
Tango en San Juan y Boedo
Muy bien remozado, y con música en vivo, reabrió un clásico bar porteño
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Finalmente abrió sus puertas, anteayer, la esquina más tanguera de Buenos Aires: la de "San Juan y Boedo antiguo". La esquina que sigue ostentando el nombre de su poeta preferido:Homero Manzi. El tradicional café -un bar cualunque , diría un viejo parroquiano, convertido hoy en un señor bar y restaurante- no solamente es un nuevo orgullo de Buenos Aires, sino que se convierte en uno de los espacios más generosos e imponentes de la escena porteña consagrado al tango.
Allí, en ese recuperado rincón de la historia ciudadana, se dan cita, en esta noche inaugural, muchas personalidades de la música de Buenos Aires, entre las que se encuentra, como un cliente más de la casa, el secretario de Cultura Jorge Telerman, y como vocero de la ciudad, para resaltar el acontecimiento, el secretario de Turismo Hernán Lombardi.
A la esquina del poeta han concurrido el pianista de Piazzolla, Pablo Ziegler; la cantante y actriz Cecilia Rossetto, los cantantes Tito Reyes, María Graña y Beatriz Suárez Paz, el crítico de cine Rómulo Berruti, el ex futbolista Amadeo Carrizo, el comentarista deportivo Diego Bonadeo, el locutor (impulsor del nuevo tango) Anselmo Marini y otros personajes de la vida cultural de esta capital, que son recibidos por el hijo de Homero, Acho.
Pero los reales protagonistas de la noche son el pianista Osvaldo Berlinghieri (que en el teclado alterna con el joven Christian Zárate), el bandoneonista Carlos Buono, y el bajista Nakamurakare, que acompañan al cantante Raúl Lavié.
La voz potente se alza en medio de la tertulia y el ágape, para traer, en un primer tramo, tangos tan antológicos como "Nunca tuvo novio" (de Cadícamo y Bardi), "Barrio de tango" (de Manzi -Troilo), "Tinta roja" (de Castillo-Piana), "El día que me quieras" (de Gardel-Le Pera). Lavié entregará luego, en una segunda parte, con su peculiar estilo, el aquí más simbólico "Sur" (de Manzi-Troilo), "La cumparsita" (de Matos Rodríguez) y, entre otros, "Naranjo en flor" (de los hermanos Homero y Virgilio Expósito) o "Balada para un loco"(de Ferrer-Piazzolla).
La imponente esquina
Con sus elegantes faroles, sus marquesinas que recuerdan títulos y frases de los tangos más entrañables de Manzi -adornadas por los ya casi olvidados filetes-, sus grandes ventanales vidriados, sus gigantografías de Hermenegildo Sábat con las figuras más amadas del tango, su pequeño museo con manuscritos originales del poeta (como "Romance de barrio"), sus palcos (donde ya no tocan las orquestas de señoritas) que llevan nombres ilustres, como Lamarque, Maizani, Discépolo, Troilo y Gardel y su enorme escenario, el café conserva el estilo arquitectónico de los bares de los años 40, aquellos del arrabal, el empedrado y los restos del malevaje.
Su remozamiento, obra del joven arquitecto Carlos Liusi, abarcó también -nos cuenta Acho Manzi, poeta y músico- el ensanchamiento gracias a la compra de los espacios que ocupaban, por avenida San Juan, una farmacia, una tienda y un quiosco de cigarrillos. Una tarea que demandó un largo año y medio, a partir de su cierre, en marzo de 1999.
El bar Esquina Homero Manzi promete abrir sus instalaciones todos los días, de seis de la mañana hasta las dos del día siguiente. Los viernes y sábados estará dedicado al tango durante toda la noche. La vieja y la nueva clientela contará con ciento cincuenta mesas y capacidad para más de trescientas personas que podrán disfrutar de su flamante mobiliario y decoración, exposición de obras de arte relacionadas con el tango, y también de su variado y accesible menú, que podrá consumirse con "la más tanguera música ambiente".
Cada cual podrá convocar allí los versos de Manzi más afines a su temperamento. El clásico por antonomasia "Sur" (San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo/Pompeya y más allá la inundación); aquel evocativo "El último organito" (Las ruedas embarradas del último organito/vendrán desde la calle buscando el arrabal), o quizá "Barrio de tango" (Un pedazo de barrio, allá en Pompeya,/durmiéndose al costado del terraplén), o el que retiene la memoria colectiva, "Malena" (...canta el tango como ninguna/y en cada verso pone su corazón), o la lacerante "Milonga triste" (Llegabas por el sendero/delantal y trenzas sueltas), a la otra que estropeó Julio Iglesias, "Milonga sentimental" o los hoy olvidados "Viejo ciego", "Mañana zarpa un barco", "Betinotti", "El pescante"... La ciudad ha levantado un monumento a uno de sus más inspirados poetas. Buenos Aires lo esperaba. Buenos Aires lo merece.



