Victorio D’Alessandro: lejos del mote de galán, el actor encara el desafío teatral más grande de su carrera y desembarca en En el barro
El intérprete y productor pone el cuerpo a un intenso unipersonal con una historia signada por el deseo, la guerra y la libertad; además, desembarca en la segunda temporada de la serie carcelaria de Netflix
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A la par que trazó su camino en exitosas tiras televisivas (Floricienta, Son de fierro, Casi Ángeles, Herederos de una venganza, Los únicos y Sos mi hombre, entre otras), Victorio D’Alessandro (41) plantó bandera sobre el escenario. Lejos del mote de galán que le quisieron imponer, el actor se decanta más por el teatro independiente que por el circuito comercial, y con el tiempo se animó a aventurarse como productor, tanto en cine como en teatro, con el fin de buscar los proyectos que realmente tenía ganas de hacer. Así fue el recorrido que lo trajo a En mitad de tanto fuego. Con texto del reconocido autor español Alberto Conejero, el propio D’Alessandro protagoniza esta obra que, bajo la dirección de Alejandro Tantanian el pasado viernes 29 llegó al teatro Dumont 4040.
“Es la obra más difícil de mi carrera, nunca hice algo así y no solamente por estar solo en el escenario sino también por la categoría de texto que estoy atravesando”, asegura a LA NACION el actor, que también produce esta pieza junto a LuzuTV.

–¿La propuesta de hacer esta obra fue tuya?
–Sí, la idea nació en Madrid. Generalmente tengo la alerta de obras que están dando vueltas tanto en Argentina como afuera, y cuando estoy en España trato de ver textos que no están acá. Además, conozco a varios autores de allá que me gustan. De Alberto Conejero conocía La piedra oscura, que ahora se está haciendo en el San Martín, y vi que estaba esta otra obra. No quise saber mucho de qué se trataba, fui a verla y dejé que el material me sorprendiera.
–Y te sorprendió…
–Ahí vi a un muchacho que salió a escena, no con muchas luces, como si fuese un poeta griego. Cuando empezó a hablar y dijo “Troya”, enseguida pensé “me encanta” porque soy un amante de las épicas griegas y romanas, de todo lo que tiene que ver con la antigüedad, la mitología, los dioses; me fascinaba de pibe. Cuando vi esto convertido en un monólogo contando la historia de Troya, pero como si fuese un lado B, o sea, con la perspectiva de otro personaje [Patroclo] y su relación con Aquiles, me pareció fascinante y a la vez se me hizo muy fácil ver en imágenes toda esa historia mientras escuchaba el texto.

–Ahí comenzó tu camino para hacerla vos.
–Siempre quise trabajar con un texto de esta calidad autoral, de mucha altura de léxico. Estaba estudiando dramaturgia con Alejandro (Tantanian) y un día, charlando, le dije que quería producir esta obra. Me dijo que él es amigo de Conejero y que había colaborado con la obra, así que le compré los derechos a Alberto y ahí empezamos a armar el equipo con Ale. Tengo un amigo que trabaja en Luzu, que también quería empezar a meterse en teatro, así que desde la comunicación de Luzu y con el empuje de los dos llevamos a cabo el proyecto.
–¿Fue difícil aprender este texto tan largo?
–Estaba viviendo en Barcelona, donde fui a producir una película, y ahí empecé a estudiar el texto. Me sentí como en pandemia porque Juan Cruz, el asistente de Ale, me tomaba la letra vía Zoom. Parecía un loco en la casa donde estaba viviendo. El croata que estaba conmigo me miraba con una cara tremenda, y yo meta hablar de los dioses y de Troya. Sabía que no íbamos a tener mucho tiempo después y me parecía mucho más jugoso poder disfrutar de los ensayos con el texto aprendido para poder pasar de la tinta a la sangre, de la palabra al cuerpo. Que la emoción no quedara solo en la cabeza.
–¿Y cómo trabajás las emociones, que también son muy intensas?
–Es una pileta sin fondo en el sentido de que no hay más adrenalina, nervios y lugares de caída libre que el hecho de no tener un partener en el escenario. También hay pocos incidentales o música. Inclusive yo soy el pie para que aparezca esa música. La confianza en uno mismo es fundamental, pero sobre todo la conciencia sobre uno. En este caso, ya lo había trabajado en Las cosas maravillosas, pero ahí tenía un feedback con el público. Acá soy yo, mis tiempos y mi rítmica a la hora de hablar. Todo lo fuimos encontrando como una orquesta con Ale para que, obviamente, no quede monocorde, tenga sus bloques y sus emociones. Le pusimos el cuerpo a una obra muy literaria.
–¿Cómo es trabajar con un grande del teatro como Alejandro Tantanian?
–Es un genio. Es muy buena persona y lo principal es el valor del grupo humano que tenemos. También, él sabe potenciar lo que uno como actor tiene para dar, y te ayuda con lo que te falta para lograr el objetivo. Siempre lo admiré y tenerlo en mi equipo es un lujo, realmente tenía ganas de trabajar con él.

–Hace tiempo venís apostando mucho al teatro, ¿por qué?
–El teatro para mí sana, y no por utilizarlo como un psicólogo, pero realmente sana, te comprometés con tu cuerpo y con una historia. Sana en un mundo lleno de ansiedad que no sabe a dónde va, un mundo bélico donde no nos miramos a los ojos. En el teatro, por un momento vas a escuchar a alguien, vas a eludir a la inteligencia artificial y te vas a encontrar con un tipo que transpira, que se va a equivocar o va a trastabillar y va a hacer una pausa, y eso es humano. El teatro es lo más humano que nos va quedando en un universo en donde hasta los actores se van a poder reproducir por hologramas.
–¿Preferís el teatro independiente?
–A veces me llegan propuestas de teatro comercial y no me copan tanto, o están buenas pero yo quiero hacer teatro para otra cosa, por eso soy de buscar textos. Esto de esquivar un poco a un teatro que te sirve todo en bandeja, netamente explícito. Y pienso: “No hay que subestimar al público, hay que elevarlo, elevar el oído y lo que se está contando”. En una era de tanta pantalla, vení a bancarte y escuchá teatro.
–Elegir qué hacer en esta industria es un privilegio.
–Uno a veces necesita laburar de lo que sea. A veces paso tiempo sin filmar, pero porque también trabajé mucho tiempo para eso, y a veces necesito laburar. En la medida que pueda, siempre intento elegir. Hay etapas en las que uno puede elegir más, otras que puede menos, y creo que hoy estamos en una etapa superdifícil. Yo prefiero hacer lo que me gusta, por ahí arriesgando un poco más, produciendo, comprando los derechos de una obra, dándole trabajo a gente que quiero, armando equipo, y lo que más me gusta es hacer teatro.
“Me aburre lo obvio”
–¿Te imaginabas este presente cuando estabas en Casi Ángeles?
–Visionaba mucho el hecho de traspasar un poco la cámara y estar del otro lado. Siempre me gustó la cámara, la dirección y todo eso. Con el tiempo me fui animando a más. Estuve muy atento en cada paso de mi carrera, con la gente que me rodeé, con las cosas que absorbí para hoy llegar dónde estoy. No lo visualicé tan así pero siempre fui muy curioso y lo sigo siendo por más que me ponga más viejo (se ríe).

–¿Seguís viviendo entre Argentina y España?
–Sí, voy por laburo y a veces me quedo. Me gusta sacar la cabeza de acá y armar cosas allá. Tengo gente amiga, familia, entonces, se corre un poco del lugar de laburo y nada más. A veces me quedo un tiempo escribiendo, voy a ver obras, viajo. Es una linda inversión viajar, cuando se puede, por supuesto. Antes estaba más fijo allá, ahora voy y vengo.
–¿Qué es la libertad en tu vida como actor? ¿En qué momento te plantaste y dijiste “elijo esto”?
–Siempre fui medio de nadar contra la corriente, no iba a hacer lo obvio, pero porque me aburre lo obvio, lo que está todo dado, todo contado. Hay algo de no anticipar lo que uno va a hacer que siempre me gustó y me parece que mi libertad reside un poco en eso. Y a veces no encuentro lo que quiero hacer, pero sí sé lo que no quiero hacer. Muchas veces estamos frente a un ambiente en donde la imagen lo es todo. Entonces, lo más fácil es ir ahí, más viniendo de una serie juvenil como nos pasó a Peter (Lanzani) y a mí.
–Los galancitos…
–Con Peter nos reíamos porque nunca fuimos galanes. Galanes eran Gonzalo Heredia, Luciano Castro, nosotros nunca estuvimos en ese lugar, pero como veníamos de una serie juvenil era muy obvio caer en esos lugares. Nunca me calentó hacerlo y nunca lo hice, siempre intenté hacer cosas diferentes. Tenés personajes que están más ligados a eso y está bien atravesarlos. El tema es no perder esas ganas, esa curiosidad y esa adrenalina de seguir buscando cosas, ese deseo inconsumable en algún punto. A mí me calienta ser actor por eso.
–Estuviste en la segunda temporada de El fin del amor, la serie protagonizada por Lali, y vas a estar en la segunda parte de En el barro. ¿Podés contar algo de tu personaje?
–¡Me van a matar! Ya está filmada, eso sí. Creo que mi personaje está en todos los capítulos. Ya lo verán, es divertido y lo disfruté un montón.

Para agendar
En mitad de tanto fuego, con Victorio D’Alessandro. Texto: Alberto Conejero. Dirección: Alejandro Tantanian. Funciones: viernes 21.30. Sala: Santos Dumont 4040
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