Netflix: En la serie Baby, chicas ricas buscan nuevas sensaciones
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Baby (Italia, 2018). Creadores: Antonio La Fosse, Giacomo Mazzariol, Marco Raspanti, Romolo Re Salvador, Eleonora Trucchi. Elenco: Benedetta Porcaroli, Alice Pagani, Riccardo Mandolini, Chabeli Sastre, Brando Pacitto, Giuseppe Maggio. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Baby vio precedido su lanzamiento en Netflix con el halo de la polémica. Un barrio rico de Roma, fiestas secretas, drogas de diseño, prostitución de menores. Y a ello se sumaron las críticas de la prensa italiana, el revuelo alrededor de la elección de un tema controvertido, las acusaciones de superficialidad en el abordaje de la adolescencia y el oportunismo en el tratamiento de la explotación sexual. De todo ello, la superficialidad y el oportunismo son los motes más cercanos a la verdad. Baby toma un poco de cada uno de los asuntos de la agenda pública y los enreda bajo el argumento de una telenovela adolescente condimentada con glamour y Mini Coopers. Así, aparecen el bullying, el tráfico de drogas en los colegios, las familias disfuncionales, el imperio de las redes sociales y la adicción a la exposición de la vida privada. Todo mezclado, todo cool.
El encuentro entre Chiara (Benedetta Porcarolli) y Ludovica (Alice Pagani) se produce en el primer episodio. Comparten la misma escuela pero pertenecen a dos mundos diferentes. Chiara es la chica rica, de amigos perfectos, rubia y deportista, que vive sus desilusiones puertas adentro: el matrimonio de sus padres es una fachada, el chico con el que sale tiene novia. Ludovica es la oveja negra, el hazmerreír de las fiestas escolares, el blanco de los comentarios insidiosos; tiene un padre ausente y una madre irresponsable. Pero ambas son lindas y no tardan en descubrir que, pese a los males que aquejan a todas las chicas privilegiadas, hay una vida secreta que las espera. La estrategia que elige la serie para deslizar los caprichos y malestares juveniles hacia la prostitución y el submundo delictivo es la causalidad más burda. "El amor no existe", le dice la madre a Ludovica y allí va ella a buscar nuevas sensaciones. Todo está en un tono similar y, si la serie logra sostenerse como cuento, es porque, pese a esas obviedades, la dinámica que se establece entre las protagonistas nos permite seguirlas en todos los vericuetos que les exige el guion.
Baby no es provocadora. No como lo eran Belle de jour (1967) de Buñuel, Violette Nozière (1978) de Chabrol, o incluso la desprejuiciada mirada que ofreció François Ozon en Joven y bella (2013). En todas ellas las causas se tornaban opacas, nunca lineales; los personajes escapaban a definiciones simples y pacatas que achacaban responsabilidades y buscaban culpables. Baby se parece más a The O.C. en un barrio rico de Roma que a una apuesta audaz y adulta sobre un tema complejo y espinoso.
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