Así fue el comienzo de Ojos que no ven, el nuevo programa de Andrea Politti
La conductora regresó a la pantalla para jugar a reunir parejas, en un talk-show con rumbo incierto
Los programa (y problemas) de pareja siempre tuvieron un nicho presente en la televisión. Desde el recordadísimo Yo me quiero casar, ¿y usted?, pasando por Tal para cual de Jorge Rossi, hasta otros ciclos que encontraron divertidas variantes como Cupido, el mundo de las parejas, su destrucción o su construcción siempre fue de gran atractivo para el público. Y el comienzo del verano y la necesidad de los canales por renovar la grilla, dio por resultado la llegada de un nuevo programa dedicado al amor, desde la pantalla de Eltrece: Ojos que no ven, conducido por Andrea Politti .
Amor con final amargo
El ciclo es una puesta a punto del mencionado Yo me quiero casar, pero con varias vueltas de tuerca. En su debut, el protagonista de la historia fue Fernando, un joven enamorado de Mercedes, la ex pareja de su mejor amigo. En el primer tramo del programa, Andrea sentó a su invitado en el living, y con él habló sobre el supuesto problema ético que podría significar declararle el amor a una mujer que mantuvo un noviazgo con su amigo. Un punto a favor del ciclo y del tratamiento del tema es que siempre estuvieron atentos de no utilizar desafortunadas expresiones que hicieran parecer que Mercedes era básicamente un producto que iba de mano en mano (parece una aclaración zonza, pero no lo es teniendo en cuenta que a pocos canales de distancia estaban otorgando un concurso retrógrado como "La reina del hilo dental de oro", y eso sin mencionar el lamentable episodio protagonizado por Cacho Castaña).
Una vez que Fernando expresó lo que sentía por Mercedes, llegó el momento de recibirla a ella en el piso. Hasta ese momento, la mujer estaba afuera del estudio con unos auriculares puestos que le impedían oír la conversación entre Fernando y Politti. Sin que él se cruce con ella, hicieron cambio y la conductora la recibió a Mercedes. Ella solo sabía una cosa: en el marco del programa, un hombre de identidad desconocida le declararía su amor. Luego de una breve charla entre las dos mujeres, un asistente procedió a vendarle los ojos a Mercedes, y ahí el enamorado entró nuevamente al piso. Sin emitir palabra para no revelar su identidad, Fernando participó de varios juegos de seducción propuestos por Politti. Primero con un estetoscopio ambos se escucharon los latidos del corazón, luego hubo una mesa tipo buffet de la cual Fernando tomaba distintas comidas que le daba a ella en la boca. También jugaron con una pluma a acariciarse distintas partes del cuerpo, y más adelante se olieron (¡sí, se olieron!). Por último, se presentó un juego de preguntas que buscaba detectar una posible compatibilidad en base a las coincidencias en las respuestas de los participantes. El último desafío consistió en encerrar a Fernando en una especie de cajón desde el que Mercedes podía ver distintas partes de su cuerpo, y así intentar adivinar la identidad de su enamorado.
En los últimos minutos, finalmente la participante pudo quitarse la venda y descubrir la identidad del hombre que le iba a declarar su amor. Politti propuso que simplemente se miren a los ojos, sin expresar qué le sucedía a cada uno. Y la consigna fue sencilla: si Andrea correspondía al amor que Fernando sentía por ella, debía darle un beso en la boca, de lo contrario, el beso sería en la mejilla. Andrea dio unos pocos pasos, lo miró, y lo besó en la mejilla. De esa manera, y con un final amargo (para Fernando), la primera emisión de Ojos que no ven llegó a su final.
La certeza de un rumbo incierto
El debut es difícil. Los tiempos son complejos de calcular, la naturalidad (o no) de los participantes pueden entorpecer el transcurrir de los segmentos, y muchas veces el comienzo no representa necesariamente el espíritu que el programa puede llegar a adquirir en emisiones futuras. Y mucho de esto pasó ayer en Ojos que no ven, que sin ser un debut necesariamente accidentado e incluso logrando algunos momentos disfrutables (muchos de ellos involuntarios), es evidente que el ciclo aún tiene mucho por emprolijar.
El primer elemento que no tuvo demasiado sentido fue el presentar una mesa de especialistas integrada por la orientadora sexual Paola Kullock, el psicólogo Gabriel Cartaña y la astróloga Lucía Brizuela. Más allá de algunas opiniones sueltas, ninguno tuvo una participación notable y la ausencia del panel no hubiera modificado sustancialmente el resultado final, por lo que aún es una asignatura pendiente el exprimir la presencia de esos especialistas.
Lo que tampoco funcionó demasiado fue la sucesión de juegos de seducción, que se tornaron algo estirados y casi repetitivos. Quizás el más border de todos ellos fue el de la comida, con Fernando prácticamente encajándole un fatay a Mercedes, mientras ella con los ojos vendados intentaba no pasar vergüenza. Pero a veces la tele hace milagros, y de un segmento que prometía ser un papelón, la tímidez y evidente torpeza de Fernando derivaron en que todo se convirtiera en un gran momento de comedia involuntaria, con Politti intentado guiar al participante y pidiéndole que sea delicado con cómo le daba la comida a su amada. De esa manera transcurrió el programa, con momentos más dinámicos, otros más lentos, y las esperadas perlitas (categoría en la que Mercedes se llevó el premio al sacarse las vendas y al ver al musculoso secretario de Politti, con total franqueza expresó que “ya se había ilusionado” con que el enamorado fuera él). Quizás el mayor pecado del debut haya sido excederse en el tiempo de los juegos, no permitiendo que Politti ni los especialistas charlen sobre qué le pasó a Fernando luego de ser rechazado.
Andrea Politti una vez más hizo gala de un gran oficio para ubicarse al frente del programa, y en todo momento demostró que puede esquivar con soltura cualquier contratiempo inesperado que pudiera aparecer. Ojos que no ven, un ciclo que tiene el acento puesto en el romance más allá de las apariencias, en el enamorarse sin importar el físico y en el proponer juegos que hagan foco en los sentidos más que en la superficie, es una propuesta que aún tiene mucho camino por recorrer, pero que de poner el acento en el humor y en el aspecto lúdico del asunto, bien podría crecer enormemente.
Con respecto al rating, el debut fue auspicioso. Con un promedio de 6.2, y logrando picos de 7 puntos, el programa mantuvo un encendido que era el esperado por parte del canal. Aunque quedó detrás de de Elif, que logró 7.8, ahora el objetivo del ciclo es pelear esa diferencia para achicarla y, en el mejor de los casos, dar vuelta las posiciones.
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