Secreto de confesión
Gonzalo Heredia y Eleonora Wexler indagan en la marginalidad y en los mandatos religiosos en este thriller que llega a las salas el jueves
Eleonora Wexler es quien convence a Gonzalo Heredia de hacer la nota en el spa del hotel, aunque la baja temperatura del aire acondicionado del salón perturba la concentración. La actriz da la bienvenida al encuentro, hospitalaria y alegre, como si estuviese en su casa. Gonzalo se recuesta en el sillón y pone los pies sobre una mesa ratona. Después del exitazo de Valientes, la tira sensación de 2009, se volvieron a reunir para trabajar en la ópera prima de Marcelo Páez Cubells, Omisión, que llega este jueves a los cines.
En ella, Gonzalo interpreta a un sacerdote, un papel para el que tuvo que aumentar diez kilos, que después de una década de ausencia, regresa a su país y a su barrio del conurbano bonaerense para reencontrarse con su pasado, con su ex novia (Wexler), quien aún lo ama, y con un clima de violencia y marginalidad. El religioso se enfrenta a un arduo debate cuando un feligrés le cuenta, bajo secreto de confesión, los crímenes cometidos y los que está a punto de perpetuar. Carlos Belloso, Lorenzo Quinteros, María Fernanda Callejón y Marta González completan el elenco.
Este thriller, que se estrena en la era del papa Francisco, señalado por marcar un nuevo estilo en la Iglesia Católica, fue escrito y filmado antes de que el argentino fuese elegido Sumo Pontífice.
–La película ofrece una mirada positiva y esperanzadora del rol de la Iglesia.
Gonzalo Heredia: –Sí, la Iglesia tiene en esta historia una actitud muy cercana y comprometida con la gente. Nunca debería haberse alejado de ahí.
Eleonora Wexler: –Algo se modificó en la Iglesia a partir de este nuevo papa. Es cierto. Hay una actitud que busca abrir caminos.
–Hay una escena en la que el sacerdote, durante su sermón, habla de construir un mundo mejor, tomando el barrio como punto de partida.
Heredia: –Me daba un poco de miedo esa escena. El sermón lo asocio con una bajada de línea, con esa postura de que alguien señala a los pecadores, pero acá aparece un cura con mucha calle, que ha vivido, que habla desde ese lugar. Da un consejo, no un sermón. A partir de un hecho traumático, decide ser sacerdote y advierte cuán necesario es tener a alguien que pueda contenerte. A mí me tocó esa idea de volver al barrio, porque es algo que yo mismo hice, aunque no me fue tan bien [sufrió un violento asalto en su casa, poco después de mudarse a Munro], por esas cosas del azar.
–La omisión se manifiesta en múltiples niveles.
Wexler: –Sí, además del sacerdote aparece un psicólogo, que tampoco puede develar secretos. Hay un paralelismo en ambas tareas: trabajan con gente que sufre o que no atraviesa momentos ideales.
–Gonzalo, hiciste una transformación para tu personaje.
Heredia: –Estaba gordo. Me dejé la barba. No hice nada por mi estética durante la filmación. Me parecía que este sacerdote no debería tener un espejo en su casa.
–Hablan de un gran trabajo previo, ¿en qué consistió?
Wexler: –Gonzalo cayó el primer día con una carpetita, en blanco. Con los días se fue llenando. Incluso se metió tanto en el personaje que escribió una carta, desde su personaje, para su ex novia, es decir, para mi personaje, en la que le cuenta qué había pasado con su vida. Todavía la tengo guardada.
Heredia: –Ese cuadernito fue un viaje, como tomar ayahuasca, con asociaciones libres y la posibilidad de crear mundos y un personaje de un modo arquitectónico. Cuando recibí el guión y vi que el protagonista era un cura me sorprendí, me pareció hasta irónico, porque en ese momento decían que me acostaba con cualquiera (risas).
–Todo ese trabajo se contradice con la inmediatez que supone una tira.
Heredia: –Es cierto, cuando trabajás en cine hay más estudio y análisis, pero no despotrico contra la tira. Lográs un gran entrenamiento, con una inmediatez y efectividad que ni siquiera el teatro te da.
–¿Cuál es tu vínculo con la Iglesia?
Heredia: –No soy ateo, pero no tengo vínculo con la Iglesia. Fui bautizado, pero no tomé la comunión. Mi hijo no está bautizado. Sí creo en algo que es muy difícil de explicar.
El buen clima, la clave
Eleonora y Gonzalo apuestan a un género poco popular del cine argentino ("soy fanático del thriller policial", dice el actor). La historia agridulce retrata conflictos sociales enquistados en la Argentina y llama a no cometer uno de los peores pecados: la omisión. "Quedarte con los brazos cruzados, no comprometerte, es el acto más cobarde que podés cometer", sentencia Gonzalo.
Carlos Belloso se acerca a Gonzalo e intenta convencerlo para ir a comer juntos un "sándwich de milanesa". Eleonora fue la última en sumarse al elenco. Al actor lo conocía de Valientes y estuvieron a punto de realizar Bodas de sangre, de Federico García Lorca, proyecto que no logró concretarse. A la hora de posar para las fotos, se trasluce esa confianza. Eleonora le arregla el pelo a su compañero y él no para de hacer chistes y de tentarse con las poses de ambos. Dedicaron el día entero a la promoción de la película y faltaron con aviso a la grabación de Vecinos en guerra (Telefé) y Mis amigos de siempre (El Trece), respectivamente. En estos tiempos en que tanto se habla sobre el malestar dentro de algunos elencos de TV, ambos destacan la necesidad de trabajar en un ambiente cómodo, en especial en las tiras, donde el nivel de exposición es altísimo y las jornadas y temporadas, cada vez más extensas. "Más allá de que quería hacer cine, cuando supe que Gonzalo iba a estar en la película, confié plenamente", dice ella.
–Los dos son y fueron protagonistas de tiras. ¿Los productores piden que ejerzan ese liderazgo para componer equipos?
Wexler: –No. Pero es fundamental. Eso va desde uno, nace en la misma hora en la que encabezás un proyecto. En Vecinos... tengo la suerte de estar con Diego Torres, Carlos Portaluppi, Carola Reyna, Candelita… Si algo no me gusta, lo charlaré…
Heredia: –Tranquila, Wexler. Quedate quietita… (risas).
–¿De qué te reís, Gonzalo?
Heredia: –¿Viste cuando salís con amigos a emborracharte? Es esa confianza, esa vibra que necesitás. No podés arrancar de cero. A mí se me nota cuando no hay buen clima, porque soy frontal. Cuando tengo un problema de cartel o de pie con un compañero, lo digo. Y tuve problemas… Uno mismo, como actor, crea esa mística de que hay gente a la que no se le puede decir nada. Son los actores los que crean divos. Hay casos donde el programa es un exitazo y el equipo se lleva como el culo, elencos donde el clima es pésimo y lo saben todos, menos ellos.
–¿Como en Farsantes [en el mismo estudio graba Mis amigos…]?
Heredia: –Te hablo por mí. Interpreto a un futbolista, por lo tanto, mi trabajo consiste en ir a jugar al fútbol, comer un asado, ver gente que quiero, y encima me pagan.
–¿Qué podés adelantar de la tira?
Heredia: –No mucho. Solita Silveyra hace de mi mamá. Mi personaje no tiene pareja, es bastante tiro al aire. Nada que ver conmigo. Hoy, a las 12, estoy durmiendo y si me agarro una borrachera, la resaca me dura una semana.