Gayola en París, un unipersonal conmovedor con una gran actuación de Patricio Coutoune
Se puede ver todos los miércoles, a las 20, en Ítaca Complejo Teatral
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Gayola en París. Autora: Pamela Jordan. Dirección: Pablo Gorlero Intérprete: Patricio Coutoune. Iluminación: Ricardo Sica. Música: Fernando Nazar. Sala: Ítaca Complejo Teatral (Humahuaca 4027). Funciones: miércoles, 20h. Duración: 55 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Un tango hecho obra de teatro. Así se podría sintetizar lo que pasa en Gayola en París, el unipersonal musical que fue reconocido con un premio ACE el año pasado y que a través del relato de un boxeador venido a menos condensa el tránsito de la memoria de un ser nacional que recuerda y se pregunta por su identidad, su pasado y el mundo que dejó atrás, atravesado por un espíritu nostálgico.
Ya desde el comienzo, la actuación de Patricio Coutoune, acostado en una cama plegable de hierro, hablando solo, soñando y con un estilo de voz y frases que se podría asociar a los comerciales de los años 20, ubican en tiempo y espacio de dónde viene la melancolía de este personaje que extraña todo: su madre, el barrio, los amigos, las comidas y Buenos Aires. Con dirección de Pablo Gorlero, el espectáculo instala con muy pocos elementos (una foquito de luz que cuelga como si fuera un puching ball, un banquito que también se asemeja el ring de box, una palangana, una mesa) y sobre todo concentrado en la actuación, el estado de soledad en el que se encuentra este personaje, que solo vive cuando recuerda.
Y para retratar este espíritu nostálgico el tango es el elemento musical que funciona como un puente perfecto para conectar al espectador con ese estado emocional. Entonces, cuando Serafín, este boxeador melancólico, rememora su tiempo de gloria, comienza a cantar “Mi Buenos Aires querido”, pero más tarde, al relatar la traición que sufre en Francia y el sufrimiento que vivió después, será el momento de canciones como “Cambalache” o “Naranjo en Flor”, y a medida que avanza el drama, los tangos se ponen aún más oscuros con himnos de la melancolía, como son “Nada” o “La última curda”. Cada momento dramático tiene su canción y en el devenir se instala la necesidad de que esas canciones acontezcan.

El texto escrito por Pamela Jordán tiene la habilidad de unir la temática y el efecto dramático de cada canción con lo que sucede en el relato y desde la dirección se logra un crecimiento equilibrado y siempre en alza del valor emocional de esta historia de vida, sin soltar el humor o cierta tendencia a reírse de sí mismo que tiene este boxeador, ya viejo y cansado. Una de las preguntas frecuentes de los monólogos suele ser a quién le habla el personaje. En este caso, desde la dramaturgia se instala la llegada de un chino que no entiende nada de español al mismo espacio donde se encuentra este hombre. Esta explicación tiene poco sustento y si bien es útil para generar algunos chistes, queda en evidencia la necesidad de remarcar hacia dónde se dirige esa voz.
El actor y cantante Patricio Coutoune logra desde el comienzo que el espectador pueda ver a este hombre anclado en otro tiempo, en su gestualidad, su forma de hablar, la manera de moverse, un cuerpo que todavía es atlético a pesar del paso del tiempo. Su trabajo es conmovedor, y mucho más cuando comienza a cantar y aparece, entonces, el cantor de tango atravesado, frágil, violento o indignado, según lo que expresa cada canción. A veces serán algunas estrofas, pero ese pasaje entre canciones y monólogos, sutil y orgánico, también muestra el trabajo en conjunto entre el artista y su director, un especialista en el teatro musical. La sensación es como si con las canciones el personaje buscara abrir aún más las heridas de su pasado. Necesita volver a contar los hechos que lo llevaron de ser un prominente boxeador de gira por Francia, con peleas ganadas y una mujer hermosa al lado, a un tipo solo, pobre y sin familia, encerrado en una pieza. El tango será su manera de meter el dedo en la llaga, pareciera que es lo único que le queda. Las luces de Ricardo Sica acompañan los pasajes musicales y el relato, creando diferentes climas y generando cierto movimiento en el espacio.
Dice el escritor Octavio Paz que la nostalgia es el “descubrimiento de sabernos solos”. En Gayola en París el público es testigo de esa soledad y un fluir de la conciencia que se comparte de manera poética.
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