Recuerdos desde el control central
El operador Tatín Pérez, que trabajó con grandes figuras, pasa revista a sus cuatro décadas en el dial
Jorge Nicolás Pérez, para todos Tatín, tiene 61 años y desde hace más de cuatro décadas ejerce la labor de operador técnico que aprendió en Tucumán de manera autodidacta. Llegó a Buenos Aires en la década del 60 y trabajó prácticamente junto a todos los referentes de la radio, desde Blackie, Fioravanti y Cacho Fontana hasta Fernando Bravo, Julio Lagos y Julio Márbiz.
Pertenece a esa raza especial de rigurosos operadores técnicos que definen su profesión de un modo similar a la de los colectiveros. Como ellos, distribuyen la atención en todo su entorno para manejar simultáneamente tanto lo que hacen el conductor y los columnistas como una consola dotada de tecnología de vanguardia. El próximo sábado, fecha en que la radio cumple 85 años, Tatín Pérez recibirá por parte del Consejo de Radio de Argentores una distinción por su prolífica trayectoria en el medio.
En los estudios de Radio Belgrano, donde ejerce la operación técnica de "Argentinísima", el ciclo de Julio Márbiz, y de "Permiso para imaginar", el radioteatro de Alberto Migré, LA NACION dialoga con este histórico testigo de los años dorados de la radiofonía.
-¿Cómo se produce su llegada a Buenos Aires desde Tucumán?
-Después de cuatro años de experiencia en Radio Independencia y en Radio Splendid, ambas de Tucumán, en 1966 llegué a la vieja Radio Libertad, ubicada en la galería Güemes, que en ese momento era propiedad de Alejandro Romay, con su hermano Vicente como director. Ahí tuve la oportunidad de trabajar con gente muy cálida y talentosa como Sara Prósperi, la Clara de "Los Pérez García", que conducía micros dentro de otro programa con consejos, comentarios de vida y sus propias vivencias. También conocí a un ser fantástico de voz única como Edgardo Suárez, un mendocino muy amigo de Leonardo Favio. Juntos, durante muchos años, trabajamos en la noche, los dos solos, de 0 a 6 de la madrugada. También estuve con Fioravanti, un estupendo relator de fútbol, junto a Mario Trucco y un joven Juan José Lujambio. En Radio Libertad estuve hasta que se transformó, el 1º de marzo de 1970, en Radio Del Plata.
-Y en esa etapa inicial de Del Plata, ¿con quién le tocó compartir su labor?
-Con Tato Bores, que hacía un programa de media hora a las 8. Gran profesional, llegaba cada mañana a las 6 para ensayar conmigo. Ahí trabajé con Tomás Eloy Martínez, Betty Elizalde, Fernando Bravo y Leo Rivas. También con Julio Márbiz, que en 1974 llega con su "Argentinísima", acompañado por Enzo Ardigó, Luis Landriscina y Oscar Gañete Blasco. Y entre otros quiero destacar a Luis Elías Sojit, popular relator de automovilismo de un programa que se emitía los domingos a la mañana.
-¿De qué manera prosigue su derrotero?
-Cuando trabajaba en Del Plata, también lo hacía en Belgrano durante la madrugada. Allí participé en un ciclo inolvidable, "Generación espontánea", con Miguel Angel Merellano, Santo Biasatti y Efraín Pérez Ibáñez, verdaderos monstruos con los que aprendí y crecí en la faz profesional y personal. También estuve en Rivadavia, donde cumplí mi labor en el "Fontana Show", y con Antonio Carrizo en "La vida y el canto", y los fines de semana hacía el fútbol con José María Muñoz. Después del golpe militar de 1976, dejé Belgrano y comencé a hacer suplencias en Radio El Mundo, sin abandonar Del Plata. Simultáneamente, trabajé en un estudio de grabación al que me convocó Landriscina, ámbito por el que desfilaron Ricardo Jurado, Lionel Godoy (allí nació "La noche con amigos") y los humoristas de Larrea en "Rapidísimo": Landriscina, Mario Sapag, Jorge Porcel y Mario Sánchez. Cuando recuerdo todos estos momentos siento que mi trabajo fue una escuela de vida.
-Por esos años, también trasladó un ciclo de TV a la radio.
-Sí. En 1982 se me ocurrió hablar con Pedro Muchnik, el creador de "Buenas tardes, mucho gusto" para proponerle llevar ese ciclo a la radio. A don Pedro le interesó el proyecto, me lo encargó y después de mucho deambular recalamos con el sistema de coproducción en Radio El Mundo. Comenzamos de lunes a viernes, de 11 a 12, con la animación de Pancho Ibáñez, en la peor época de la radio porque había muchos conflictos militares, pero tuvimos mucho éxito durante seis meses. Luego Muchnik me llevó a la televisión para producir "La tarde de Annamaría", pero nunca más volví a hacer TV porque soy bicho de radio.
-¿Podría hablar de los cambios tecnológicos en su tarea?
-En mis comienzos usábamos discos de 78 rpm. Como había que cambiar las púas y me pinchaba los dedos, mi madre me prestaba un dedal. No había caseteras ni nada de eso, sólo unos viejos grabadores de cuatro pistas. Ahora todo es más fácil, pero sucede que en muchos casos se pierde creatividad, porque los conductores no permiten que el operador aporte su impronta o sentido común, salvo en los radioteatros y en algunas emisoras de FM, como Rock & Pop y La Metro.
Feliz con la profesión
-Para usted, entonces, la labor de los operadores es hoy mucho más sencilla...
-Sí, por supuesto. Prácticamente todo está cargado en la computadora. Pero, para su buena utilización, todo depende de la empatía que exista entre el operador y el conductor de cada programa. Antes, los conductores llegaban a la radio con una guía de lo que iban a hacer y hasta realizaban pequeños ensayos. Ahora llegan dos minutos antes del programa con un diario y un disco. No estoy nada de acuerdo con eso de la "radio verdad", es decir, ir contando por qué se producen las equivocaciones. El conductor debe decirle al operador antes de comenzar qué tiene pensado para el programa y quizá juntos elaborar la emisión. En algunos casos, sé que entre ellos existe sólo un saludo de llegada y otro de despedida, y eso va en detrimento de la puesta en el aire.
-¿Qué figuras de la radio le parece que hicieron escuela?
-Juan Carlos Mesa, Blackie, Julio Moyano (que hasta hacía muy buenos libretos), Cacho Fontana, todos responsables de programas en los que nada quedaba librado al azar. Era una delicia trabajar con ellos. También Jorge Vaccari, con quien trabajé en "Las ventanitas de radio Libertad", Juan Carlos Mareco, Fernando Bravo y Hugo Guerrero Marthineitz.
-También en la radio conoció a su esposa.
-Conocí a Susana Argañaraz en Radio Libertad, en 1968. Yo tenía que tomar la prueba a los locutores y ella estaba entre las aspirantes. Nos enamoramos y nos casamos en 1972. Susana sigue haciendo la apertura y el cierre del programa de Migré por una cuestión de amistad. Pero se ha dedicado a otras tareas; dejó la locución en 1997.
-¿Qué le interesa más: la operación técnica o la compaginación?
-Más la compaginación, y la musicalización, que también me encanta, porque en definitiva todo sirve para destacar un texto o un segmento característico del ciclo. Por eso disfruté mucho los ciclos teatrales en los que intervine junto a Roberto Tálice y Rodolfo Graziano, donde participaron Santiago Gómez Cou, Jorge Salcedo, Rosa Rosen, Rodolfo Salerno y tantos otros. ¡Cómo no voy a estar feliz con esta profesión!
Una anécdota
- "Si la gente quiere saber cómo se hace nuestro trabajo, que se acerque los fines de semana al teatro Maipo, en la sala del Club del Maipo, durante las representaciones de «Tal como somos», de Alberto Migré. Podrán comprobarlo en vivo y en directo", dice Tatín Pérez, dueño además de un rico anecdotario. "En 1967, yo estaba un sábado por la tarde a cargo de la operación de un programa musical, cuando ingresa en el control un joven bajito, morenito, muy inquieto, que mira todo, empieza a tocar los discos y me dice: «Estoy buscando a Antonio Barros», refiriéndose al conductor de «Una ventana al éxito». Yo le respondí: «Ese programa va dentro de una hora. Por favor, espere afuera». Me dijo, entonces: «Yo soy Armando Manzanero». Y yo le contesté: «Y yo soy Tatín Pérez y aquí no puede estar. Por favor, retírese». Cada vez que lo cuento me dicen: «¿Vos lo echaste a Manzanero? ¡Estabas loco!»."
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