Con el fútbol a la cabeza, las transmisiones deportivas nacieron en nuestro país casi al mismo tiempo que la televisión y acompañaron la evolución del medio y sus transformaciones estéticas y tecnológicas
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Apenas dos meses separan al momento fundacional de la televisión argentina de la primera transmisión deportiva realizada en directo. La cercanía entre ambas fechas se convertiría con el tiempo en un dato esencial para entender la evolución de la TV en nuestro país a lo largo de los años, sus transformaciones visuales y tecnológicas, la relación con el público y hasta los primeros indicios de lo que luego se transformaría en un actor de peso: el marketing. Esto es así porque el deporte es uno de los componentes naturales del ADN televisivo. No somos la excepción a esa regla de hierro.
Del acontecimiento inaugural del deporte televisado en la Argentina, un partido entre San Lorenzo y River jugado el 18 de noviembre de 1951, lo que menos importa es el resultado (empataron uno a uno). El primer gol de la historia de la TV deportiva en la Argentina fue relatado por Ernesto Veltri, acompañado en los comentarios y la información por Enzo Ardigó y Raúl Goro. Y lo más relevante es que ese día había más público en las tribunas del viejo Gasómetro de Boedo que personas siguiendo el juego desde sus hogares a través de las flamantes pantallas de TV. La Argentina contaba en ese momento con apenas 1300 aparatos en funcionamiento, según recuerda Carlos Ulanovsky en las primeras páginas de Estamos en el aire, una historia de la televisión en la Argentina.
“En la cancha de San Lorenzo hubo entre setenta y ochenta mil personas. Un diez por ciento de esa cantidad lo siguió a través de 1300 aparatos en funcionamiento, y la gente pudo ver (si no es que justo en ese momento miraba para otro lado o se había levantado para hacer pis) el bello gol de Mario Boyé en el primer minuto del segundo tiempo”, escribe Ulanovsky sobre un segundo partido transmitido desde ese mismo estadio el 8 de diciembre, la final del torneo de primera división de 1951 jugada por Racing y San Lorenzo que le dio el tercer título consecutivo de campeón al equipo de Avellaneda.
El libro deja constancia al mismo tiempo que el fútbol funcionó desde entonces como un estímulo inmejorable para la venta de televisores. Un ejercicio que se repitió muchísimas veces a lo largo del tiempo, sobre todo en vísperas de cada Copa del Mundo. Suele decirse, con razón, que las grandes revoluciones tecnológicas del deporte televisado quedan a la vista cada cuatro años, en coincidencia con el calendario de los Mundiales. El otro gran hecho deportivo que hoy acapara la atención mundial en iguales períodos, los Juegos Olímpicos, no hace más que beneficiarse de esa poderosa impronta innovadora.
Todo ese camino de asombrosas transformaciones tuvo en la Argentina un comienzo artesanal. Detrás de las primeras transmisiones estaban algunos de los nombres más capaces y talentosos del período inaugural de nuestra TV, obligados a hacer proezas para disimular comprensibles (y naturales) limitaciones técnicas. Uno de los grandes protagonistas de toda la historia de las transmisiones deportivas locales, Enrique Macaya Márquez (que sigue hoy en plena actividad), siempre cuenta que en los primeros tiempos de la TV en vivo no existía la repetición de las jugadas. Esa posibilidad apareció cuando los responsables de las transmisiones le tomaron la mano a los recursos disponibles. Se hacía de manera manual algo que hoy se resuelve de manera casi automática.
El comportamiento de algunos actores deportivos también era muy diferente hace 70 años. En 1953, los jugadores de algunos de los clubes de fútbol más importantes (incluyendo al seleccionado nacional) recibían premios en especie de los grandes auspiciantes de la TV por ganar campeonatos o convertir los goles de los partidos decisivos. Antes, la propia televisión se hacía cargo de los premios que hoy pagan los clubes.
Comienza aquí un vínculo entre deporte, televisión y marcas que tendrá innumerables manifestaciones y cambios hasta la actualidad. Cómo no recordar la “guerra de gorras” planteada en el Mundial 1994 (jugado en Estados Unidos) entre los principales canales de TV abierta. Como la mitad de los jugadores había firmado contrato con Telefe y la otra mitad con Canal 13, los canales hacían esfuerzos denodados para evitar que la identificación del rival apareciese en su pantalla. Todavía se habla de los efectos deletéreos que tuvo esa estrategia en la temprana eliminación del equipo nacional.
Esa salida se precipitó por el doping de Diego Maradona, que provocó un escándalo mundial. Canal 13 se aseguró el testimonio del jugador gracias al contrato de exclusividad que había firmado con él. Nada nuevo, simplemente adaptado a los tiempos. Mucho antes, en 1954, los jugadores de los equipos más importantes del campeonato local se plantaron frente a la TV y exigieron de ella una compensación. Argumentaban que las transmisiones eran posibles gracias a ellos y merecían un pago por salir a la cancha. Más de una vez hubo amenazas de quedarse en los vestuarios y no jugar si el dinero no aparecía.
Las tensiones fueron creciendo -y no solo por esa razón- durante los siguientes años, hasta que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), la entidad organizadora de los torneos profesionales, resolvió en 1960 cancelar el contrato que tenía firmado con la televisión a partir de un argumento que hoy resulta casi extravagante: por culpa de las transmisiones las tribunas se estaban quedando vacías. Medio siglo después, la TV muestra en vivo todos los partidos de la fecha desde estadios con tribunas raleadas o completamente vacías, como ocurre desde que empezó la larga noche de la pandemia.
Diría la tribuna que la pasión siempre es más fuerte, por eso el fútbol no tardó en volver a la TV. La década de 1960 fue testigo de la llegada de nuevas voces que se hicieron familiares para los televidentes-hinchas de nuestro medio: Macaya Márquez, Oscar Gañete Blasco (un excelente relator prematuramente fallecido) y Horacio Aiello, dueño de una frase pintoresca (“a la derecha de la pantalla, señora”) que pasó a la historia.
De a poco, en esos años comenzó a estabilizarse una fórmula: los viernes había en TV un partido del torneo oficial en directo y los domingos por la noche, el clásico de la fecha en diferido. En un momento también se hizo costumbre emitir en directo el match de tercera división de dicho clásico, el domingo al mediodía. Todo por Canal 7, que se había convertido en la referencia para ese tipo de transmisiones.
Los años 60 también vieron la consolidación de otro clásico del deporte televisado: los programas semanales de debate futbolero. En 1961, Carlos Fontanarrosa y Alfredo Rutschi (Apo) pusieron en marcha Polémica en el fútbol, que contaba con una tribuna armada como si fuese una especie de síntesis del sentimiento del hincha. De a poco comenzó a configurarse allí el clásico modelo del panel de expertos y “opinadores”. Pero la palabra en esa primera experiencia casi siempre la tenía el público agolpado en el pequeño y ruidoso graderío. Tanto, que algunos habitués del programa se convirtieron con el tiempo en verdaderos personajes televisivos. Fontanarrosa alumbró aquí su creación más perdurable cuatro años después de haber inventado Fútbol con opinión, decano de los programas de debate sobre el tema.
Los primeros debates
Otro hito de esta fórmula fue La noche del domingo, estrenado en 1966. Todo giraba alrededor del gran Pepe Peña, uno de los mejores polemistas de temas deportivos que conoció la TV. El otro fue Dante Panzeri, que con el tiempo dejaría su insobornable sello en memorables columnas de opinión incorporadas a los espacios informativos de Canal 11. La atracción de La noche del domingo pasaba por el debate mismo, del que participaban Alberto Hugo Cando, Ulises Barrera (especialista en boxeo, culto y siempre elegante en el decir), los jovencísimos Rolando Hanglin y Adrián Paenza, y el sorprendente aporte de Pinky y Blackie.
De allí en adelante, con distintas denominaciones (Estadiovisión, DeporTV), el fútbol por Canal 7 amplió sus transmisiones con la llegada de José María Muñoz como responsable (y conductor de los Almuerzos Deportivos cada fin de semana) de un equipo que se enriquecía con la presencia de Marcelo Araujo, Mauro Viale, Diego Bonadeo y otras voces en el comienzo de sus reconocidas trayectorias.
Paralelamente, otros deportes también encontrarían espacio en la pantalla. La TV argentina dedicó desde muy temprano un espacio para las transmisiones de los grandes premios turfísticos, sobre todo en Palermo (el primero fue a fines de 1951), una tendencia que luego se redujo casi a la mínima expresión. El boxeo tuvo un espacio de gran continuidad en Canal 13 en la noche de los miércoles con las emisiones de Entre las sogas, de las que surgió otro notable relator, Ricardo Arias. Y también hubo lugar para el automovilismo, con un mapa que incluía desde Coche a la vista! (el tradicional espacio de la familia Sojit) hasta los comentarios de especialistas como Cando y Miguel Ángel Merlo. En los años 70, los triunfos en el exterior de Carlos Reutemann y Guillermo Vilas fueron seguidos de cerca por las cámaras del 7 y del 9, respectivamente.
Con Torneos & Competencias nace una nueva era
En 1982, Carlos Ávila creó Torneos & Competencias. La productora empezó con modestas transmisiones de golf, pero no tardó en crecer y diversificarse a partir del espíritu emprendedor, la perspicacia y la habilidad para los negocios de su principal artífice, figura clave de los vínculos entre el fútbol y TV en las dos décadas siguientes. Con Ávila se pusieron por primera vez en valor, tal como los entendemos hoy, los derechos exclusivos de transmisión de un hecho deportivo y su aprovechamiento integral a través de la pantalla. Por primera vez se impuso la idea de las transmisiones codificadas, con habilitación exclusiva de los partidos en directo para quienes adquieren un abono. El resto debía esperar hasta el domingo por la noche, tras el cierre de la fecha, para verlos resumidos en un programa único de la TV abierta.
Ese programa se llamó Fútbol de primera (“una creación de Carlos Avila”, como decía cada presentación) que desde 1985 se convirtió en la nueva gran marca del fútbol televisado. A la exclusividad de las transmisiones se sumó el nuevo concepto visual de los programas deportivos que se impuso desde ese ciclo de manera cada vez más sofisticada: diseño innovador, estética de videoclip, despliegue técnico y humano sin precedentes, cambios de lenguaje (los partidos resumidos se transformaron en “compactos”), un trabajo estelar de edición, aportes artísticos y una dupla exitosa que mezclaba con astucia el show y el análisis: el excéntrico Araujo y el sobrio Macaya Márquez.
Buena parte de esos cambios estéticos y de fondo dejarían su influencia hasta la actualidad, así como el modelo de las transmisiones que impusieron los creativos de Fútbol de primera. (También los excesos: algunos directivos de la productora quedaron involucrados en las grandes investigaciones internacionales que se hicieron sobre graves y multimillonarios hechos de corrupción en el fútbol). El programa ejerció tanta influencia en la TV abierta de su tiempo que se llevó el Martín Fierro de Oro en 1998.
Mientras tanto, al calor de la atracción irresistible que despertaba la pasión futbolística, los programas de debate siguieron ampliando su oferta, aunque ahora desde una base que perdura en la actualidad: quienes opinan ya no son más los hinchas, sino un grupo cada vez más nutrido de periodistas, ex futbolistas, ex árbitros, y todo tipo de “famosos”, allegados y personajes mediáticos, casi siempre a los gritos y sin escucharse. La versión más estridente del omnipresente panelismo.
Este modelo también comenzó a extenderse a favor del crecimiento rápido y exponencial que tuvo el deporte en la televisión por cable con señales propias de alto perfil como TyC Sports, Fox Sports (un actor fuerte que quedó muy devaluado desde que Fox fue absorbido por Disney) y sobre todo ESPN, la marca televisiva estadounidense, parte del gigantesco imperio mediático del ratón Mickey y dueña actual de los derechos de la mayoría de las transmisiones internacionales más cotizadas (de la Fórmula 1 a las principales ligas futbolísticas europeas. Además, cuenta con el mejor noticiero deportivo de la historia, SportsCenter.
El mapa del cable deportivo disponible en la Argentina tiene una oferta tan amplia que incluye, además, desde la señal oficial DeporTV hasta canales internacionales dedicados al golf y al básquet, sin contar las producciones propias del gigante de la TV satelital DirecTV. Como en otras expresiones o géneros, ese crecimiento del cable y la televisión paga redujo al máximo la presencia del deporte en la TV abierta. Pero antes de eso hubo un momento en que toda la televisión abierta se puso al servicio del fútbol.
Ocurrió en 1998, durante el Mundial celebrado en Francia. El peso sobrevaluado de los tiempos del 1 a 1 logró que una multitud de hombres y máquinas se instalara durante un mes en ese país en nombre de la televisión argentina. Durante ese tiempo se produjeron y transmitieron programas enteros (no sólo deportivos) desde París y otras ciudades. Ese efecto llegó también hasta los noticieros, que se emitían completos con la Torre Eiffel como parte de la escenografía. Una desmesura aceptada con total naturalidad que no volvería a repetirse.
El espíritu de “la patria deportiva” también atrajo de manera inevitable a la política. Aparecieron en un momento fenómenos curiosos, como el desplazamiento de figuras del periodismo deportivo (Fernando Niembro, Julio Ricardo) a algunos puestos oficiales de gran influencia y poder. Y el clímax llegó con un programa que el kirchnerismo elaboró con la idea de terminar con el “secuestro de los goles”, tal como denominó la por entonces presidenta Cristina Kirchner el modelo de Fútbol de primera, pionera en la codificación y el pay per view de acontecimientos deportivo.
Para el kirchnerismo, el fútbol era un activo estratégico. Quedó a la vista esa idea con el apoyo a las Hinchadas Unidas Argentinas, eufemismo con el que se organizaron barras bravas de diversos clubes, encargados de hacer constantes favores políticos en sus ratos libres, para viajar al Mundial de Sudáfrica. Mientras tanto, la AFA, a instancias de su indiscutido mandamás Julio Grondona, se apuró a romper el contrato con TyC para reemplazarlo rápidamente por otro con el Gobierno y en 2009 se puso en marcha el llamado Fútbol para Todos, que en los hechos convirtió a la pantalla de la TV Pública en una virtual señal deportiva, con transmisiones de partidos a toda hora, sin restricciones. Casi de un día para el otro, la Casa Rosada logró que Fútbol de Primera dejara de formar parte del mapa mediático.
Contra las promesas del oficialismo durante el lanzamiento, la estatización del fútbol resultó costosísima para el erario público (el Estado gastó durante tres años 10.178 millones de pesos), abrió investigaciones judiciales y dejó a la vista su único propósito: funcionar como bastión de propaganda al servicio del gobierno kirchnerista. Así lo dejaban a la vista las tandas (sin publicidad privada, solo con avisos oficiales que mostraban los logros de la gestión oficial), las voces de algunos relatores y hasta decisiones tan curiosas como programar en pleno invierno el partido de Boca o de River a última hora de la noche, solo para quitarle audiencia al programa de Jorge Lanata.
El Fútbol para Todos es historia desde 2017. En su lugar, por primera vez, operadores extranjeros (Turner y Disney) tienen hoy a su cargo el regreso de las transmisiones codificadas del devaluado torneo de primera división del fútbol argentino, con algunos partidos menores emitidos sin restricciones por la TV Pública y el cable. El aficionado sigue, mientras tanto, con más interés la marcha de las ligas extranjeras, sobre todo aquellas en las que juegan los futbolistas argentinos más cotizados del mundo.
Esos certámenes europeos, también por primera vez en la historia, salen en esta temporada del reducto de la TV en vivo y se convierten en gran atracción de las plataformas de streaming como Star+, que desembarcó en nuestro país en septiembre de 2021 con los principales contenidos de ESPN dentro de su oferta de programación. No debe haber un ejemplo local más claro de las estrategias televisivas que se imponen en la actualidad. Este cambio de paradigma, a la vez, es un adelanto de lo que nos depara el futuro. Una vez más, como ocurre desde los comienzos, la TV encara cada una de sus refundaciones con el protagonismo ineludible de las transmisiones deportivas. También en la Argentina.
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