Sebastián Tabany: “Magia y cine son lo mismo”
Decir que el cine es mágico o comparar a un director con un mago puede parecer un cliché. Pero los clichés no son más que verdades repetidas hasta el hartazgo. Es mágico lo que sucede cuando la carta elegida en secreto entre las múltiples posibilidades de un mazo aparece en la mano del mago; y también lo es cuando una pantalla nos transporta a otro tiempo, otro lugar o hasta otro mundo.
La magia y el cine comparten la capacidad para generar emoción en el espectador, a través de mecanismos más o menos secretos. Están anclados en una forma de engaño, a la que el público se entrega de forma voluntaria con la expectativa de asombrarse y entretenerse, escapando de una realidad no tan mágica. Tal vez sea esa cualidad la que hace a ambas disciplinas tan afines.
"Magia y cine son lo mismo: un arte audiovisual en el que se busca el asombro y la emoción", dice Sebastián Tabany, guionista y director de Giro de ases, una película sobre magos, ilusionismos, romance y un toque de magia que no necesita trucos. Juan Grandinetti encabeza el elenco del film, estrenado este jueves (que se puede ver gratis en Cine.Ar Play hasta el 24 de septiembre y estará disponible para alquilar en esa plataforma, a partir del 1° de octubre), que también incluye a Carolina Kopelioff, Lautaro Delgado Tymruk, Thelma Fardin, Esteban Pérez y Romina Gaetani.
"Los actores mienten, los magos también. Los magos usan mazo de cartas y técnicas para engañar. En la magia hay una representación más metafórica que en el cine. El mago no se disfraza, te cuenta historias y te muestra cosas pero sigue siendo él. Una película tiene un nivel menor de abstracción: los actores se visten con cierto vestuario, hay decorados, etcétera. Al menos que sea un cine más experimental, como Dogville y Manderlay, de Lars von Trier. En la magia los elementos son objetos de transición, las cartas en sí no son nada. Es qué te representa o qué te estoy contando con eso. El cine es lo mismo", explica Tabany, quien además de ser director, guionista y periodista especializado en cine, es mago profesional, actividad en la que incursionó cuando tenía 20 años, luego de ver un documental sobre el tema que lo fascinó.
Un subgénero fascinante
La doble vocación de cineasta y mago no es para nada singular. Entre los ilusionistas que practicaron sus trucos fuera y dentro de la pantalla, se destacan Georges Méliès y Orson Welles, dos figuras esenciales en el desarrollo del lenguaje cinematográfico.
Méliès estudió arte en su juventud, primero en su Francia natal y luego en Londres, en donde se interesó por el ilusionismo. En 1888 vendió su parte de la empresa familiar y con ese dinero compró el teatro del famoso ilusionista Robert Houdin y lo reabrió. Pronto le sumó a sus espectáculos una linterna mágica y, luego de presenciar la primera función de cine de los hermanos Lumière, en 1895, comenzó a proyectar cortos.
De allí a la producción propia hubo un solo paso. Al principio, Méliès filmaba situaciones reales, tal como lo hacían los Lumière. Pero luego empezó a explorar las posibilidades del nuevo medio y desarrolló un lenguaje visual personal. Tal como hacía con sus ilusiones, el director creó trucos para retratar la fantasía de sus films, entre los que se destacan el bellísimo Viaje a la Luna (se puede ver en YouTube). La leyenda cuenta que a Méliès se le trabó la cámara y así descubrió la sustitución por corte, es decir, que podía hacer "desaparecer"o cambiar a un personaje u objeto cortando y filmando luego en el mismo plano el espacio vacío u a otro personaje/objeto. El truco, en realidad, ya se había utilizado un año antes en un film de Edison pero más importante que la competencia por quién fue primero en usarlo es que Méliès puso este efecto al servicio de crear un "cine de la atracción", que sigue el ejemplo del vaudeville, buscando "atraer, emocionar, shockear y deleitar al público con su uso particular del espectáculo y la sorpresa", según lo define el libro 100 Ideas That Changed Film, de David Parkinson.
Antes de convertirse en uno de los directores más relevantes de la historia del cine, Orson Welles fue un actor de Music Hall y aprendió ilusionismo cuando era chico, nada menos que con Harry Houdini, quien le aconsejó practicar un truco mil veces antes de hacerlo ante el público (y luego se contradijo frente al muchacho estrenando un truco que recién le habían traído).
"Es como decía Robert Houdin, el ilusionista más grande de todos los tiempos, cuando definió a un mago como a "un gran actor interpretando el papel de un mago" -dice el director de El ciudadano, en una entrevista con Peter Bogdanovich, incluida en el libro This Is Orson Welles-. No reconozco a la magia como un estilo que se puede aplicar al teatro o al cine. Puede ser que sea así en mi trabajo pero yo no lo veo. Para mí la magia empieza y termina en la figura del mago que le pide al público, por un rato, que crea que la dama está flotando en el aire. En otras palabras, que tengan ocho años por un minuto. Y creo que eso no tiene conexión con el cine y el teatro".
A pesar de su negación, basta con observar la escena de los espejos en La dama de Shanghai o los juegos con la realidad en F de falso para pensar en Welles como un mago creador de ilusiones.
La magia está presente en el cine también como tema, desde películas en las que apenas es una excusa, como Scoop, de Woody Allen, hasta films con magos protagonistas como El ilusionista, de Neil Burger; El gran truco, de Christopher Nolan; y Nada es lo que parece, de Louis Leterrier. Dentro del cine argentino, se destacan El actor en cuestión, de Alejandro Agresti y el documental El gran simulador, sobre el increíble René Lavand, de Néstor Frenkel.
"El gran truco no es una película de magia sino una película sobre magos -dice Tabany-. El concepto de `Prestige` es un verso, ningún mago lo conoce. Y a la película no le importa la magia, entonces vale cualquier cosa. En Giro de ases quería que todo lo que se viera se pudiera hacer. Cuando veo películas de magia me molesta la sobreexageración para buscar el impacto, que se desvía de la magia y se transforma en una película de efectos digitales".
El director argentino rescata algunas películas o escenas específicas dentro de films que se acercan más a la verdadera experiencia de los magos, como El ilusionista, protagonizada por Edward Norton:
"Me parece que es lo más cercano e interesante en cuanto a magia -explica Tabany-. El increíble Burt Wonderstone, con Steve Carell y Jim Carrey también. Hay una escena en la que hacen un efecto, que se llama "el ahorcado", sin cortes y para los magos se nota que lo hicieron en serio. El resto de la película no. El truco del final, con la industria del juicio que hay en los Estados Unidos, es imposible", comenta, riéndose.
A la hora de filmar Giro de ases, Tabany sabía lo que quería evitar para hacerle honor a la magia y narrar la historia de Martín, un joven croupier y mago especialista en cartas que descubre el amor y la magia verdadera.
"No quería revelar ningún truco en la película. Terminás de verla y no decís: "ya sé cómo se hace todo, puedo ser mago". Después, quería presentar de una forma romántica, si se quiere exagerada, lo que es la comunidad de magia, donde hay bazares a los que se puede ir a comprar trucos y donde están quienes los fabrican. Quería hacer una presentación en sociedad de esa comunidad, de la cual la gente no tiene ni idea", explica Tabany y luego agrega: "Dentro de la magia hay medio una pica entre los "close uperos", los que hacen magia de cerca, con cartas o monedas, como el protagonista de la película, versus los que hacen magia de escenario, como el personaje de Esteban Pérez, la manipulación o las grandes ilusiones. Sería como René Lavand versus David Copperfield. No hay magos que hacen las dos cosas, hay especialidades. Es como la medicina".
Mostrar un truco sin revelarlo es parte de la ilusión que crea el mago. Hacerlo en el cine, según cuenta Tabany, puede ser muy complicado.
"Me autoimpuse ciertas condiciones: mostrar los trucos lo más que se pueda sin cortar. Que no sea una edición a lo Michael Bay. Si ves las películas Nada es lo que parece, la primera está bien y después se descarrila y la segunda es horrible, porque es todo digital y no se entiende lo que está pasando. No quería eso sino algo como las películas de la época de oro de Hollywood: la cámara mostrando al actor haciendo lo que sea que haga. La otra condición es que no quería usar dobles. No quería que el actor haga la mímica y después cortar a las manos de un mago que haga el truco. Me pareció mejor para la película tener actores que entrenen magia que magos que entrenen actuación. No es un documental sobre magia, es una historia con personajes".
Para lograr el objetivo del director, los actores contaron con la colaboración como coach de Henry Evans, quien fue maestro de magia de Tabany .
"Juan (Grandinetti) fue el que más trabajó -dice el director-. Estuvo un año entrenando. Su entrenamiento era cómo tomar un mazo de cartas para que se vea natural. Cualquier persona que no maneja un mazo de cartas lo sostiene de una forma tensa y se nota. Thelma (Fardin) no hace ningún truco de cartas en la película pero cuando está en el bazar tiene todo el tiempo un mazo en la mano, está haciendo cortes y otras cosas. Esa especie de juego que hacemos los magos todo el tiempo tenía que ser natural".
La magia de cartas y manipulación que practican los personajes de Giro de ases es artesanal. Según explica Tabany, el gran debate de la magia hoy pasa por la utilización de la tecnología en los trucos.
"Hay un debate de qué tan artesanal es un mago que utiliza hologramas en su show versus un mago que hace 20 años que está practicando con el mazo de cartas en su casa. Tenés a los puristas de la técnica contra los que resuelven lo mismo con tecnología. Es un tema que hace unos cinco años que está generando polémica en el ámbito de la magia".
De alguna manera, ese debate también se da en el cine. Mientras los estudios de Hollywood invierten casi exclusivamente en la producción de películas que dependen de los efectos digitales más avanzados, realizadores de ámbitos distintos buscan conectarse con el público apelando a otro tipo de recursos.
"Hay libros enormes de teoría de magia que además de enseñarte los efectos, el guión y cómo pararte en el escenario, también se refieren a la teoría filosófica: para qué haces magia y qué querés lograr. La mayoría de los magos serios coinciden en que quieren asombrar al espectador. Ahora, ¿cuál es el medio para asombrar al espectador? ¿Vale todo o no? Ahí se empieza a complicar. Los puristas dicen que tiene que ser solo obra y técnica del mago; los otros se interesan en el resultado, vale todo para que el público se asombre. Y después hay muchos grises".
Con más o menos tecnología, compitiendo contra una enorme oferta de entretenimientos diversos, la magia y el cine siguen en su búsqueda eterna del truco perfecto para ganarse al público.
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