Estrenos de teatro: en Pieró, amores de títeres que se expanden sobre el escenario
Dos personajes de la commedia dell arte sufren su amor en silencio en esta obra de Guus Ponsiöen que llega al teatro del Picadero en una coproducción con la Compañía Dalang de Zúrich
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Pieró. Autor: Guus Ponsiöen, sobre un relato de Michel Tournier. Dirección: Gastón Marioni. Dirección musical: Hernán Matorra. Intérpretes: Gabriela Genovese y Hernán Matorra (músicos), Frida León Beraud y Jorge Arbert (actores-titiriteros), Julia Nardozza y Luciano Mansur (actores-titiriteros a partir de febrero). Escenografía: Martina Urruty. Vestuario: Alejandra Robotti. Realización títeres: Frida León Beraud. Coreografía: Gastón Marioni. Video: Lucía Suárez. Duración: 55 minutos. Sala: Teatro Picadero, Pje. Santos Discépolo 1857. Funciones: los miércoles, a las 19. Nuestra opinión: buena.
Una historia de amor que supera momentos de desencuentro, que se replica inesperadamente más allá de los títeres protagonistas de Pieró, el musical del autor neerlandés Guus Ponsiöen que fue un clásico por muchas temporadas en varios países europeos. Así se presenta la obra dirigida por Gastón Marioni, con la actuación de los titiriteros Frida León Beraud y Jorge Arbert, que forman parte de la Compañía Dalang de Zúrich, coproductora de la puesta en el Teatro Picadero.
La espléndida voz de Gabriela Genovese entona una partitura de bellas melodías, alternando contrapuntos y armonías con Hernán Matorra, a la vez director musical de la puesta, cada uno con su piano a los dos costados del escenario. Los músicos, en el rol de Doña Sol y Don Luna, enmarcan la historia del trío de personajes de la commedia dell´arte, introducen el ingreso de los actores-titiriteros que dan vida a la lavandera Colombina y el panadero Pieró.
Ella lava de día, él amasa de noche. A pesar de ser vecinos, de cruzar miradas amorosas, no hallan el tiempo de encuentro. Cuando aparece Paletino, una especie de Arlequino, pintor de vida colorida, se va Colombina con él en su carromato. Pieró, en su tristeza, ya no saca pan del horno. Al menos hasta que da un giro la historia.
El dispositivo escénico, en su sutil entrelazamiento entre las canciones, los comentarios de los titiriteros sobre sus personajes y el desarrollo de la acción a cargo de los muñecos sufre por tramos cierto desequilibrio, en cuanto los títeres no llegan a adquirir la preeminencia que demanda el relato.
Y desde los bordes, la música desborda por el lado de Genovese, que agrega a su canto un histrionismo no correspondido desde el resto del elenco. Se desdibuja de este modo un tanto el centro del escenario, en el que los títeres no terminan de crecer en la proyección de la historia. En la función de estreno, una perspicaz pequeña espectadora lanzaba comentarios sobre el personaje de Doña Sol, reconociéndola como la protagonista por su fuerte presencia escénica.
Recién sobre el final se revierte la situación, al volcarse el eje hacia la relación entre los mismos músicos, legitimando así el foco puesto en ellos, subrayando de alguna manera a través de la trama la singularidad de una partitura que se destaca netamente sobre lo habitual.
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