En Tafí del Valle, una de las más bellas localidades turísticas de la provincia, un nuevo festival llevó grupos consagrados como Catupecu Machu, Karamelo Santo y Kapanga, junto a artistas emergentes y bandas locales.
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Fue en los mismos cerros tucumanos a los que les cantara don Atahualpa Yupanqui, pero con una música de un volumen considerablemente superior. El Festival Rock del Valle es una nueva propuesta que quiere sumarse como evento anual al calendario del verano rockero. Como suele suceder, el Festival surgió a partir de una iniciativa individual. Fue la concreción del sueño de un joven empresario y fanático del rock, Luciano Vallejo -dueño de una empresa de catering-, que con algunos socios imaginó un evento rockero en medio de los cerros que rodean a Tafí del Valle, bellísimo paisaje que ofrece un marco imponente para un evento musical.
El sueño se concretó con Rock del Valle, el Festival que se realizó los días 22, 23 y 24 de Enero en Tafí del Valle, que resultó – por el poder de convocatoria, la infraestructura montada y la importancia de la grilla artística – el evento de rock más importante que se haya realizado hasta ahora en Tucumán.
Tafí del Valle, uno de los destinos turísticos más visitados de la provincia, es un pueblo de unos 5 mil habitantes situado en los Cerros Calchaquíes, a 125 km. de la capital provincial, al que se accede realizando un espectacular trayecto que recorre la selva por la denominada Quebrada de los Sosa, una reserva natural a través de la cual serpentea un camino de montaña. Uno de los atractivos de Tafí es la Fiesta Nacional del Queso, que se realiza todos los años en febrero. El mismo predio que alberga esta festividad era el destinado inicialmente para Rock del Valle, pero el Ente de Turismo Tucumán retiró el apoyo que había prometido inicialmente (las palabras de su presidente fueron "nosotros como institución no apoyamos al rock"), obligando a los organizadores a alquilar un predio vecino, el del club Entre Ríos, donde finalmente se realizó el Festival.
La programación eludió el lugar común de los Festivales de rock, mezclando distintos géneros en el mismo día, y bandas consagradas junto a artistas provenientes del indie, que rara vez tienen un lugar en eventos de este tipo. El domingo estuvo dedicado fundamentalmente a la música dance y la electrónica, con la presentación de varios DJs. Esta propuesta de inusual amplitud encontró buena recepción entre el público, que tuvo un comportamiento ejemplar (aún cuando se vendía alcohol dentro del predio, lo que impidió la asistencia de menores de 18 años). No hubo peleas, desmayos, incidentes ni detenidos en ninguno de los tres días. Ni siquiera silbatinas o abucheos; cuando un artista no lograba concitar su atención, la gente se trasladaba hacia el otro escenario o alguna de las carpas. O simplemente escuchaba con tranquilidad, pero sin exteriorizaciones.
En el predio había diversas carpas: los auspiciantes -entre los que se contaban marcas de cigarrillos, cerveza y fernet-, ofrecían distintas promociones y los entretenimientos contaban como principales atracciones un toro mecánico, un ring de box y una especie de kermesse, que incluía "la rueda de la fortuna" y hasta una adivina.
Otro elemento para destacar era un segundo escenario, el del Ente Cultural Tucumán, dedicado a la presentación de bandas locales y de algunas provincias vecinas, como Jujuy (Cabarette), Santiago (Tus Monitores) y Salta. Este era un escenario cerrado, lo que ofrecía la ventaja de que aunque no estaba muy distante del principal, las paredes brindaban el suficiente aislamiento como para que los sonidos no se mezclaran demasiado, como suele suceder en otros lugares.
Salvo los Karma Sudaca (una banda con proyección nacional, que tocó en el escenario principal) una característica de los grupos tucumanos es que la mayoría son relativamente nuevos, ya que casi todos los más antiguos están actualmente separados. Entre los que desfilaron durante los tres días por este escenario pudo escucharse bandas de blues (Blues Delivery), de reggae (Valores Reggae) y de covers de los 60 (Honky Tonk). Entre lo más remarcable estuvo el pop de José Miel, el rock casi heavy de Pecadores, y Alem, que mostró un rock y pop de guitarras con buenas melodías y una saludable desprolijidad (anteriormente hacían reggae y ska bajo el nombre de Luzbel). Mención especial para Gardenia, una banda de Salta con influencias del progresivo y el rock nacional de los 70, que de perseverar puede lograr resultados artísticos valiosos en un futuro cercano.
En el escenario principal, el primer día comenzó con dos sets totalmente atípicos para festivales: tanto Lisandro Aristimuño como Antonio Birabent están más acostumbrados a pubs y teatros, donde su música mayormente tranquila, con letras y arreglos que demandan la atención del oyente, suena en su elemento. Pero el público, que lamentablemente aún era poco a esa altura de la jornada, los escuchó con atención, y en algunos casos, con entusiasmo. Especialmente a Lisandro, que ya tiene su núcleo de seguidores tucumanos, y presentó al frente de su excelente banda (que incluye al tecladista de Spinetta, Claudio Cardone) un show centrado en temas de su útimo álbum, Las crónicas del viento. Birabent mostró un formato original, al frente de un trío sin bajo, con Víctor Volpi en guitarra, teclados y programaciones y Juan Pita en batería y percusión, concentrándose también en su disco reciente, Armonía casera mayor.
Luego del reggae latino de Jahmila, cayó la noche, y con ella la primera emoción fuerte: Ella Es Tan Cargosa, que a pesar de tener que hacer un set más corto de lo previsto -lo que motivó su enojo con los organizadores-, mostró un sonido más rockero que el de los discos de estudio, y excelentes armonías vocales en hits como "Ni siquiera entre tus brazos", "Llueve", "Refugio", y hasta una versión de "Used To Love Her" de Guns N’ Roses, que grabaron para un compilado de FM100.
Finalmente fue el turno de "las tres K": Karma Sudaca, Karamelo Santo y Kapanga, bandas amigas que demostraron su admiración mutua tanto sobre el escenario –donde hubo varias invitaciones- como en las conferencias de prensa, en las que derramaron elogios sobre sus compañeros.
Karma Sudaca es una banda tucumana que ya lleva 14 años de carrera y cuatro discos de estudio, siempre con la misma formación, un cuarteto comandado por el carismático cantante Tony Molteni. Su sonido ajustado, por momentos cercano al heavy con incursiones en ritmos folclóricos -como en el tema "Furia calchaquí", con que cerraron el show-, merecería ser más conocido a nivel nacional. Los Karma invitaron a Piro y Gody, de Karamelo, para "Fugitivo de tu voz". Tony, coherente con las letras contestatarias de los Karma, finalizó con un llamado a combatir las minas a cielo abierto en la zona de los Valles, y la usurpación de las tierras de los pueblos originarios, generando un nutrido aplauso.
Luego, los Karamelo desataron la fiesta imparable con su calesita de ritmos latinos, reggae y rock que no se detuvo durante casi dos horas (excepto para una oración a la Pachamama), con todos los éxitos y covers que fueron desde "Macarena" hasta Marley y Sumo, que fue el grupo más homenajeado del Festival (también los Kapanga y Catupecu hicieron temas de la banda de Luca). Propulsados por una sección de vientos, el baile imparable de su bajista Diego Aput, y las tres voces de Goy Ogalde, Piro y Gody, los Karamelo resultan un grupo ideal para Festivales, al igual que Kapanga, que continuaron la fiesta dirigidos como siempre por su cantante "Mono" Fabio. Tocaron temas de su último álbum, Todoterreno, y una impresionante sucesión de hits, además de los característicos popurrí de temas diversos. Los Kapanga invitaron a Karamelo para el ya clásico "El Mono Relojero", que en esta provincia adquiere renovada vigencia por la "Ley 4 AM", por la cual los espectáculos deben terminar a esa hora (el Festival incluído, por supuesto).
El día sábado comenzó con algunos inconvenientes técnicos: una tormenta de viento arrasó con el techo del escenario, destruyó una batería y parte de las luces, lo que hizo que las primeras tres bandas programadas tuvieran que presentarse en el escenario del Ente, mientras se realizaban las reparaciones pertinentes. Los afectados por el cambio respondieron con buena música: Quedate Así, la nueva banda de "Pichu" Serniotti, ex-guitarrista de Cabezones (ahora también cantante), desplegó una música original, canciones con buen juego de guitarras y algunas influencias folclóricas. Banda de Turistas tuvieron que acortar su set, pero mostraron garra para afrontar la situación, y un sonido más rockero que en sus discos de estudio, ganándose el favor del público. Los Tormentos fueron probablemente la revelación del Festival: su sonido de surf y rock de garage se complementa en vivo con un energético show que incluye indumentarias anaranjadas y un despliegue casi teatral. También demostraron tener sus seguidores en esta provincia, que cantaban sus (escasas) letras.
En el escenario principal, la cosa comenzó con Los Natas y su rock hipnótico y pesado, que despertó la admiración de quienes no los conocían y habían venido por Catupecu. Potencia, ajuste, convicción y amplios espacios para el "cuelgue", en un set con varios temas de su álbum más reciente, El nuevo orden de la libertad.
Los Masssacre estuvieron a sus anchas, en un escenario que permitió a Walas la comodidad para ejercitar sus dotes de showman, con pelucas, muñecos, sombreros y frases como "¿Tocamos un tema de El Mamut, o no tiene nada que ver?" o "Esto es por un lado arte, por el otro entretenimiento, y principalmente cultura". Claro que además tiene una banda que lo secunda a cada paso con un sonido que abreva en la mejor tradición postpunk, y un repertorio construido a lo largo de más de dos décadas, en el cual abrevaron libremente mezclando temas de la primera época con otros recientes, y hits como "La octava maravilla" y "La Reina de Marte".
Dejaron el escenario caliente para Catupecu Machu, el número central de la noche y el más esperado de todo el Festival. El grupo comandado por Fernando Ruiz Díaz no los defraudó. Con una energía a toda prueba, convertido en un verdadero agitador profesional, Fernando arengó desde el primer minuto, haciendo bailar, cantar y vibrar a la multitud que había venido a verlo. Uno de los momentos centrales fue cuando invitó a Walas ("No puedo creer la letra que escribiste", le dijo) y al guitarrista Pablo B. para hacer "El tema que le tomamos prestado a Massacre", "Plan B: Anhelo de satisfacción", que sonó con la contundencia de las dos bandas unidas. Luego el invitado fue Pichu Serniotti -que tocó en Catupecu junto con Zeta Bosio luego del accidente de Gaby-, para el tema "Acaba el fin". Justamente, el fin llegó luego de "La calma que antecede a la tormenta", como anunció el cantante, desatando una trifecta infernal con "Dale", "Eso vive" y "Lo que quiero es que pises sin el suelo", con un pogo que casi parecía hacerle caso.
Con una concurrencia bastante menor, el domingo tuvo como atracción central a Leo García, que se presentó en escena solo junto a Luciano Molina en programaciones. Luego de un set muy aplaudido con todos sus hits, Leo agarró la guitarra acústica para un final con covers de Intoxicados, Virus y Gilda.
Los principales DJs fueron el crédito local, Titán, el misionero (radicado en Buenos Aires) Tato Piatti y Mariano Trocca. Hubo también una "Carpa de los 80", con el DJ Mauricio Flores.
La concurrencia, aunque masiva, fue algo menor a la esperada por los organizadores: unas 3 mil personas el primer día, 4 mil el segundo y mil el día del cierre, y aunque estuvieron lejos de cubrir los gastos, la producción se consideraba satisfecha con los resultados, por tratarse de la edición inicial. Lejos de desanimarse, prometen convertir a Rock del Valle en el principal evento rockero del Norte argentino.
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