras caminaba por Chelsea.
Hay mucha información flotando en un disco de versiones: acerca del homenajeado, de su influencia sobre otros artistas y de la "universalidad" de su obra; en cuanto a los participantes, aparecen pistas acerca de sus gustos musicales y su imaginación para reinventar temas.
Por todos esos costados, "September Songs" resulta bastante interesante. Sin perder su identidad -incluso acentuándola-, rockeros aspirantes a crooners como Cave, Harvey y Costello, se muestran a sus anchas con este material de la primera mitad del siglo. Hasta David Johansen, ex integrante de los glamorosos punks New York Dolls, suena convincente.
Con ellos se mezclan las voces de Brecht, Stratas, Betty Carter, el recientemente fallecido William Burroughs y Lotte Lenya, y también están el sutil bajo de Charlie Haden -apenas un susurro-, la armonía gospel de The Persuasions y las cuerdas del Brodsky String Quartet.
Lo elevado y lo popular
Todas esas formas pueden adoptar los clásicos de Weill, ya sean de su ecléctica, cuasi paródica, etapa alemana como sus grandilocuentes temas para Broadway. "Mack The Knife", "Youkali Tango", "Ballad Of The Soldier´s Wife", la misma "September Song", prueban ser piezas con cierta cualidad elástica. Su encanto, entonces, debe esconderse en algún otro rincón, no detrás de ninguna batea. Lo concreto es que está ahí, latente en cada nota de "Lost In The Stars".
"September Songs", además de acercar al compositor a otros públicos, tiene la virtud de rescatar una idea tan simple como fundamental: que la buena música no sabe de categorías excluyentes ni de géneros estancos.
El homenaje está de moda
Si Andy Warhol viviera quizá reformularía su excesivamente citada frase, esa de los minutos de fama. La cambiaría por "tarde o temprano todos seremos objeto de un disco homenaje".
Habría que estar dentro de las compañías discográficas para saber quién es el responsable de esta moda que ya lleva algunos años de vigencia. Aunque probablemente sea sólo una cuestión de etiquetas, un problema taxonómico. Desde el nacimiento mismo de la industria musical, diversos intérpretes han grabado las composiciones de otros colegas, contemporáneos o anteriores. Pero no por eso nadie clasificó a esas ediciones como "especiales" ni mucho menos como "tributos".
Hoy sucede que prácticamente cualquier antología de covers o versiones, a cargo de un elenco ecléctico u homogéneo, automáticamente es presentado como un "disco homenaje". Ese rótulo denota una calidad de alguna manera excepcional, tanto en la figura convocante -digna de semejantes honores-, como en los convocados -los elegidos para hacer justicia- y, finalmente, en las ejecuciones -verdaderas ofrendas-. En cada caso, la pregunta que se impone es hasta qué punto los intentos a la fecha fueron exitosos.
¿Y cómo celebrar la obra de Kurt Weill? El sentido común diría que una lectura inteligente exige conocimiento más o menos profundo del autor. Claramente, el compilador de "September Songs" tuvo en cuenta la diversidad, elemento clave en el legado de Weill. Lo que suena no exhibe fisuras así que debe tratarse de un homenaje justo. Sin embargo, habría que plantearse si el reconocimiento a la genialidad creativa encuentra su mejor forma en un montón de versiones de viejos temas. Si se trata de música -además de agradable-, interesante.





